APÉNDICES

APÉNDICE I A DON JUAN DE ARGUIJO,
VEINTICUATRO DE SEVILLA

Para escribir Virgilio de las abejas, hablando con Mecenas, dijo:

Admiranda tibi leuium spectacula rerum.1

Si vuestra merced ha pasado mi Angélica, no viene mal esto mismo, y así dice el Tasso en su Poética que se pueden tratar las cosas humildes con ornamento grande, que también responde a lo que en el Arcadia tengo escrito.2 Este poema no es heroico ni épico, ni le toca la distinción de poema y poesis que pone Plinio.3 Basta que le venga bien lo que dijo Tulio de Anacreonte, que tota poesis amatoria est.4

Algunos llevan mal las exornaciones poéticas, contra el consejo de Bernardino Danielo,5 que no quiere que se use de palabras bajas,y realmente eso se concede a cómicos y satíricos, como se ve en Terencio y Persio.6 A la Arcadia objetan el afecto.7 Aquella prosa es poética que, a diferencia de la historial, guarda su estilo,8 como se ve en el Sanazaro.9 ¿Y qué tiene de diferencia «azules lirios y siempre verdes mirtos»10 a este principio?

Sogliono il piú delle volte gli alti e spatiosi alberi negli horridi monti dalla natura prodotti, piú che le coltivate piante da dotte mani spurgate negli adorni giardini, a’ riguardanti aggradare.11

Aquí pone el Sanazaro «altos y espaciosos árboles», «hórridos montes», «cultivadas plantas», «doctas manos» y «adornados jardines», de manera que casi hay tantos epítetos como palabras, porque la amplificación es la más gallarda figura en la retórica12 y que más majestad causa a la oración suelta.13 Y los epítetos ¿por qué han de ser ple[o]nasmos? La redundancia de palabras en la oración es viciosa cuando están en ella ociosas y sin alguna causa, como quien dijese: «Oyó con los oídos; habló con la boca y vio con los ojos», como condena en el Petrarca el Danielo cuando dijo:

Se Virgilio et Homero havessin visto

quel sole il qual vegg’io con gli occhi miei.14

Y aquello verdaderamente es afirmativo y en el hablar común recebido por ordinario término, como en Terencio: Hisce oculis egomet vidi.15 Que los lugares todos de Virgilio a este modo tienen diversa inteligencia,16 como cuando dijo:

Talia uoce refert.17

Porque dice que aquello dijo con la voz, pero que præmit altum corde dolorem y que spem uultu simulat.18

La Arcadia es historia verdadera, que yo no pude adornar con más fábulas que las poéticas. No es infructuosa, pues enseña en el quinto libro la virtud de Anfriso y el método para huir de amor y del ocio,19 por la opinión de Horacio, que omne tulit punctum...20 Y a quien la ha leído podría yo decir lo que Juan de Monteregio por las Teóricas de Gerardo Cremonense, que no estaban escritas a su gusto, y dábansele al amigo que las leía: Optimi viri functus est officio: non modo enim benedicentibus gratiæ sunt habendæ; verum etiam errantibus: nam per hos quidem cautiores reddimur, per illos autem meliores.21 Que es lo mismo que dijo Luis Vives: Ex sapientibus disce quo fias melior; ex stultis quo fias cautior.22 Y pues en aquel libro y en este, en aquella y esta pintura es una misma la pluma y los pinceles,23 no será fuera de propósito responder algo, no que parezca defensa ni satisfación, que tan mal suelen dar autores vivos, y por eso dice bien aquella inscripción del jeroglífico donde está la muerte laureada: Hic tutior fama.24

Usar lugares comunes, como «engaños de Ulises», «salamandra», «Circe» y otros,25 ¿por qué ha de ser prohibido, pues ya son como adagios y términos comunes, y el canto llano sobre que se fundan varios concetos?26 Que, si no se hubiera de decir lo dicho, dichoso el que primero escribió en el mundo, pues a un mismo sujeto27 bien pueden pensar una misma cosa Homero en Grecia, Petrarca en Italia y Garcilaso en España. Ni es bien escrebir por términos tan inauditos que a nadie pareciesen inteligibles; pues, si acaso las cosas son escuras,28 los que no han estudiado maldicen el libro, porque quisieran que todo estuviera lleno de cuentos y novelas,29 cosa indigna de hombres de letras, pues no es justo que sus libros anden entre mecánicos30 e ignorantes, que, cuando no es para enseñar, no se ha de escribir para los que no pudieron aprender.

