McDonald’s
La mayoría de mis amigos es lo que la sociedad conoce como punks. Somos adolescentes que nos la pasamos en cafeterías o en el cine porque no tenemos nada mejor que hacer. Pero ser punk no significa mucho.
Una tarde, después de un día de no hacer gran cosa, estábamos sentados en McDonald’s cuando entró un muchacho del grupo a quien acababa de conocer ese día. Brian era el típico adolescente punk, vestido todo de negro con el cabello pintado. Justo antes de entrar le gritó algo a un hombre que iba caminando por la calle. Yo sólo deseé que no fuera a meternos en problemas. Se sentó con nosotros, un minuto después un hombre corpulento, de esos que viven en la calle, le dio una palmada a Brian en la cabeza y se le quedó viendo.
—¿Qué fue lo que me dijiste? —le reclamó el hombre.
Yo pensé que había visto un brillo de maldad en los ojos del desconocido. Traté de no hacerme notar mientras pensaba que si Brian estaba buscando pleito, este no era el sujeto adecuado. He visto mucha gente que saca a patadas a los adolescentes como nosotros por estar alborotando.
Mientras el resto de nosotros buscaba con la mirada un lugar para protegernos, Brian se levantó y caminó hacia él.
—Que si le gustaría comer algo.
El alivio que sentimos casi pudo escucharse, y el hombre sonrió, rodeó los pequeños arbustos que nos separaban y entró al lugar.
Después de una gran comida de hamburguesas, papas fritas y postre, el hombre se marchó, nosotros hasta lo despedimos agitando las manos. Cuando le preguntamos a Brian sobre lo sucedido, nos explicó que tenía algo de dinero que no necesitaba y que el hombre no tenía nada, así que sólo trataba de hacer lo correcto.
Shelly Miller