El amor nunca se pierde
Si nuestro amor es sólo un deseo de posesión, entonces no es amor.
Thich Nhat Hanh
Dicen que es mejor tener un amor y perderlo, que nunca haber amado.
Ese dicho no sería de mucho consuelo para Mike Sanders. Su novia acababa de mandarlo a volar. Claro que ella no lo planteó en esa forma. Dijo:
—Sí me interesas, Mike, y espero que podamos seguir siendo amigos.
“Excelente”, pensó Mike. “Seguir siendo amigos. Tú, yo y tu nuevo novio podremos ir juntos al cine.”
Mike y Angie habían comenzado a salir juntos desde hacía casi tres años. Pero, durante el verano, ella conoció a alguien más. Ahora, al iniciar su último año en la escuela, Mike estaba solo. Durante tres años compartieron los mismos amigos y diversiones. Pensar en continuar con las mismas actividades sin Angie le hacía sentirse, pues sí, vacío.
Los entrenamientos de futbol solían ayudarle a olvidar los problemas. Los entrenadores tienen una forma de exprimirte hasta quedar tan agotado que en realidad no se puede pensar en nada más.
Pero, de un tiempo atrás Mike simplemente no tenía entusiasmo para nada. Un día las cosas parecieron empeorar. No atrapaba pases que normalmente no fallaba y dejaba que lo derribaran chicos que antes no eran capaces ni de tocarlo.
Mike no deseaba arriesgarse a que el entrenador tuviera que regañarlo más de una vez, por lo que intentó esforzarse un poco más para no terminar tan mal el entrenamiento. Cuando se disponía a abandonar el campo de práctica, le dijeron que se reportara con el entrenador.
—Chica, familia o escuela, ¿qué es lo que está preocupándote, hijo? —le preguntó el entrenador.
—Chica —respondió Mike—. ¿Cómo lo supo?
—Sanders, he sido entrenador de futbol desde antes que tú nacieras, y cada vez que he visto a un futuro campeón jugar como un novato de secundaria, ha sido por alguna de esas tres causas.
Mike asintió con la cabeza.
—Lo siento, señor. No volverá a suceder.
El entrenador le dio una palmada en el hombro.
—Este año es muy importante para ti, Mike. No hay razón para que el futbol no sea tu pase directo a la escuela de tu elección. Sólo recuerda concentrarte en lo que realmente es importante. Todas las demás cosas se arreglan solas.
Mike sabía que el entrenador tenía razón. Simplemente tenía que dejar que Angie siguiera su vida, y él continuar con la suya. Pero aún se sentía herido, incluso traicionado.
—Es que me molesta mucho, entrenador. Yo confié en ella. Me abrí totalmente con ella. Le di todo lo que tenía, ¿y qué conseguí con eso?
El entrenador sacó papel y lápiz del cajón de su escritorio.
—Esa es una buena pregunta. ¿Qué conseguiste con eso?
Le entregó el lápiz y papel a Mike y le dijo:
—Quiero que pienses en el tiempo que pasaste con esta chica, y que hagas una lista de todas las experiencias que puedas recordar: buenas y malas. Después, quiero que escribas todas las cosas que aprendieron el uno del otro. Regreso en una hora.
Después de decir esto, el entrenador lo dejó solo.
Mike se derrumbó en la silla mientras los recuerdos de Angie se desbordaban en su cabeza. Recordó la vez que logró reunir el valor para invitarla a salir, y lo feliz que se sintió cuando ella aceptó. Si no hubiera sido por el estímulo de Angie, Mike no habría intentado que lo aceptaran en el equipo de fútbol.
Después pensó en las riñas que tuvieron. Aunque no en todos los casos pudo recordar el motivo de las discusiones, sí recordó la sensación de satisfacción que sentía después de haber logrado superar sus problemas. Había aprendido a comunicarse y a comprometerse. Recordó también las reconciliaciones. Esa era siempre la mejor parte.
Mike recordó todas las ocasiones en que ella le hizo sentirse fuerte, necesitado y especial. Llenó la hoja de papel con sus relatos, días de fiesta, viajes con ambas familias, bailes en la escuela y días de campo que compartieron. Línea tras línea, escribió las experiencias que compartieron y comprendió la forma en que ella le había ayudado a ir dando forma a su vida. Él sería una persona muy diferente si ella no hubiera estado en su vida.
Cuando el entrenador regresó, Mike ya se había ido. Sobre el escritorio le dejó una nota que simplemente decía:
Entrenador:
Gracias por la lección. Creo que, después de todo, es verdad lo que dicen sobre tener un amor y perderlo. Lo veré en la práctica.
David J. Murcott