Esta es la historia de un pelele que se deja pisotear todos los días de su vida, un tipo con sangre de horchata que sirve de felpudo a cualquiera. El clásico indeciso titubeante que tiembla más que habla, el que aguanta todas las bromas con estoica resistencia, esperando que acabe la tormenta de humillaciones que le propina el destino. Ese calzonazos que obedece sin rechistar en todas las esferas de su vida. No, no estamos hablando de Walter White, y su rostro no es el de Bryan Cranston, aunque encajaría en esta descripción. Me estoy refiriendo a Lester Nygaard, el protagonista de la serie Fargo que interpreta el británico Martin Freeman.
Las similitudes entre ambos personajes no acaban aquí. Del mismo modo que Walter White vivió una revolución interna (y luego externa) a través de la elaboración y venta de metanfetamina, Lester Nygaard también vivirá su propia primavera árabe a través del asesinato de los mediocres que llevan demasiado tiempo reprimiéndolo como ser humano. La transformación de Walter White se produjo utilizando un álter ego. En Fargo se utiliza a otro personaje, un asesino llamado Lorne Malvo, que se convertirá en el Heisenberg particular de nuestro protagonista, en el catalizador de la rebelión del desgraciado, transformado en vengador.
Y aquí acaba la comparación. Mientras Breaking Bad fue en esencia una serie dramática, Fargo es una comedia de humor negro que tiene su origen en la película homónima dirigida por los hermanos Coen (productores ejecutivos de la serie). Esta condición, la de nueva obra que viene de una obra fílmica anterior, es fundamental para el análisis de la serie. De hecho, Fargo se enmarca dentro de una nueva tendencia de series basadas en antiguas películas de éxito. Una nueva categoría de remakes que no pueden entenderse exactamente como tal, puesto que tienen como objetivo agrandar su serie predecesora. Esta tendencia tiene su origen en la voluntad de The Weinstein Company y Paramount de explotar su catálogo comercial en forma de serie. En ambos casos surge la misma incógnita: ¿qué aporta el formato seriado a la traslación de estas ideas cinematográficas a la televisión? O lo que es lo mismo, ¿en qué va a invertirse el metraje extra que proporciona una serie? Hasta el momento existen dos soluciones a esta pregunta: el modelo de From Dusk till Dawn (Abierto hasta el amanecer), que se limita a repetir la historia de la película estirando su trama, o el modelo acertado de Fargo, que propone una historia nueva (que además empezará de cero en cada temporada, siendo una antología) que supone un homenaje al espíritu del filme original.
Efectivamente, el gran acierto de Fargo es que es un placer para los que amaron el filme original. Y aunque se repiten muchos elementos, estos tienen las variaciones suficientes como para leerlos en clave referencial, como un guiño al cinéfilo, y no como la repetición de la historia ya vista. Hay en Fargo un amor evidente por la película de los hermanos Coen (y también por su cine, fíjense sino en las referencias a filmes como El gran Lebowski ) y la voluntad de ofrecer un producto de alta calidad que esté a la altura de la película. Por supuesto, ayuda que el reparto encaje de maravilla en sus papeles, y también que los Coen se saquen de la chistera soluciones visuales deslumbrantes. Fargo ha tardado en llegar, pues el primer intento de hacer una serie de la película data de 1997, cuando Edie Falco protagonizó un piloto que no cuajó, pero la espera ha valido la pena.