Poner atención
Jason provenia de una buena familia con dos padres amorosos, dos hermanos y una hermana. Todos gozaban de éxito, tanto académico como social. Vivían en un vecindario elegante. Jason tenía todo lo que un niño podría desear. Pero siempre estaba metido en alguna travesura. No era un niño malo que ocasionara problemas, pero siempre terminaba metido en ellos.
En su primer año se sugirió que Jason requería de educación especial. Intentaron sacarlo de las clases regulares. En secundaria era “el inadaptado que ocasionaba problemas.” En preparatoria, aunque nunca le hicieron un examen con validez oficial, se le catalogó como un estudiante que sufría de desorden de déficit de atención. Con mucha frecuencia sus maestros lo sacaban de clase. Sus mejores calificaciones eran de seis y todas las demás eran cincos.
Un domingo, la familia disfrutaba del almuerzo en el club campestre cuando un maestro se detuvo al pasar junto a ellos y dijo:
—Jason se está comportando muy bien estos últimos días. Nos da gusto y estamos muy complacidos.
—Temo que debe de estarnos confundiendo con otra familia —dijo el padre—. Nuestro Jason es caso perdido. Siempre se mete en problemas. Nos sentimos avergonzados y no entendemos la causa.
Cuando el maestro se alejó, la madre hizo el siguiente comentario:
—¿Sabes?, cariño, ahora que lo pienso, Jason no se ha metido en problemas en todo el mes. Hasta está yéndose más temprano a la escuela y se queda más tarde. ¿Me pregunto por qué será?
El segundo periodo bimestral terminó. Como era usual, los padres de Jason esperaban calificaciones bajas y comentarios sobre su mal comportamiento. En lugar de eso, Jason obtuvo cuatro dieces y tres nueves, así como mención honorífica en civismo. Sus padres estaban desconcertados.
—¿Junto a quién te sentaste para sacar esas calificaciones? —preguntó sarcástico su padre.
—Junto a nadie, lo hice solo —respondió Jason con humildad.
Perplejos e intrigados, sus padres lo llevaron a la escuela para entrevistarse con el director. Él les aseguró que Jason estaba haciendo un gran esfuerzo.
—Tenemos una nueva consejera estudiantil y parece que ella ha logrado establecer una comunicación especial con su hijo —dijo él—. Su autoestima ha aumentado y está obteniendo logros este periodo. Creo que deberían conocerla.
La mujer miraba hacia abajo cuando el trío se le acercó. Pasaron unos instantes antes de que ella se diera cuenta de que tenía visitas. Cuando lo hizo, ella saltó para levantarse y empezó a hacer señas con las manos.
—¿Qué es esto? —preguntó indignado el padre de Jason—. ¿Lenguaje de señas? ¿Por qué?, ni siquiera puede oír.
—Por eso es tan buena, papá —dijo Jason parándose en medio de ellos—. Ella hace mucho más que sólo oír, papá. ¡Ella escucha!
Dan Clark