El deseo de un padre
Es una sensación extraordinaria cuando tu padre deja de ser un dios para ti y se convierte en un hombre, cuando baja de su pedestal y te das cuenta de que es un hombre con debilidades. Y lo amas por lo que es, no por lo que representa.
Robin Williams
Escribo esto… como un padre. Hasta que no tengas un hijo no sabrás lo que significa. Hasta ese momento no comprenderás lo que es la felicidad más allá de la felicidad, lo que es el amor más allá del sentimiento que resuena en el corazón de un padre cuando mira a su hijo. No comprenderás el sentido del honor que hace que un hombre desee ser más de lo que es y transmitir algo bueno y esperanzador a las manos de su hijo. Tampoco comprenderás la angustia de los padres que son acechados por sus demonios personales y que les impiden ser la clase de hombres que desean que sus hijos vean.
Solamente verás al hombre que se presenta ante ti, o que ha salido de tu vida, aquel que ejerce un cierto poder sobre ti —para bien o para mal— que nunca te abandonará.
Es un gran privilegio y una gran carga ser tal hombre. Hay algo que debe transmitirse de padre a hijo o, en otra forma, no se trasmite en forma tan clara. Es el sentido de lo que significa ser hombre, su valía, su responsabilidad con el mundo que nos rodea.
Sin embargo, ¿cómo expresarlo con palabras? Vivimos una época en que es difícil hablar con el corazón. Nuestras vidas están sofocadas por miles de cosas sin importancia, y la poesía de nuestros espíritus se ve silenciada por los pensamientos y preocupaciones de la vida cotidiana. La canción que vive en nuestros corazones, la que hemos esperado para poder compartir, la canción de ser hombre permanece silenciosa. Nos encontramos llenos de consejos, pero desprovistos de fe.
Así, quiero hablarte con honestidad. No tengo respuestas. Pero sí comprendo las preguntas. Te veo luchando, descubriendo y esforzándote para superarte, me veo reflejado en tus ojos y en tus días. En una forma profunda, esencial, yo he estado ahí y quisiera compartirlo.
Yo también aprendí a caminar, a correr, a caerme. Tuve mi primer amor. He sentido el temor, la ira y la tristeza. Se me ha roto el corazón y han existido momentos en que he sentido que las manos de Dios estaban sobre mis hombros. He derramado lágrimas de pena y lágrimas de alegría.
Han existido momentos de oscuridad en los que pensé que nunca volvería a ver la luz, y momentos en los que he deseado bailar, cantar y abrazar a cualquier persona que estuviera frente a mí.
Me he sentido absorto ante los misterios del universo, y he tenido momentos en los que el menor de los desaires me vuelca en la ira.
He llevado a otros cuando difícilmente tenía la fuerza para caminar yo solo, y he dejado a otros al lado del camino mientras sus manos me buscaban solicitando ayuda.
En ocasiones siento que he hecho más de lo que cualquiera pudiera pedirme; otras veces me siento como un charlatán y un fracasado. Llevo dentro de mí la chispa de la grandeza y la oscuridad de crímenes impíos.
En resumen, soy un hombre, igual que tú.
Aunque caminarás tu propio camino y te desplazarás en tu propio tiempo, amanecerás con el mismo sol con que yo amanecí, y tu vida estará marcada por las mismas estaciones que marcaron la mía. Seremos siempre diferentes, pero también siempre iguales.
Este es mi intento de transmitirte las lecciones de mi vida, para que puedas utilizarlas en la tuya. No para pretender que seas como yo. Mi mayor alegría es observarte conforme te conviertes en ti mismo. Pero el tiempo nos revela verdades, y éstas son más grandes que cualquiera de nosotros. Si puedo proporcionarles una voz para que me permitan caminar a tu lado durante tu vida, entonces habré obrado bien.
Ser tu padre es el honor más grande que jamás me hayan otorgado. Por un momento me ha permitido alcanzar el misterio y ver mi amor convertido en carne. Si pudiera pedir sólo un deseo, sería que tú pudieras transmitir ese amor. Después de todo, la vida no es mucho más que eso.
Kent Nerburn