Esto de las «arenas» y «estrellas»31 está recebido,32 y las habemos de buscar por fuerza para un gran número, pues no puede ser mayor, que, habiéndole dicho Dios a Abraham: Numera stellas, si potes,33 pues él solo las contó y llamó por su nombre, como David lo dice, y Jeremías: Sicut numerari non possunt stellæ cœlli,34 aunque Albateño, Alfragano y Tolomeo las reduzgan a número de mil y veinte y dos, y así lo vemos en cuantos han escrito.35 Marulo dijo:

Non tot signa micant tacente nocte;

y más abajo por las arenas:

Non tantus numerus Libyssæ arenæ;36

y Catulo lo mismo:

Quam magnus numerus Libyssæ arenæ;37

y Silio Itálico por las estrellas:

Quam multa affixus cœlo sub nocte serena

fluctibus e mediis sulcator nauita ponti

astra uidet;38

y Ovidio:

Quod cœlum stellas, tot habet tua Roma puellas;39

y en otro lugar:

Quod flauas Tibris harenas.40

Luego, si todos los antiguos y celebrados para comparar grandes números traen las arenas y estrellas, no es error imitarlos ni decir lo dicho.

Las «tórtolas» y «Troya»41 no es justo que las culpe nadie por repetidas, pues lo fuera en el Petrarca haber hecho tantos sonetos al lauro, y el Ariosto al ginebro y el Alemani de la pianta,42 que, si los nombres de las personas que amaron les dieron esa ocasión, yo habré tenido la misma.

Las églogas43 de aquellos pastores no son reprehensibles por imitadas, ni esta tela de la Angélica por trama del Ariosto, que él también la tomó del conde Mateo María;44 y, cuando lo fueran, otros habían primero que yo errado en lo mismo. Pero no porque Tespis hiciese la primera tragedia, como refiere Horacio en su Arte poética, y Dafne las bucólicas, por opinión de Suidas y de Diodoro, en el libro quinto, fuera bien que dejara de hacer Séneca su Agamenón y Hércules,45 y Virgilio sus Églogas, fuera de las que con tanta elegancia escribieron Calfurnio, Nemesiano, el Petrarca, Juan Baptista Mantuano, el Bocacio y Pomponio Gaurico.46 Y el mismo Virgilio tomó las suyas de Teócrito, pues es opinión de Servio que este verso tuvo principio en tiempo de Jerjes,47 y los que después han escrito las han tomado de Virgilio.

Livio Andrónico inventó las comedias,48 pero no perdió honra Plauto con las suyas, pues se dijo de él que hablaban las musas ore plautino, como afirma Epio Stolo y refiere Crinito.49 Y el poema heroico de Homero, ¿qué ha quitado al de Virgilio, Estacio y Lucano?50 Y los sacerdotes egipcios, que Josefo siente por los primeros inventores del escribir en prosa, o sea Moisés o Cadmo, como duda Polidoro,51 ¿por qué han de ser dueños de la historia de Eusebio, Tito Livio, Nauclero y Paulo Jovio?52 Reprehenden que haya dicho:

A quien hiela el desdén, y el amor arde;53

que no quisieran que fuera activo.54 Caso estraño es de la manera que nos privan de lo que cuantos han escrito llaman licencia,55 aunque en esto no la tomé yo, sino Virgilio, cuando dijo:

