Mi decisión más difícil
Errores, errores, errores. Todos los cometemos. Nadie se dio cuenta de que yo iba a cometer uno.
En general, yo era una chica muy buena. A los quince años ya estaba en segundo año en una escuela secundaria católica y era miembro de la Sociedad Nacional de Honor. Jugaba softball y corría a campo traviesa. Tenía, y aún tengo, la aspiración de convertirme en doctora. Si alguien me hubiera dicho que a los quince iba a quedar embarazada, les habría dicho que estaban locos. ¿Cómo podría alguien hacer algo tan estúpido? Aún no lo puedo creer, pero sucedió.
El 11 de octubre de 1997 fue el día que nació mi hija. Bastó con mirarla una sola vez y fue amor a primera vista. Fue sobrecogedor: un diluvio de emociones que nunca más he experimentado. La amaba en una forma que sólo podría describirse como incondicional. La miré y supe en mi corazón que, sin importar cuánto lo deseara, no podría darle todas las cosas que ella necesitaba y merecía tener. Física, emocional y económicamente yo no tenía la capacidad para ser madre. Sabía lo que tenía que hacer. Puse todas mis emociones de lado e hice lo que sentí que era mejor para mi hija: decidí darla en adopción.
Poner a mi bebé en los brazos de su madre fue lo más difícil que nunca haya hecho. Me dolía toda el alma. No obstante que puedo ver a mi hija porque tuve la bendición de que fuera una adopción con ese beneficio, el dolor sigue dentro de mí. Todos los días puedo sentir cómo me quema en el interior cada vez que pienso en Katelyn. Lo único que espero es que cuando ella sea mayor comprenda lo mucho que la amo. La amo más que a nada en el mundo.
Hoy es la primera Navidad de mi hija. No estaré ahí para compartir con ella la alegría de esta época, ni para jugar a Santa y abrirle sus regalos (sólo tiene dos meses de edad). No estaré ahí para ver sus primeros pasos, ni para escuchar su primera palabra. No estaré ahí para tomarle fotografías el primer día que vaya al jardín de niños. Cuando ella llore llamando a su mamá, no será a mí a quien busque. Sé en mi corazón que hice la elección correcta. Pero desearía con todo mi corazón nunca haber tenido que tomar esa decisión.
Kristina Dulcey