Pasaron treinta minutos antes de que Essie se decidiera a bajar cautelosamente las escaleras. Todos los huesos le dolían y sentía la pierna y el pie izquierdo como si le estuvieran ardiendo. Pero aquello pasaría, lo sabía. En cuanto Xavier se fuera, se tomaría un par de analgésicos y se iría a la cama.
—¿A qué huele? —preguntó Xavier al verla bajar. Essie intentó ignorar el efecto que su visión tenía sobre ella. Xavier se había subido las mangas de la camisa, se había desabrochado otro par de botones y permanecía tumbado en el sofá. Por alguna extraña razón, aquel aire relajado le resultaba conmovedor.
—Es la pomada —respondió.
—Huele como esa porquería con la que se seca en mi país la madera
—¿Ah sí? —no estaba interesada en reminiscencias sobre su pasado de leñador y su tono lo dejaba perfectamente claro—. Mira Xavier…
—Siéntate y te prepararé una bebida caliente —la interrumpió él suavemente, como si le pareciera la cosa más normal del mundo estar sentado en su sala de estar a la una de la madrugada.
Essie lo miró con los ojos entrecerrados y se ajustó con gesto rígido el albornoz. Se había puesto uno de los pijamas de invierno, a pesar del calor de aquella noche de junio, pensando que con uno de sus camisones de verano se sentiría demasiado vulnerable. Pero incluso con el pijama y el albornoz, se sentía expuesta frente a él.
—En realidad lo único que quiero es irme a la cama —dijo con firmeza.
—Essie, tengo que estar mañana en Londres a primera hora —le explicó Xavier, relajando su voz—. Tenemos que hablar ahora. He decidido aceptar la oferta de Peter.
Genial. No era que no tuviera derecho a hacer lo que quisiera con su dinero, se dijo Essie rápidamente, pero aquello quería decir… ¿Qué querría decir exactamente?
Como si le hubiera leído el pensamiento, algo que Essie comenzaba a considerar bastante probable, Xavier continuó diciendo:
—Supongo que te preguntarás cómo puede afectarte eso a ti.
—Sí, claro que me lo pregunto.
—Prepararé más café —la invitó con un gesto a sentarse en el sofá, en su sofá, pensó Essie beligerante mientras él se levantaba. Y cojeando fue hasta allí—. ¿No tienes nada para el dolor?
—Hay unas pastillas en el armario de la cocina —respondió Essie con voz fría—. Tomaré dos.
Se hizo un largo silencio mientras Xavier hacía el café y preparaba la bandeja. Aquel silencio estaba poniéndole histérica a Essie, de modo que prácticamente fue un alivio cuando Xavier entró nuevamente en la sala y se sentó frente a ella.
Lo miró con recelo. Para irritación suya, Xavier parecía sentirse absolutamente cómodo… Y continuaba estando fascinantemente sexy, pensó, mientras su corazón comenzaba a latir erráticamente. Proyectaba un aura de sensualidad a su alrededor que sugería que tras su frío distanciamiento se escondía pura dinamita.
Essie intentó concentrarse en el que debería ser el tema de su conversación. Tomó aire y comenzó a decir:
—No comprendo por qué quieres la clínica, Xavier. Seguramente hay muchas otras propiedades cerca de tu centro de operaciones que te convienen mucho más.
Xavier se encogió lentamente de hombros.
—Eso depende de a qué te refieras con lo de «conveniente». Debido al desarrollo que están teniendo algunos de mis negocios en Inglaterra, cada vez paso más tiempo aquí. Por otra parte, tengo también mi casa de Canadá, y cuando Candy se case, tendré que irme a vivir a otra parte. Durante estos últimos años, me he gastado una fortuna en hoteles, en los que, por cierto, no me gusta nada vivir. Y a eso hay que añadirle que no me apetece comprarme un apartamento en Londres. Habituado a los espacios abiertos de Canadá, las ciudades me resultan claustrofóbicas.
Essie asintió, lo comprendía perfectamente porque a ella le ocurría lo mismo.
