Descubrimiento
Nos quedaban dos semanas antes de la noche de estreno de nuestra obra cuando Sherry entró al salón y anunció con voz vacilante que tenía que dejar la obra.
Por mi mente pasaron cientos de motivos para tal declaración: una trágica enfermedad, una muerte en la familia, una terrible crisis familiar.
La expresión de mi rostro denotaba que necesitaba una explicación. Sherry tartamudeó:
—Dave, mi novio, no quiere que siga con la obra. Los ensayos impiden que podamos vernos más tiempo. Yo le llevo algo de comer después de su entrenamiento de futbol.
Su novio era un jugador de futbol que después se convirtió en profesional. Él era totalmente lo contrario de su hermano Dan, quien también jugaba en el equipo de la escuela. Mientras que Dan era de trato fácil, tenía un excelente sentido del humor y casi todo el mundo lo estimaba, Dave parecía estar siempre enojado y necesitaba tener gente a su lado a la que pudiera darle órdenes.
—Sherry —le dije—, estamos a sólo dos semanas del estreno. Estás estupenda en tu papel. Nunca podría reemplazarte.
—¿De veras? —respondió radiante de alegría.
—De veras —le dije, y era verdad—. A todos se les debería permitir hacer las cosas en las que son buenos. Tú eres una buena actriz. Dave debería comprenderlo. Yo sé que tú sabes lo mucho que a él le gusta el futbol.
—Sí —respondió—. Pero de todos modos tendré que dejar la obra.
—Estoy seguro de que tú eres su más grande admiradora.
Ella midió sus palabras y dijo:
—Lo soy.
—¿Alguna vez él ha asistido a un ensayo para ver lo buena que eres?
—No.
—Debería —le dije—. Debería ser tu admirador número uno.
El día siguiente, después de la sexta hora de clase, la puerta de mi salón se abrió con violencia. Dave se acercó hecho una furia y me pareció del doble de tamaño que realmente tenía. Sus brazos se balanceaban a los lados de su cuerpo y sus enormes puños se cerraban como si me fueran a estrangular.
Se inclinó frente a mi escritorio, con las venas saltadas y el rostro enrojecido como un betabel.
—Tú… tú… tú… —tartamudeó.
—¿Puedo hacer algo por ti, Dave? —le pregunté, con la esperanza de que mi voz no temblara como lo hacían mis rodillas.
Él nunca dijo nada más que “tú” antes de voltearse y salir pisando con fuerza. Yo me quedé escuchando hasta que sus pesadas pisadas me indicaron que bajaba por las escaleras hacia el primer piso.
Sherry continuó con la obra, y puedo decir con honestidad que lo hizo como toda una estrella. También observé que sonreía más, y en ocasiones pude verla mientras interactuaba con otros estudiantes en una forma totalmente equilibrada.
Según escuché, Dave consiguió otra novia.
Eugene E. Beasley