Corydon ardebat Alexim.56

Que también a mí me puede valer la respuesta de los gramáticos (de que Dios nos libre): id est, ardenter amabat.57

Dice en otro lugar reprehendido, hablando del sol:

Al tiempo que se humilla.58

Esto Ovidio lo dijo: Pronus erat Titan.Y en otra parte:

Inclinatoque petebat

Hesperium fretum.59

Y Lucano:

Iam pronus in undas.60

Y Estacio:

Sol pronus equos.61

Y, pues ya he llegado a esto, no puedo dejar de referir a vuestra merced la objeción de uno de estos de quien se dice que escriben y es como el cantar de los cisnes, que todos saben que cantan, pero ninguno los oye; a lo menos que no saben la diferencia que va del borrador al molde, de la voz del dueño a la del inorante, de leer entre amigos o comprar el libro.62 Fue sobre aquella fábula de Palas en mi Arcadia:

Palas, con furor y envidia.63

Dijo que cómo, siendo diosa, tenía envidia. Y respondile que dioses que tenían sensualidad bien podían tener envidia, pues se leen de Júpiter más de dos mil doncellas violadas, de que se hallarán en el Bocacio64 más de otros tantos hijos, y que, si no sabía que fueron mortales hombres, leyese a Paléfato, De non credendis fabulis.65

Aquí se ofreció reprehender haber dicho por imposible que el aire tendría cuerpo,66 y debe de ser que no conoció que yo no hablaba del tangible, sino del cuerpo opaco; que esto es tener cuerpo —ser dicernido de la vista—, y la distinción es luz del argumento. Y, porque en aquel libro y en este, particularmente donde escribo tantas hermosuras y tan diversas, y en cuantos tiene el mundo de poesía, cansa a muchos que se pinte una mujer con oro, perlas y corales, pareciéndoles que sería la estatua de Nabucodonosor,67 no puedo dejar de referir aquí lo que siento con algunos lugares de poetas antiguos. Cornelio Gallo pintó a su Lidia de esta suerte en estos celebrados líricos:

Lydia puella candida,

quæ bene superas lac et lilium,

albamque simul rosam rubidam.68

Y aun aquí llamó a la rosa «colorada», y a la azucena «blanca». Pero díjolo Virgilio:

Alba ligustra cadunt.69

Mas, pasando adelante:70

Aut expolitum ebur Indicum.

Pande, puella, pande capillulos.

Flavos, lucentes, ut aurum nitidum.

Pande, puella, collum candidum

Productum bene candidis humeris.

Pande, puella, stellatos oculos.

—que aquí los llama no solo «de estrellas» sino «estrellados»—

Pande, puella, genas roseas,

perfusas rubro purpuræ tyriæ.

—dice que son de rosa, y bañadas de púrpura de Tiro—

Porrige labra, labra coralina.

Aquí llama a los labios «corales».

Y luego, más abajo:

Conde papillas, conde gemipomas.

Que aun llama a los pechos «dos manzanas», y Fausto Sabeo también:

Iecit in amplexus roseos, malasque papillas.71

Pero, sin esto, dijo Virgilio por Lavinia:72

Indum sanguineo ueluti uiolauerit ostro

si quis ebur, aut mixta rubent ubi lilia [multa]

alba [rosa], tales uirgo dabat ore colores.

Llama también «blanca» a la azucena y hácele la cara como marfil de Indias, y mezclado con la sangre de las conchas que llaman púrpura, y la juntó con rosas y azucenas. Y Mantuano dijo por la Virgen: Os roseum, «boca de rosa», y frontique decorem sidereum.73 Y nuestro divino Arias Montano en aquellos tetrástrofos la llamó «de oro y de rosa»:

Ut vultus rosæ Virginis aureos

uxor Levitici Pontificis videt, etc.74

Y adonde dijo Jerónimo Vidas:

