Un camino más firme
Él me gustaba desde que podía recordarlo. Con su cabello dorado que caía en sus hombros. Sus ojos eran cafés y muy blanca su piel. Era calmado y de modales suaves. Pero, sobre todo, me atraía su sonrisa, cuando lograba hacerlo sonreír con halagos. Yo estaba en secundaria, él iba en preparatoria.
Él era hermano de mi amiga y, por alguna razón, sentía que era algo prohibido. Tal vez porque sabía en forma instintiva que mi mejor amiga se molestaría si yo salía con él. O tal vez sabía que la diferencia de tres años en nuestras edades no les agradaría a mis padres. O, tal vez, y creo que era la razón principal, me aterraba pensar que él pudiera rechazarme.
Mantuve mis sentimientos tan escondidos como un gato se esconde de una jauría de perros. Pero mi corazón se aceleraba y casi no podía respirar cada vez que lo veía en la casa de mi amiga Tina. Cuando lo veía caminar solo por la calle, me apresuraba para acercarme y me sentía resplandecer con su calidez. Levantaba la mano para saludarme, sonreía para decir un casual “hola” y me preguntaba cómo había estado.
Era un artista, muy bueno, y me sentí en la gloria el día que me obsequió un dibujo a pluma de una gaviota remontándose por el cielo. Lo percibí como un símbolo, o como una señal de afecto mostrada por un chico mayor que consideraba prudente no manifestar de plano su amor por mí. Por supuesto que era más probable que sólo sintiera pena por una chica larguirucha como yo.
No me importaba. Yo atesoré su obra de arte y creí de verdad que algún día llegaría a ser un gran artista. “Si yo tuviera ese talento”, me lamenté. Él siempre me había dicho que era posible que yo tuviera mucho talento. Pero que, simplemente, aún no lo había descubierto.
En algún momento, mientras crecíamos y padecíamos el descontrol de la adolescencia, Mike perdió la estabilidad en su vida. No estoy segura de si él sabía qué hacer con su vida en ese momento. Su vida familiar era un desastre: una madre con una enfermedad mental, un padre con una perversa segunda esposa (al menos así era como la percibían los chicos) y un nuevo bebé que les arrebataba la atención a los otros tres hijos.
Cuando pasaba frente a la casa de Mike, siempre había un hombre estacionado al otro lado de la calle —en ocasiones eran hombres diferentes—. Esto era tan frecuente que empecé a preguntarme qué sería lo que estaba pasando. Les hice algunas preguntas a mis amigos y descubrí que mi dulce y reservado Mike se había convertido en un distribuidor de droga en la escuela. Y no era uno de esos pequeños distribuidores. Era un pez gordo y, según mis amigos, estaba en problemas. Alguien lo vigilaba: o la policía o los gusanos que lo involucraron en ese negocio.
Yo sabía que muchos chicos usaban drogas —mariguana, sobre todo—. Pero ninguno, y me refiero a nadie, se arriesgaba a venderla. La posibilidad de salir herido o de que los atraparan era demasiado grande en ese vecindario de clase media. Con frecuencia me pregunté qué sería lo que había orillado a Mike para hacerlo. ¿Odiaría a sus padres? ¿Se sentiría perdido? ¿Querría vengarse porque su padre abandonó a su madre y se volvió a casar? Quién sabe qué sería lo que pasaba en su mente. Me habría gustado que hubiera tenido la confianza para platicarlo conmigo, porque me importaba de verdad. El problema era que a él no le importaba, y yo tenía miedo de ir con Mike para preguntarle si estaba o no vendiendo drogas.
Cuando llamaron a la puerta, me asomé por el balcón de la casa y vi a uno de los vecinos que dijo:
—Pensé que a ti y a tu familia les interesaría saber que esta mañana encontré a Mike en la hondonada. Mis hijos y yo caminábamos por ahí y vi a Mike arrodillado como si estuviera rezando. No se veía nada bien.
Nuestro vecino dejó a sus hijos alejados mientras investigaba. Mike estaba muerto. Se había colgado de un árbol y murió casi arrodillado sobre la tierra, su cabeza caía hacia delante. La noticia me golpeó el rostro como lo hubiera hecho un bloque de cemento. Pensé que me desmayaría, pero, en lugar de eso, me puse a sollozar. Antes de una hora corrí a casa de Mike para ver cómo estaba Tina.
Ella estaba sentada en su cama con la mirada perdida en el espacio. Me enteré después de que ella estaba conmocionada. Con una voz torpe me dijo que ella y su hermano mayor, Gary, habían descubierto que Mike distribuía drogas. Después de que descubrieron el cadáver de Mike, Gary fue a la habitación de Mike para limpiar el cajón más alto antes de que llegara la policía. Ahí, escondidas bajo algunas camisas, había todas las drogas imaginables: LSD, cocaína, mariguana y una gran cantidad de cápsulas de colores. Poco después, Tina salió corriendo. Tardamos horas en encontrarla.
Mis padres intentaron explicarse por qué había muerto Mike. Pero no pudieron. Ni siquiera sabían que distribuía drogas. No sabían las terribles cosas que los jóvenes tenemos que enfrentar al ir a la escuela todos los días. Fueron momentos difíciles, no sólo porque murió Mike, sino porque me impresionó ir quitando las capas hasta encontrar a un Mike que nunca había imaginado. O, tal vez fue un chico amable y dulce que permitió que las dificultades de su vida lo llevaran a un mundo de engaños, dinero fácil y peligro.
Hasta la fecha aún me pregunto si en verdad se quitó la vida o si otros traficantes de drogas tuvieron algo que ver. Es demasiado extraño que se colgara de una rama delgada y estuviera arrodillado, con su peso apoyado en el suelo.
Nunca sabré la respuesta. Pero hay algo que sí sé: él era un gran artista. Durante años conservé aquel dibujo que me dio, y siempre lo miraba con gusto y admiración, deseando poder dibujar así.
Sé, también, que al mismo tiempo que Mike perdió el camino, me dio mucho en qué pensar y eso me ha fortalecido. Nos mudamos a la costa este en mi primer año de preparatoria. Mis nuevos amigos empezaban a experimentar con drogas y tuve mucha presión de su parte para que las probara con ellos.
Pero, por ahora, me siento hastiada y cansada de todo lo referente a las drogas: al haber estado ahí, con lo que pasó y haber visto lo que pueden ocasionar, he decidido que quiero tener la oportunidad de saber lo que puedo ser en el futuro. Mike me dio un camino más firme para transitar.
Diana Chapman