—La casa de Peter es muy bonita y responde exactamente a mis necesidades —continuó explicándole, con una expresión con la que no le revelaba absolutamente nada—. El piso de arriba es suficientemente espacioso y como solo usaré la casa cuando esté en Inglaterra, cualquier otra propiedad que comprara estaría vacía durante la mayor parte del año, con todos los problemas de seguridad que eso implica. Estando la clínica abajo y quedando todavía las habitaciones de encima del garaje por si viene un nuevo veterinario, ya no tendría que preocuparme por ello.
Essie se quedó mirándolo fijamente. Su mente pensaba a toda velocidad. Se había olvidado por completo de las habitaciones de la parte de atrás de la casa.
Tomó aire y lo dejó salir lentamente antes de dar un largo trago a su café. Buscaba desesperadamente alguna razón con la que cuestionar su propuesta. Pero no la encontraba.
—Y de esta manera podrás conservar tu trabajo y tu casa —añadió él.
Aquellas palabras, pronunciadas con un suave acento canadiense, tuvieron para Essie el efecto de un jarro de agua fría. Alzó la cabeza y le espetó al instante:
—Espero que no estés haciendo esto por mí —lo miraba con abierta hostilidad. Aquello era exactamente lo que llevaba tiempo imaginándose: Xavier estaba intentando chantajearla para que se acostara con él.
—¿Tan terrible te parecería? —preguntó Xavier, desapasionadamente. La miraba con atención, a pesar de su aparente indiferencia—. ¿Te parece mal que tú y Jamie os podáis beneficiar de que haya encontrado un lugar que se ajuste perfectamente a mis necesidades?
Dicho así, claro que no. Pero hacía unos segundos no había mencionado a Jamie.
—Y, además, una clínica veterinaria es un negocio muy lucrativo —Xavier sonrió, pero Essie confiaba tan poco en su sonrisa como en él—. Y yo soy sobre todo un hombre de negocios.
Essie no sabía qué era exactamente Xavier, pero su propuesta le parecía claramente sospechosa.
—Si Carol se va, tendrás que contratar a alguien para que haga el trabajo administrativo —comentó—. Y esa es una gran tarea.
—No creo que sea para tanto —respondió él con una sonrisa condescendiente.
—Todos los días surge algún problema.
—Essie, desde que nos conocemos no has hecho otra cosa que decirme lo capaz, eficiente e independiente que eres —la interrumpió Xavier—. Ahora demuéstramelo.
Essie lo aborrecía. Bajó la mirada hacia la taza que tenía entre las manos y tuvo que luchar contra las ganas de tirársela. Cuando volvió a alzar la mirada, descubrió que Xavier se había acercado a ella y su boca estaba ya a solo unos centímetros de la suya. Lo miró hipnotizada. Xavier se sentó a su lado en el sofá y comenzó a cubrir su rostro de besos. Con cada uno de ellos, iba haciéndole reclinarse lentamente.
—Eres tan fuerte, tan valiente —susurraba, sin dejar de acariciarla con los labios. Essie abrió la boca y él entró rápidamente en el recién conquistado territorio.
Essie descubrió entonces que sin saber muy bien cómo, sus manos habían terminados sobre los hombros de Xavier. Este se inclinaba sobre ella, compaginando el erotismo de sus besos con sus caricias.
Xavier sabía maravillosamente bien. Aquel pensamiento se abría hueco entre la miríada de sentimientos y percepciones que la invadían. Sentía sus respiraciones entrecruzadas y las piernas de Xavier apoyadas contra la suavidad de las suyas. Xavier se movió, presionándola contra los cojines del sofá y un repentino dolor procedente de su pie herido, le hizo esbozar a Essie una mueca.
—Caramba, lo siento —comentó Xavier.
Se incorporó inmediatamente, dejándola sola y sintiéndose terriblemente desprotegida. Essie abrió los ojos y lo vio arrodillado a su lado, mirándola con arrepentimiento.
—Estás dolorida y cansada —dijo suavemente—. Creo que tienes razón, será mejor que hablemos en otro momento.