Pudor ora pererrans

cana, rosis veluti miscebat lilia rubris,75

llama a las azucenas «canas», a las rosas «rojas», y dijo que mezclaba la vergüenza en la cara las rosas y las azucenas. ¿Y por qué dijo Policiano que el sol salía con la boca de rosa?:

Extulerat roseo Cynthius ore diem.76

¿Y Horacio:

Nunc et qui color est puniceæ flore prior rosæ?77

¿Y Pontano:

Roseumque labellis?78

¿Y Boecio:

Roseis quadrigis?79

¿Y Estacio:

Purpureo uehit ore [diem]?80

Y aun me acuerdo de haber leído en Virgilio Purpuream animam uomit,81 que es más que todo. Y, por no cansar a vuestra merced, ¿qué poeta tiene el mundo sin estas metáforas? Si Garcilaso fue tan casto escritor, ¿por qué dijo: «En tanto que de rosa y azucena»? Pero habíalo dicho Horacio, de quien él lo tomó, en aquella oda celebradísima.82 No digo esto a vuestra merced, de quien sé por experiencia que ninguno en España sabe mejor esta materia ni más despacio ha desentrañado los poetas latinos, sus metáforas, alegorías, contraposiciones, aposiciones, similitudes, traslaciones, licencias, apóstrofes, superlaciones y otras figuras, pues es cierto que sin ellas aun no lo sabrían hacer los que sin arte escriben.

Pues las imitaciones siempre han sido admitidas, y aun a veces las mismas traslaciones, ¿qué más clara puede ser que esta de Virgilio en el segundo de la Æneida?

Regnatorem Asiœ. Iacet ingens litore truncus.83

Y el Ariosto, en el canto cuarenta y dos, estancia 9:

Del regnator di Libia il grave trunco.84

Pues espantarse de que un vocablo latino se españolice, no sé por qué, que el mismo Ariosto le tomó español cuando dijo:

Sopra me quest’impresa tutta quiero.85

Pues, en razón de descuidos, ¿por qué no se han de sufrir en carrera larga, habiendo el mismo dicho:

L’elmo e lo scudo anche a portar gli diede?86

Pues, si había dicho que Astolfo le había atado las manos, era imposible que le llevase el yelmo y el escudo.

Con esto pienso que se habrá satisfecho a algunos, aunque esto se pudiera escusar, pues para los que entienden no era necesario y para los que ignoran es como no haberlo dicho. Vuestra merced perdone las faltas y prolijidad de este discurso, en cuyo fin le ofrezco estos sonetos que se siguen,87 de cuyo estilo, en orden al que deben tener, no disputo, pues está tan a la larga tratado de Torcato en la lección que hizo en la Academia de Ferrara sobre un soneto de monseñor de la Casa, sacando de la opinión de Faléreo y Hermógenes que, habiendo este género de poema de ser de conceptos, que son imágines de las cosas, tanto mejores serán cuanto ellas mejores fueren; y, habiendo de ser las palabras imitaciones de los concetos, como Aristóteles dice, tanto más sonoras serán cuanto ellos fueren más sublimes.88

Vuestra merced los reciba con mi voluntad, de quien puede estar satisfecho como yo lo estoy de que, si fueran de ese divino ingenio, iban seguros de ser estimados, como agora temerosos de ser reprehendidos.

APÉNDICE II ARTE NUEVO DE HACER COMEDIAS EN ESTE TIEMPO

DIRIGIDO A LA ACADEMIA DE MADRID

Mándanme, ingenios nobles, flor de España

—que en esta junta y academia insigne

en breve tiempo excederéis no solo

a las de Italia, que, envidiando a Grecia,

5 ilustró Cicerón del mismo nombre

junto al Averno lago, sino a Atenas,

adonde en su platónico Liceo

se vio tan alta junta de filósofos—,

que un arte de comedias os escriba

10 que al estilo del vulgo se reciba.

