Mi ángel tiene una aureola

Siempre fuiste temerario. Volabas tres metros o más con tu bicicleta (tu placer y tu orgullo), remontándote hasta las alturas asido de una cuerda o siendo el primero en arrojarse al lago.

Creo que eso es lo que te confiere tanto tu carácter maravilloso como una extraordinaria fuerza interior. Lo que más me sorprende de ti es el hecho de que, sin importar de qué se trate, tu determinación logra vencer todos tus temores. No permites nunca que el temor interfiera con el logro de tus metas.

Pero, a pesar de todas tus peligrosas acrobacias, nunca pensé que llegaría este día. (Tal vez lo pensé en el fondo de mi mente, pero sólo ahí.)

Habías salido en un viaje a la costa y yo esperaba con ansiedad tu llamada. Llegó la mañana del tercer día de los siete que estarías fuera. Tu voz era normal, pero no así tus palabras: “Me rompí el cuello.”

Justo en ese momento, todos los temores del mundo se agolparon en mi corazón. Mi madre me recordó rápidamente que, por ti, debía conservar la fortaleza. No hablé mucho. Sólo lloré en silencio mientras me explicabas tu penosa experiencia y sobre el collarín que deberías usar durante dos meses para mantener estabilizada la cabeza mientras tu cuello sanaba.

Me pareció que estabas bien, tomando en cuenta la situación, pero con molestias y decaído. Colgué el teléfono, al final, mis lágrimas pudieron fluir libremente, y así lo hicieron. Durante el transcurso del día logré aceptar el hecho de que estarías enyesado durante dos largos meses, todo excepto tus brazos. Al principio fui egoísta y pensé en la forma en que esto me afectaría. “Él no puede manejar, así que nos veremos con menos frecuencia. No podrá llevarme a la escuela el primer día de clases. Ni siquiera podré darle un abrazo de verdad.” Entonces recordé y me dije: “Amanda, alégrate de que aún esté aquí con vida y de que puedes abrazarlo, no importa en qué forma. Y debes estar agradecida por el hecho de que aún puede caminar.”

Fui a verte esta noche. Te veías bien, pero sin tu sonrisa: no había sonrisas, al menos no hasta que viste el video de tus acrobacias en la bicicleta. Percibí una determinación en tus ojos y eso llenó de lágrimas los míos. Sé que estás asustado, pero también sé que vas a estar bien. Porque, nuevamente, esa determinación dentro de ti va a evitar que los temores prevalezcan, y volverás a estar al ciento diez por ciento. Me ayudaste a tener menos temor por ti. Dejé de preocuparme por lo que no podías hacer y en su lugar me concentré en lo que sí puedes hacer, o en lo que volverás a hacer. Dos meses son muy poco tiempo comparados con toda una vida por vivir.

Quiero darte las gracias. Sólo en este día me has enseñado más sobre fuerza interior y determinación de lo que había aprendido en toda mi vida. Te amo, Logan. Todos te amamos. Nunca te descorazones. Tan sólo deja que tu maravilloso yo interior brille. Vas a salir triunfante de esto, dándote ánimo a cada paso, porque eso es lo que eres: un luchador. Me siento mucho mejor ahora que ya no estoy pensando en lo que no tendré y lo que no obtendré de ti. En lugar de eso, me siento agradecida y feliz de que seas quien eres.

Todo lo que ahora tengo para ti es fe y determinación. Siempre supe que eras una bendición para mí, mi ángel. Ahora, durante dos meses, tendrás un collarín blanco como aureola para demostrarlo.

Amanda Johnson