Mi verdadero padre
El otro día me encontré una cita: “Aquel que críe a un niño será considerado su padre, y no el hombre que sólo le dio la vida.” ¡Cuánta verdad hay en estas palabras! Solamente desearía haberlo comprendido antes, porque mi incapacidad para entenderlo le ha causado un dolor innecesario a cada miembro de mi familia, incluyéndome a mí.
Mi mamá se casó con un hombre al que conocí como papá cuando yo tenía cuatro años, desde ese momento sentí contra él una aversión que era increíble, especialmente considerando que yo era una niña tan pequeña. Papá hizo todo lo posible para ser un buen padre, y yo respondía con ira y rencor. Él me llenó de amor y yo le escupí el rostro. Ah, sí, él me adoptó legalmente y yo lo llamaba papá, pero, en mi corazón, me sentía una huérfana. Esta ira increíble creció cuando nos mudamos de Ohio, lugar donde teníamos parientes en cada esquina, a Dakota del Sur, donde yo no conocía a nadie. Ahora me siento muy avergonzada cada vez que reflexiono sobre mi terrible comportamiento. Sólo porque amaba a mi madre, él estaba ligado a una pequeña mocosa que calculaba cada acción para dañarlo. Pero no se dio por vencido como podría haberlo hecho alguien con menos hombría.
Lo extraño es que comencé a amar a este hombre, pero no sabía cómo detener mi odioso comportamiento. Por fortuna, con el tiempo, crecí y perdí esa mala actitud.
Cuando las personas se enteran de que fui adoptada, la primera pregunta siempre es:
—¿Quién es tu verdadero padre? ¿Lo conoces?
Mi respuesta es siempre:
—Sí, lo conozco. Vivo con él.
Mi padre es el hombre que se negó a golpearme, aun cuando lo merecía. Me ha alimentado, vestido y amado durante trece años. Está a mi lado cuando lloro y cuando me siento enferma. Papá lo puede solucionar siempre con algo que tenga en su mágica colección de medicinas. Se preocupa por mí si es tarde y yo no he llegado. Él me compró mi primer auto, mi primer vestido de fiesta. Es quien se siente orgulloso cuando obtengo buenas calificaciones o una mención honorífica o cuando, simplemente, logro manejar una situación difícil en forma madura. Él es mi padre, mi papá y mi papi en todas las formas posibles, excepto aquélla que no tiene mayor importancia.
Tan pronto como papá llegue a casa, le voy a decir, por primera vez, lo mucho que lo amo y lo mucho que le agradezco que no se haya dado por vencido conmigo… aun cuando yo misma pensé que no tendría remedio.
Anónimo