Fácil parece este sujeto, y fácil

fuera para cualquiera de vosotros,

que ha escrito menos de ellas y más sabe

del arte de escribirlas y de todo,

15 que lo que a mí me daña en esta parte

es haberlas escrito sin el arte;

no porque yo ignorase los preceptos,

gracias a Dios, que ya, tirón gramático,

pasé los libros que trataban de esto

20 antes que hubiese visto al sol diez veces

discurrir desde el Aries a los Peces,

mas porque, en fin, hallé que las comedias

estaban en España, en aquel tiempo,

no como sus primeros inventores

25 pensaron que en el mundo se escribieran,

mas como las trataron muchos bárbaros

que enseñaron el vulgo a sus rudezas;

y, así, se introdujeron de tal modo

que quien con arte agora las escribe

30 muere sin fama y galardón, que puede,

entre los que carecen de su lumbre,

más que razón y fuerza, la costumbre.

Verdad es que yo he escrito algunas veces

siguiendo el arte que conocen pocos,

35 mas luego que salir por otra parte

veo los monstruos, de apariencias llenos,

adonde acude el vulgo y las mujeres

que este triste ejercicio canonizan,

a aquel hábito bárbaro me vuelvo,

40 y, cuando he de escribir una comedia,

encierro los preceptos con seis llaves,

saco a Terencio y Plauto de mi estudio,

para que no me den voces —que suele

dar gritos la verdad en libros mudos—,

45 y escribo por el arte que inventaron

los que el vulgar aplauso pretendieron,

porque, como las paga el vulgo, es justo

hablarle en necio para darle gusto.

Ya tiene la comedia verdadera

50 su fin propuesto, como todo género

de poema o poesis, y este ha sido

imitar las acciones de los hombres

y pintar de aquel siglo las costumbres.

También cualquiera imitación poética

55 se hace de tres cosas, que son plática,

verso dulce, armonía —o sea, la música—,

que en esto fue común con la tragedia,

solo diferenciándola en que trata

las acciones humildes y plebeyas,

60 y la tragedia, las reales y altas.

¡Mirad si hay en las nuestras pocas faltas!

«Acto» fueron llamadas, porque imitan

las vulgares acciones y negocios.

Lope de Rueda fue en España ejemplo

65 de estos preceptos, y hoy se ven impresas

sus comedias de prosa, tan vulgares

que introduce mecánicos oficios

y el amor de una hija de un herrero,

de donde se ha quedado la costumbre

70 de llamar «entremeses» las comedias

antiguas, donde está en su fuerza el arte,

siendo una acción y entre plebeya gente,

porque entremés de rey jamás se ha visto,

y aquí se ve que el arte, por bajeza

75 de estilo, vino a estar en tal desprecio,

y el rey en la comedia para el necio.

Aristóteles pinta en su Poética,

puesto que escuramente, su principio:

la contienda de Atenas y Megara

80 sobre cuál de ellos fue inventor primero.

Los megarenses dicen que Epicarmo,

aunque Atenas quisiera que Magnetes.

Elio Donato dice que tuvieron

principio en los antiguos sacrificios;

85 da por autor de la tragedia a Tespis,

siguiendo a Horacio, que lo mismo afirma,

como de las comedias a Aristófanes.

Homero, a imitación de la comedia,

la Odisea compuso, mas la Iliada

90 de la tragedia fue famoso ejemplo,

a cuya imitación llamé epopeya

a mi Jerusalén, y añadí trágica;

y así a su Infierno, Purgatorio y Cielo,

del célebre poeta Dante Alígero,

95 llaman Comedia todos comúnmente,

y el Maneti en su prólogo lo siente.

Ya todos saben que silencio tuvo,

por sospechosa, un tiempo la comedia,

y que de allí nació también la sátira,

100 que, siendo más crüel, cesó más presto

y dio licencia a la comedia nueva.

Los coros fueron los primeros; luego

de las figuras se introdujo el número;

pero Menandro, a quien siguió Terencio,

105 por enfadosos, despreció los coros.

