Visionario

Cuando tenía quince años, me paré frente a la clase de inglés y leí un ensayo que había escrito. Era sobre lo emocionados que estaban todos mis amigos por tomar clases de manejo y por obtener el permiso para conducir. Yo tenía envidia. Sabía que siempre tendría que caminar a donde quisiera ir o tendría que depender de los demás para que me llevaran. Legalmente, se me considera ciego.

Desde que tenía cuatro años he padecido una afección que se conoce como síndrome del ojo seco. Aunque sí puedo ver algo, nunca sé en las mañanas cuánto podré ver ese día. La causa de esto es que mis ojos no producen suficientes lágrimas para lubricar mis córneas, por consecuencia, mis córneas tienen cicatrices. Los anteojos no me sirven de nada.

Hay muchas cosas que no puedo hacer. No puedo conducir, ni leer el pizarrón en la escuela, ni leer cómodamente un libro. Pero son muchas más las cosas que sí puedo hacer.

En preparatoria jugué basquetbol preuniversitario. Mis compañeros de equipo me daban pistas auditivas y aprendí a saber dónde estaba el balón por medio del sonido de sus voces. Como resultado, aprendí a concentrarme extremadamente bien. Gané un premio al deporte en mi último año.

Además del basquetbol fui representante en el consejo estudiantil. También participé en un programa modelo de las Naciones Unidas y viajamos en grupo a Washington, D.C. para ver a los legisladores en acción. Me gradué de preparatoria con un doble historial académico: uno sobre estudios judíos y otro sobre estudios generales.

Después de la graduación estudié en Israel durante dos años. Actualmente estoy en mi segundo año en la Universidad Yeshiva. Pienso ir a la escuela de leyes y, tal vez, a la escuela para rabinos.

¿Que si me gustaría poder ver como las demás personas? Por supuesto. Pero estar ciego no me ha limitado en ninguna de las cosas que considero en verdad importantes. Sigo siendo yo. Si he tenido que ser más dependiente de mis amigos, al menos he descubierto quiénes lo son en verdad.

Como he tenido que esforzarme para encontrar formas de aprender que no incluyen la vista, he hecho un mejor uso de mis otros sentidos.

No sé por qué Dios eligió darme sólo un poco de visión. Tal vez lo hizo para que yo pudiera apreciar aún más todo lo que tengo. Tal vez lo hizo para que yo pudiera desarrollar otras capacidades y talentos para compensarlo. O quizá me dio este “don” especial porque soy, en todos los demás aspectos, tan normal que quería impulsarme para llegar a la excelencia. Funcionó.

Hay muchas formas de ver la vida, y así es como yo la veo.

Jason Leib