Hacer que papá se sienta orgulloso

Eran cerca de las siete y media de aquella tarde calurosa de julio cuando llegué a la entrada de la cochera. Cerré la puerta de mi jeep y tomé mis cosas para meterlas. Pasé junto al antiguo Chevrolet rojo ladrillo con su cancerosa oxidación. Eso quería decir que papá estaba en casa.

Abrí la puerta principal, dejé mis cosas en el suelo y empecé a prepararme algo para beber. Mientras hojeaba el correo que estaba en la barra de la cocina, escuché un débil retumbar en el patio trasero que aumentaba su intensidad, después volvió a desaparecer hasta casi apagarse. Papá cortaba el césped.

Al ver el periódico sobre el sofá, era evidente que él no tenía mucho de haber llegado a casa después de trabajar. Algunas veces no logro comprender cómo le hace. Como si ser padre y esposo no fuera suficiente, él tiene un trabajo de tiempo completo, actividades en la iglesia y realiza trabajos de carpintería para amigos y familiares. Se acuesta más tarde que yo la mayoría de las noches y se levanta antes del amanecer para irse a trabajar. No obstante, puede sacar su reserva de energía cuando se le reta a un juego de Nintendo o para el concurso de basquetbol de los dueños de camionetas raras. Unas sienes grises y una ligera panza le dan a sus treinta y cinco años un rasgo de sagacidad. Si ha envejecido antes de tiempo es porque ha tenido muy poco tiempo para ser joven.

El prematuro arribo de papá al mundo de los adultos fue, en cierta forma, culpa mía. Un estudiante de preparatoria con una esposa embarazada no tiene más opciones que madurar rápido. Sacrificó el estilo de vida y las cosas a las que estaba acostumbrado y tomó un trabajo de tiempo completo acomodando mercancía en bolsas y estantes en el autoservicio Sureway durante la noche. Los días los ocupaba en la escuela. Tal vez esto explique su tendencia a ver televisión hasta altas horas de la noche. Comento todo esto para que ustedes puedan comprender mejor o, al menos, intentar comprender lo que pasó el 22 de mayo de 1994.

Aquella tarde de domingo me senté entre mis padres en un banco en la Primera Asamblea de Dios. Esperamos con paciencia mientras el pastor juvenil explicaba a la congregación el significado de la Espera del amor verdadero, una campaña nacional e independiente en pro de la abstinencia sexual hasta el matrimonio. Yo había recibido cerca de seis semanas de sermones, videos y presentaciones sobre el amor, el sexo, las citas entre parejas y el matrimonio. Estaba ahí para comprometerme con Dios, conmigo y con mi futura esposa. Los participantes del programa pasamos al frente y se nos entregaron los anillos: símbolos de nuestro compromiso que, a su vez, debían entregarse a nuestra pareja la noche de bodas.

Cuando regresé a mi asiento, con las manos juntas y la cabeza inclinada mientras rezaba, sentí una mano áspera y callosa sobre las mías. Miré a mi padre. Este hombre, que siempre había permanecido estoico durante los momentos emotivos, ahora tenía los ojos llenos de lágrimas. Primero cayó una lágrima y después otra mientras me abrazaba. Sin necesidad de decir una sola palabra, me comunicó toneladas de información. Ese instante me dijo que él se sentía orgulloso. Creo que ese momento significaba que él no había hecho tantos sacrificios en vano. Que tal vez esta era su oportunidad para volver a empezar. Una oportunidad, aunque fuera por un tiempo, de volver a ser joven.

Josh Nally