Terencio fue más visto en los preceptos,

pues que jamás alzó el estilo cómico

a la grandeza trágica, que tantos

reprehendieron por vicioso en Plauto,

110 porque en esto Terencio fue más cauto.

Por argumento la tragedia tiene

la historia, y la comedia, el fingimiento;

por eso fue llamada «planipedia»,

del argumento humilde, pues la hacía

115 sin coturno y teatro el recitante.

Hubo comedias palïatas, mimos,

togatas, atelanas, tabernarias,

que también eran, como agora, varias.

Con ática elegancia los de Atenas

120 reprehendían vicios y costumbres

con las comedias, y a los dos autores,

del verso y de la acción, daban sus premios.

Por eso Tulio las llamaba «espejo

de las costumbres y una viva imagen

125 de la verdad», altísimo atributo,

en que corre parejas con la historia.

¡Mirad si es digna de corona y gloria!

Pero ya me parece estáis diciendo

que es traducir los libros y cansaros

130 pintaros esta máquina confusa.

Creed que ha sido fuerza que os trujese

a la memoria algunas cosas de estas

porque veáis que me pedís que escriba

arte de hacer comedias en España,

135 donde cuanto se escribe es contra el arte,

y que decir cómo serán agora

contra el antiguo, y que en razón se funda,

es pedir parecer a mi esperiencia,

no al arte, porque el arte verdad dice

140 que el ignorante vulgo contradice.

Si pedís arte, yo os suplico, ingenios,

que leáis al doctísimo utinense

Robortelio, y veréis —Sobre Aristóteles,

y, aparte, en lo que escribe De comedia

145 cuanto por muchos libros hay difuso,

que todo lo de agora está confuso.

Si pedís parecer de las que agora

están en posesión, y que es forzoso

que el vulgo con sus leyes establezca

150 la vil quimera de este monstruo cómico,

diré el que tengo, y perdonad, pues debo

obedecer a quien mandarme puede,

que, dorando el error del vulgo, quiero

deciros de qué modo las querría,

155 ya que seguir el arte no hay remedio,

en estos dos estremos dando un medio.

Elíjase el sujeto, y no se mire

—perdonen los preceptos— si es de reyes,

aunque por esto entiendo que el prudente

160 Filipo, rey de España y señor nuestro,

en viendo un rey en ellos se enfadaba:

o fuese el ver que al arte contradice,

o que la autoridad real no debe

andar fingida entre la humilde plebe.

165 Esto es volver a la comedia antigua,

donde vemos que Plauto puso dioses,

como en su Anfitrïón lo muestra Júpiter.

Sabe Dios que me pesa de aprobarlo,

porque Plutarco, hablando de Menandro,

170 no siente bien de la comedia antigua;

mas, pues del arte vamos tan remotos

y en España le hacemos mil agravios,

cierren los doctos esta vez los labios.

Lo trágico y lo cómico mezclado,

175 y Terencio con Séneca, aunque sea

como otro minotauro de Pasife,

harán grave una parte, otra ridícula,

que aquesta variedad deleita mucho:

buen ejemplo nos da naturaleza,

180 que por tal variedad tiene belleza.

Adviértase que solo este sujeto

tenga una acción, mirando que la fábula

de ninguna manera sea episódica

—quiero decir inserta de otras cosas

185 que del primero intento se desvíen—

ni que de ella se pueda quitar miembro

que del contexto no derribe el todo.

No hay que advertir que pase en el periodo

de un sol, aunque es consejo de Aristóteles,

190 porque ya le perdimos el respeto

cuando mezclamos la sentencia trágica

a la humildad de la bajeza cómica.

Pase en el menos tiempo que ser pueda,

si no es cuando el poeta escriba historia

195 en que hayan de pasar algunos años,

que estos podrá poner en las distancias

de los dos actos o si fuere fuerza

hacer algún camino una figura,

cosa que tanto ofende a quien lo entiende,

200 pero no vaya a verlas quien se ofende.

