Adaptar una obra de William Shakespeare es un reto que puede volver loco a cualquiera. Esta es la premisa de esta comedia canadiense de humor negro que gustará especialmente a los aficionados al teatro. Los protagonistas son los componentes de una compañía teatral que se dedica a trabajar con los textos del dramaturgo británico. Slings & Arrows (que toma su nombre de una frase del famoso soliloquio «ser o no ser») nos propone una divertida mirada de sus obras entre bambalinas que combina el surrealismo con los personajes entrañables. Con una estructura de una obra por temporada (Hamlet, Macbeth y El rey Lear), el arco argumental de la serie traza una línea recta desde que empieza a prepararse una obra hasta su estreno con público en el episodio final, en el que las tramas convergen de forma emocionante.
Por el camino hay directores histriónicos, actores inseguros, efectos de escenario que no funcionan, intereses comerciales, historias de amor, muertes y hasta fantasmas. La serie juega con el metalenguaje para trazar paralelismos entre las vidas de los miembros de la compañía y los personajes de la obra que tienen entre manos, siendo un verdadero placer para los espectadores que conozcan a Shakespeare (las referencias son incontables), sin que eso impida disfrutar de la serie a quienes no tengan este bagaje. Slings & Arrows puede interpretarse como una comedia paródica sobre el mundo del teatro y a su vez como un homenaje al dramaturgo entre los dramaturgos, pues no puede construirse una serie así sin adorar al Bardo y querer rendirle pleitesía eterna.
Por encima de todo, Slings & Arrows es la construcción de una Arcadia clásica, un mundo al que el espectador se mudaría, para vivir por siempre en el sofá de Geoffrey y asistir cada mañana a los ensayos. La galería de personajes excéntricos y a la vez adorables que ocupan el lugar, y el tono cotidiano de los episodios emparentan la ficción con otras como Gilmore Girls o Northern Exposure. Al igual que estas dos series, tampoco le faltan varias historias de amor, incluida una de las que van y vienen protagonizada por Paul Gross (Geoffrey) y Martha Burns (Ellen), que son pareja en la vida real y tienen dos hijos. El mundo del teatro es la gran inspiración de este espacio ideal, en el que no faltan los paralelismos dedicados a los más teatreros, como el ataque de pánico de Geoffrey, inspirado en el de Daniel Day-Lewis, que en 1989 tuvo una crisis mientras interpretaba a Hamlet porque creyó que realmente estaba hablando con el fantasma de su padre y se marchó súbitamente del escenario.
La compañía teatral de la serie, New Burbage, es ficticia (es una referencia al actor y empresario Richard Burbage, impulsor del Globe Theater en Londres), pero está basada en la actividad del Stratford Shakespeare Festival, en Ontario. Es obvio que los tres creadores de la serie, Mark McKinney, Susan Coyne y Bob Martin (que aparecen en la serie con personajes regulares) conocen a fondo el mundo del teatro y todo lo que implica. Así, una trama recurrente es el choque entre creatividad e intereses comerciales, que se traduce en reuniones de la dirección del festival en las que se toman decisiones que afectan al trabajo del director. También se abordan temas como los problemas que generan intérpretes veteranos que viven instalados en su propio ego o como el papel de la crítica, siempre con el titular a punto. Y es que adaptar a William Shakespeare es un reto que te puede hacer perder la cabeza sin necesidad de decapitación previa.