Joe Camel

No puedo creerlo. ¡En verdad lo están quitando!

—¡Sí nos toman en cuenta!

Estábamos sentados en las gradas del estadio de nuestra escuela y nos sentíamos emocionados al ver que estaban desmantelando el inmenso cartel de Joe Camel que estaba orientado directamente hacia la escuela, ¡y nosotros lo habíamos logrado!

¿Alguna vez han levantado la mano sólo para ser parte de algo y después esto se convierte en un asunto de vital importancia? Eso es precisamente lo que nos sucedió a Eddie, a Marisol y a mí. Pertenecemos a un club escolar llamado “Vida el viernes por la noche” que promueve actividades y amistades sin drogas ni alcohol. No es fácil resistir la tentación de fumar y beber cuando, a cualquier lugar al que se voltee, las compañías de publicidad invierten grandes cantidades de dinero intentando engancharnos en el uso de sus productos. El mensaje que mandan es claro y fuerte: Usen este producto y serán importantes, atractivos y populares.

Durante una de las reuniones del club, Eddie dijo:

—En verdad me molesta que desde cualquier parte de la escuela siempre se puede ver el anuncio de Joe Camel, y las compañías tabacaleras se atreven a decir que no dirigen su publicidad a los adolescentes. ¡Sí, cómo no!

Existen otros anuncios, pero este es el único que se alcanza a ver desde nuestra escuela. Nuestro consejero escolar, el señor Bambus, nos preguntó si estábamos interesados en escribir a la agencia publicitaria para pedirles que lo quitaran. Lo que siguió fue un sorprendente proceso que concluyó llevándonos al programa de televisión Today, así como a programas en la CNN y en otras teledifusoras locales.

Hicimos algunas investigaciones y descubrimos que existe un grupo llamado Servicios Humanos para la Salud. Les preguntamos si había otros grupos que hubieran hecho esto antes y cómo lo habían logrado. Nos dieron algunos ejemplos y nos recomendaron escribir una carta muy cortés a la compañía publicitaria. Sentíamos que sería mucho más divertido si hiciéramos una manifestación y destruyéramos el anuncio, pero la lógica se impuso y nos pusimos en contacto con la agencia para explicarle nuestro punto de vista. Hicimos referencia a la regulación que no permite que anuncios de tabaco y alcohol se pongan a la vista de las escuelas. El vicepresidente de la compañía dijo que él no consideraba que el anuncio hiciera daño alguno.

Eddie escribió un artículo al respecto para el boletín escolar, mismo que tomó y publicó el periódico local de la ciudad. A partir de ahí, los medios de comunicación de todo el país llegaron a la escuela. Cierto día, cuando me disponía a tomar mi almuerzo, gente del Canal 10 se me acercó y me dijo:

—Irene, te hemos estado buscando. Nos hemos enterado que tú y tus amigos tienen una petición qué hacer sobre Joe Camel.

Nos pidieron permiso para filmarnos mientras hablábamos sobre cómo empezó todo y sobre lo que esperábamos lograr.

Cinco meses después de todo este alboroto, el anuncio se quitó. En su lugar pusieron uno de helados. Nos sentimos contentos de que todo terminara y nos dispusimos a continuar con nuestras vidas.

Durante el tiempo que estuvimos involucrados en esto, a mi abuelo —un fumador que se inició en la adolescencia—se le diagnosticó cáncer. Tal vez había un poder superior que me instó a levantar la mano para ayudar a escribir la carta de aquel día. Creo que si ayudamos a las personas para que no empiecen a fumar, habrá una familia que no tendrá que observar cómo muere uno de sus seres queridos. ¡Esa es la mejor recompensa!

Meladee McCarty