De un coche bajan dos hombres que arrastran a dos chicas, ambas prostitutas. El escenario es el arcén de una carretera, en plena noche. Las obligan a arrodillarse y las ejecutan. Dos disparos fríos, sin piedad. Así arranca Matroesjka’s, una de esas series que no se olvidan, lo quieras o no. Con escenas que entran por la retina para quedarse instaladas en la memoria, que opta por la vía del puñetazo en la cara para enfrentar al espectador a una realidad de la que es fácil opinar pero que es difícil de vivir, incluso a través de la ficción. Me refiero a la prostitución forzosa de mujeres jóvenes de países de Europa del Este, a las que engañan con falsas promesas, tomando ventaja de situaciones económicas y familiares precarias, para que firmen contratos que de la noche a la mañana las convierten en esclavas de una red de clubes nocturnos. Son chicas que buscan una salida en países como Rusia o Lituania y que acaban en locales de capitales europeas de países más prósperos, como Bélgica. De ellas se ha hablado mucho, pero en realidad las conocemos poco, y Matroesjka’s quiere cambiarlo. Quiere que les pongamos nombre.
Los dos individuos se suben de nuevo al coche y vuelven a lo suyo, que es seguir explotando a mujeres prácticamente secuestradas (sin pasaporte y con una deuda que jamás podrán pagar a causa del contrato que firmaron). Mientras, algunos de sus socios organizan un casting en Vilna para reclutar a nuevas chicas que sustituyan a las que ahora ya son un cadáver. Matroesjka’s muestra así el ciclo perpetuo en el que se basa ese negocio. Por cada mujer que quieren quitarse de en medio, hay otras tantas a las que van a poder engañar. Así de fácil y así de sencillo. En realidad, y aunque en apariencia las protagonistas de la serie sean las chicas, el foco acaba centrado en los proxenetas, de los que exploran los métodos para engañar a mujeres en Europa y otros países (en la segunda temporada se trasladan a Tailandia). Hay tramas clásicas de la ficción televisiva, como la investigación del asesinato de las dos prostitutas, o la aparición de un periodista que quiere destapar lo que está ocurriendo, pero el objetivo último de Matroesjka’s es siempre mostrar de forma realista el funcionamiento de estas mafias. Su nivel de detalle es tan elevado que Amnistía Internacional usa la serie con fines divulgativos en algunos países donde este problema es grave. Pero la serie también habla del contexto en el que viven las víctimas, y recuerda que la trampa sólo es posible porque estas mujeres están en una situación de vulnerabilidad creada por la sociedad en la que viven.
Matroesjka’s es también un ejemplo de la gran calidad que atesoran las series flamencas. Esta región de Bélgica se ha convertido, a pesar de sus pequeñas dimensiones y de ser una industria dirigida básicamente al mercado local, en uno de los grandes referentes televisivos de Europa en términos de calidad, al desarrollar series tan interesantes como las que podemos encontrar en el mercado anglosajón. Es una lástima que para visionar estas maravillas estemos a merced de su recorrido fuera del país, pues sus ediciones en DVD no tienen subtítulos (ni siquiera en inglés) porque no están pensadas para una distribución internacional, con lo que a menudo hay que esperar a la emisión en países de habla inglesa para poder catarlas. Afortunadamente, este fue el caso de Matroesjka’s, y también de Salamander, otra joya flamenca que encontrarás unas páginas más adelante.