Oración de un atleta

Fue justo antes del partido definitivo que el jugador dijo:

“Amigos, discúlpenme un segundo, tengo que rezar.”

Y en el silencio de la habitación

el jugador de futbol oró:

“Oh, Dios, si no me escuchas ahora

sabré que el destino estaba escrito.”

“Ayúdanos, Señor, a ganar este juego,

es el determinante, y mi esfuerzo ya lo di,

si perdemos el partido, todo habrá sido en vano,

por favor, Señor, hazlo por mí.”

Y el jugador, arrodillado,

al cielo volteó a mirar:

“Y mientras esté aquí y me des el tiempo,

tengo que preguntar ¿por qué?

“Dicen que no ayudas a ganar ningún partido.

Hazlo aunque sea una vez, te lo ruego,

te pagaremos con buenas obras,

si logramos ganar el juego.”

“La razón de no poder ayudarte”,

le respondió ahí mismo el Señor,

“es que mientras tú me pides ganar,

en el otro equipo, lo mismo hace otro jugador.”

“Yo soy el Padre de todos

y no debo inclinarme a ningún lado,

por lo que cada quien debe jugar su juego,

o el empate sería el resultado.”

“Pero esto no implica que no debas orar”,

añadió Él, paternal,

“puedes pedir que ningún jugador resulte lastimado

y que los árbitros, su trabajo no hagan mal.”

“Y ahora no sólo veré el partido,

sino que te doy mi bendición,

porque, amado hijo, debes aprender

que la vida, justa, no siempre es.”

Mientras el jugador Su voz escuchaba,

la cabeza inclinó con sumisión,

“te pido un juego limpio”, añadió el jugador,

“y que jamás me dejes sin tener tu bendición.”

“Ya he dicho que te bendigo”, el Señor le respondió,

a todos mi bendición he repartido,

y, ahora, hijo, te dejo,

no quiero perderme el partido.”

Sandy Dow Mapula