Sons of Anarchy es una droga. Aviso antes de empezar, que luego no quiero quejas por los síndromes de abstinencia. Sons of Anarchy es una droga de la que corre por las venas a dos ruedas, como los moteros protagonistas de una serie que aprieta el pedal del acelerador hasta el fondo. Para que el asfalto queme y notes en la piel los conflictos de un club cuyos miembros están unidos por una lealtad que es más fuerte que la de cualquier familia y que se traslada al apego y a la relación que el espectador establece con los personajes. Al ser un núcleo familiar, las ramificaciones de los conflictos y las tensiones derivadas del club son mucho más intensas y profundas de lo esperado. De ahí que se haya catalogado Sons of Anarchy como un drama shakesperiano, pues estos moteros se enfrentan a fantasmas del pasado y secretos que deben salir a la luz y que son el tumultuoso bagaje de unos personajes que llevan sobre sus espaldas el peso de la tragedia. Tarde o temprano ocurrirá.
El creador de la serie, el guionista Kurt Sutter, es el primero en equiparar su ficción a la obra de Shakespeare a través de los títulos de algunos episodios. Sin embargo, y aunque la influencia está ahí, Sons of Anarchy es heredera de The Shield (de la que formó parte el propio Kurt Sutter y otros miembros del reparto), de la que mantiene la ferocidad en las escenas de acción, los diálogos tensos, casi musculares, y la flexibilidad moral de unos personajes dispuestos a hacer lo que haga falta para defender lo que es suyo. Y es que a los miembros de SAMCRO no les faltan problemas: tienen que lidiar con los clubes rivales, con la presión de la policía local y también con las divisiones internas en el seno del propio club. Estos tres frentes que suelen ir por separado se unen en el momento preciso para darte un puñetazo en plena cara y convertir Sons of Anarchy en un tren que te arrolla. Vas a acabar episodios de esta serie pensando que no la has visto, la has sobrevivido. Kurt Sutter no tiene piedad a la hora de suministrar sus devastadores golpes de efecto, y cuando menos te lo esperes, te va a dar con el bate en la cabeza.
La génesis de la historia y el arco argumental permanente de la serie son el deseo de Jax Teller de cambiar el club de los moteros. El hallazgo de unas cartas de su padre, fallecido hace años en un accidente, en el que lamenta el giro que ha dado SAMCRO hacia las actividades criminales, lo llevará a intentar que el club recupere el rumbo perdido, cumpliendo la voluntad paterna. Pero no le será fácil. Se encontrará con la oposición de Clay Morrow, actual presidente del club, que además es su padrastro, y firme defensor del negocio de las armas como método de subsistencia de SAMCRO. Él piensa en retirarse con los bolsillos llenos, y no en la filosofía del club. Es así como empieza una tensión entre ambos personajes que irá escalando hasta convertirse en un enfrentamiento abierto.
Por si te lo estás preguntando, el funcionamiento del club de moteros es idéntico al de la vida real, pues para crear la serie, Kurt Sutter pasó un tiempo con los miembros de un charter del norte de California. El guionista explica que mucha gente tenía ciertos prejuicios sobre los moteros, pero que quedó sorprendido y conmovido por la lealtad que tenían hacia el club, que estaba por encima de todo. Esto es lo que ha querido reflejar en Sons of Anarchy, añadiéndole una buena dosis de épica sobre dos ruedas, escenas de una violencia explícita y giros que te dejan en estado catatónico. Sons of Anarchy es una droga. Yo ya he avisado.