¡Oh, cuántos de este tiempo se hacen cruces

de ver que han de pasar años en cosa

que un día artificial tuvo de término,

que aun no quisieron darle el matemático!

205 Porque, considerando que la cólera

de un español sentado no se templa

si no le representan en dos horas

hasta el Final Jüicio desde el Génesis,

yo hallo que, si allí se ha de dar gusto,

210 con lo que se consigue es lo más justo.

El sujeto elegido escriba en prosa

y en tres actos de tiempo le reparta,

procurando, si puede, en cada uno

no interrumpir el término del día.

215 El capitán Virués, insigne ingenio,

puso en tres actos la comedia, que antes

andaba en cuatro, como pies de niño,

que eran entonces niñas las comedias,

y yo las escribí, de once y doce años,

220 de a cuatro actos y de a cuatro pliegos,

porque cada acto un pliego contenía;

y era que entonces en las tres distancias

se hacían tres pequeños entremeses,

y agora apenas uno, y luego un baile,

225 aunque el baile lo es tanto en la comedia

que le aprueba Aristóteles —y tratan

Ateneo, Platón y Jenofonte—,

puesto que reprehende el deshonesto,

y por esto se enfada de Calípides,

230 con que parece imita el coro antiguo.

Dividido en dos partes el asunto,

ponga la conexión desde el principio,

hasta que vaya declinando el paso,

pero la solución no la permita

235 hasta que llegue a la postrera scena,

porque, en sabiendo el vulgo el fin que tiene,

vuelve el rostro a la puerta y las espaldas

al que esperó tres horas cara a cara,

que no hay más que saber que en lo que para.

240 Quede muy pocas veces el teatro

sin persona que hable, porque el vulgo

en aquellas distancias se inquïeta

y gran rato la fábula se alarga,

que, fuera de ser esto un grande vicio,

245 aumenta mayor gracia y artificio.

Comience, pues, y con lenguaje casto

no gaste pensamientos ni conceptos

en las cosas domésticas, que solo

ha de imitar de dos o tres la plática;

250 mas, cuando la persona que introduce

persüade, aconseja o disüade,

allí ha de haber sentencias y conceptos,

porque se imita la verdad sin duda,

pues habla un hombre en diferente estilo

255 del que tiene vulgar cuando aconseja,

persüade o aparta alguna cosa.

Dionos ejemplo Arístides retórico,

porque quiere que el cómico lenguaje

sea puro, claro, fácil, y aun añade

260 que se tome del uso de la gente,

haciendo diferencia al que es político,

porque serán entonces las dicciones

espléndidas, sonoras y adornadas.

No traya la Escritura, ni el lenguaje

265 ofenda con vocablos exquisitos,

porque, si ha de imitar a los que hablan,

no ha de ser por «pancayas», por «metauros»,

«hipogrifos», «semones» y «centauros».

Si hablare el rey, imite cuanto pueda

270 la gravedad real; si el viejo hablare,

procure una modestia sentenciosa;

describa los amantes con afectos

que muevan con estremo a quien escucha;

los soliloquios pinte de manera

275 que se transforme todo el recitante

y, con mudarse a sí, mude al oyente;

pregúntese y respóndase a sí mismo

y, si formare quejas, siempre guarde

el debido decoro a las mujeres.

280 Las damas no desdigan de su nombre

y, si mudaren traje, sea de modo

que pueda perdonarse, porque suele

el disfraz varonil agradar mucho.

Guárdese de imposibles, porque es máxima

285 que solo ha de imitar lo verisímil;

el lacayo no trate cosas altas

ni diga los conceptos que hemos visto

en algunas comedias estranjeras;

y de ninguna suerte la figura

290 se contradiga en lo que tiene dicho,

quiero decir, se olvide, como en Sófocles

se reprehende no acordarse Edipo

del haber muerto por su mano a Layo.

Remátense las scenas con sentencia,

295 con donaire, con versos elegantes,

de suerte que, al entrarse el que recita,

no deje con disgusto el auditorio.