Pero no era ese dolor el que más la inquietaba… Durante un terrible instante, Essie creyó haber dicho aquellas palabras en voz alta, pero al advertir que Xavier no cambiaba de expresión, comprendió que por lo menos se había ahorrado la última humillación.
Le llevó algunos minutos recobrar la compostura, pero para cuando Xavier se levantó, había conseguido ya dominar el ferviente deseo de suplicarle que hicieran el amor. Cosa que habría sido la mayor de las locuras, se dijo sombría. La atracción física era una cosa, el amor otra completamente diferente. Y para Essie, el amor y el sexo tenían que ir unidos. Ella no estaba enamorada de Xavier y él no estaba enamorado de ella, de modo que ya no había nada más que hablar.
A la mañana siguiente, Essie continuaba tensa y cansada, después de haber pasado una noche terrorífica, llena de dolores y extrañas pesadillas que probablemente habían conjurado los analgésicos. Su único consuelo era saber que no tenía nada más que reprocharse, en lo que a Xavier concernía, que el haber permitido que le diera un beso.
Aquel hombre no tenía la menor idea de lo que significaba un compromiso sentimental, se dijo con firmeza, mientras hundía su dolorido cuerpo en un baño de agua caliente. Y lo último que a ella le apetecía era sentirse atada a ningún hombre.
Colin Fulton parecía un hombre amable y normal hasta que se había casado con su madre. Inmediatamente después, habían podido descubrir al diablo que se escondía tras aquella fachada. Su madre se había visto atrapada en un círculo de violencia física y malos tratos psicológicos del que no había podido escapar.
Y después estaba Andrew. Le había prometido amor y otras muchas cosas mientras continuaba acostándose con decenas de mujeres.
Por supuesto, Xavier no era como Colin ni como Andrew, eso lo sabía e incluso había sido bastante sincero sobre sus relaciones con el sexo opuesto, ni siquiera se había molestado en disimular. Pero en ese momento, no sabía si eso le hacía sentirse mejor o peor. Todo aquello la confundía. Y lo último que quería Essie era sentirse confundida
Permaneció en el baño durante unos diez minutos. Al salir, se encontraba mucho mejor, aunque los dolores no habían cesado del todo.
Xavier se había mostrado muy preocupado por ella la noche anterior… Essie esbozó una mueca burlona mientras se ponía unos pantalones y una camiseta sin mangas. Sí, había sido muy amable, pero ella sabía lo que se escondía detrás de su amabilidad. No era ninguna estúpida, se dijo. Todas sus revelaciones sobre su infancia y sobre Candy no impedían que continuara siendo un hombre peligroso.
Pero se había ido… Al menos durante un par de semanas. Pensarlo debería producirle alivio y satisfacción y, sin embargo, intensificaba el vago sentimiento de depresión con el que se había despertado. Pero seguro que la culpa de todo la tenían las pastillas. No le gustaba tomar calmantes y raramente lo hacía, pero la noche anterior no había podido prescindir de ellos.
Salió de casa media hora antes que habitualmente para poder ir tranquilamente a la clínica.
Hacía una hermosa mañana. La fragancia de las flores impregnaba el aire. Essie contempló satisfecha su jardín y alzó después el rostro hacia el cielo mientras se preguntaba dónde estaría Xavier en aquel momento.
Al instante se pusieron en funcionamiento todos sus sistemas de alarma. No debería pensar en Xavier Grey, se dijo con vehemencia. Lo conocía desde hacía muy poco tiempo y había irrumpido en su vida con la delicadeza de un bulldozer.
Era un hombre peligroso. Sí, muy peligroso, y nunca hasta ese momento había visto tan claramente que comparado con él, Andrew y Coline eran unos dulces gatitos. Porque había algo en Xavier, un magnetismo casi irresistible, que lo convertía en una droga para cualquier mujer, hasta el punto de que no era capaz de pensar en nadie más y su cuerpo anhelaba constantemente su contacto. Pero ella no era cualquier mujer. Con ella no iba a darle resultado su estrategia.
Irguió los hombros y frunció el ceño con determinación: la operación Xavier Grey estaba a punto de comenzar.