Se hacen muy pocas series con el deporte como eje central, y aún menos series con las agallas que en su día tuvo Playmakers, una ficción que se marcó como objetivo mostrar la cara más oscura y turbia de la vida del deportista profesional a través del seguimiento diario de un equipo de fútbol norteamericano, y cuyos temas son muy extrapolables a otros deportes.
Utilizando nombres ficticios, pero basada en historias reales, Playmakers explora la presión que sienten los jugadores para superarse en cada partido, el miedo a las lesiones, la tentación de echar mano de ayudas artificiales para mejorar el rendimiento, la relación con los compañeros de equipo dentro y fuera del campo, y los efectos de la fama en la vida personal de unos hombres que viven siempre bajo el foco de los medios. La presión es fuerte, y los jugadores ceden a menudo. Así, Playmakers se propone contar lo que las cámaras no pueden recoger, lo que ni siquiera saben las personas más cercanas a los jugadores. Para ello utiliza el recurso de la voz en off, que en cada episodio pertenece a un jugador distinto, y convierte así al espectador en el único testimonio de lo que pasa por la cabeza de cada uno de los personajes en una estructura que va combinando el presente y el pasado de cada uno de los jugadores.
De hecho, una de las características clave de la serie es la existencia de esqueletos en el armario de los jugadores. No hay ni uno que no tenga algo que esconder, ya sean unos orígenes conflictivos o inclinaciones sexuales que no serían bien recibidas en el vestuario. Playmakers no se cortó ni un pelo a la hora de abordar ciertos temas que otras ficciones deportivas intentan flanquear a toda costa. Este es uno de sus grandes atractivos, pero también fue su talón de Aquiles, pues los contenidos de la ficción no gustaron nada en la NFL (la liga nacional de fútbol americano), que presionó para que la serie desapareciera de la programación de ESPN... y lo consiguió, pues el canal, que con Playmakers debutaba en el terreno de la ficción (en realidad es un canal dedicado al deporte), tuvo que acabar claudicando ante las presiones de un organismo deportivo del que dependía si quería seguir retransmitiendo los partidos de la liga de fútbol profesional. Aunque la audiencia de Playmakers era elevada para las cifras habituales del canal ESPN, no compensaba el hecho de no tener a buenas a la NFL. Viendo sus dos intereses divididos, en ESPN decidieron abandonar la serie tras la primera temporada, y dejaron a los espectadores huérfanos de una ficción a medio camino entre la dureza de Oz (con la que comparte el tipo de historias) y la épica de Friday Night Lights.
A pesar de la derrota en los despachos, la cancelación no hace de Playmakers una experiencia no recomendable. Al contrario, hay que apreciarla como la rareza que es, porque difícilmente vamos a ver otra serie que aborde el tema del deporte de una forma tan valiente y con unos resultados tan realistas. Mientras que la NFL consideraba que ensuciaba la imagen del fútbol americano y sus deportistas y pedía su cancelación, los periodistas deportivos alababan con gran entusiasmo su veracidad, en especial en lo que se refiere al consumo de estupefacientes en los vestuarios y la tentación del dopaje. En el apartado de las curiosidades, cabe mencionar el papel en Playmakers de la reportera Thea Andrews, una habitual de ESPN que aparecía interpretándose a sí misma y entrevistando a unos jugadores ficticios que destaparon más de un secreto de los jugadores de la vida real.