En el acto primero ponga el caso,

en el segundo enlace los sucesos,

300 de suerte que hasta el medio del tercero

apenas juzgue nadie en lo que para;

engañe siempre el gusto y, donde vea

que se deja entender alguna cosa,

dé muy lejos de aquello que promete.

305 Acomode los versos con prudencia

a los sujetos de que va tratando:

las décimas son buenas para quejas;

el soneto está bien en los que aguardan;

las relaciones piden los romances,

310 aunque en otavas lucen por estremo;

son los tercetos para cosas graves

y, para las de amor, las redondillas.

Las figuras retóricas importan,

como repetición o anadiplosis,

315 y en el principio de los mismos versos

aquellas relaciones de la anáfora,

las ironías y adubitaciones,

apóstrofes también y esclamaciones.

El engañar con la verdad es cosa

320 que ha parecido bien, como lo usaba

en todas sus comedias Miguel Sánchez,

digno, por la invención, de esta memoria;

siempre el hablar equívoco ha tenido,

y aquella incertidumbre anfibológica,

325 gran lugar en el vulgo, porque piensa

que él solo entiende lo que el otro dice.

Los casos de la honra son mejores,

porque mueven con fuerza a toda gente;

con ellos, las acciones virtüosas,

330 que la virtud es dondequiera amada,

pues que vemos, si acaso un recitante

hace un traidor, es tan odioso a todos

que lo que va a comprar no se lo venden

y huye el vulgo de él cuando le encuentra,

335 y, si es leal, le prestan y convidan,

y hasta los principales le honran y aman,

le buscan, le regalan y le aclaman.

Tenga cada acto cuatro pliegos solos,

que doce están medidos con el tiempo

340 y la paciencia del que está escuchando.

En la parte satírica no sea

claro ni descubierto, pues que sabe

que por ley se vedaron las comedias

por esta causa en Grecia y en Italia:

345 pique sin odio, que, si acaso infama,

ni espere aplauso ni pretenda fama.

Estos podéis tener por aforismos

los que del arte no tratáis antiguo,

que no da más lugar agora el tiempo,

350 pues lo que les compete a los tres géneros

del aparato que Vitrubio dice

toca al autor, como Valerio Máximo,

Pedro Crinito, Horacio en sus Epístolas

y otros los pintan, con sus lienzos y árboles,

355 cabañas, casas y fingidos mármoles.

Los trajes nos dijera Julio Pólux

si fuera necesario, que, en España,

es de las cosas bárbaras que tiene

la comedia presente recebidas

360 sacar un turco un cuello de cristiano

y calzas atacadas un romano.

Mas ninguno de todos llamar puedo

más bárbaro que yo, pues contra el arte

me atrevo a dar preceptos y me dejo

365 llevar de la vulgar corriente adonde

me llamen ignorante Italia y Francia;

pero, ¿qué puedo hacer si tengo escritas,

con una que he acabado esta semana,

cuatrocientas y ochenta y tres comedias?

370 Porque, fuera de seis, las demás todas

pecaron contra el arte gravemente.

Sustento, en fin, lo que escribí, y conozco

que, aunque fueran mejor de otra manera,

no tuvieran el gusto que han tenido,

375 porque a veces lo que es contra lo justo

por la misma razón deleita el gusto.

Humanæ cur sit speculum comœdia vitæ,

quæve ferat iuveni commoda, quæve seni,

quid præter lepidosque sales, excultaque verba

380 et genus eloquii purius inde petas,

quæ gravia in mediis occurrant lusibus, et quae

iucundis passim seria mixta iocis;

quam sint fallaces servi, quam improba semper

fraudeque et omnigenis fœmina plena dolis;

385 quam miser, infelix, stultus et ineptus amator,

quam vix succedant, quæ bene cœpta putes.

Oye atento y del arte no disputes,

que en la comedia se hallará de modo

que, oyéndola, se pueda saber todo.