César Vallejo, el hombre y el poeta
(For English translation click here)

translated by Patricia Daniela Alverte

CÓMO ES QUE LLEGUÉ A TRADUCIR la poesía de César Vallejo en 1969? Primero, teniendo apenas un conocimiento periférico del español, nunca he pretendido “traducir” sus versos en sentido literal, sino transustanciar los mismos de un lenguaje a otro. En ese momento, la edición de 1959 del Cassell’s Spanish Dictionary, fue mi constante compañía.

Me familiaricé por primera vez con la poesía de Vallejo a través de las traducciones pioneras de su trabajo realizadas por Thomas Merton, Donald Devenish Walsh, Muna Lee de Muñoz Marín, H. R. Hays, James Wright, y Robert Bly. Yo no pretendía mejorar el trabajo logrado por ellos. Me encanta lo que han hecho.

Habiendo leído sobre su vida—consumida por el agobio de la pobreza y de la malnutrición—sentí que él era un espíritu afín; y a través de su verso, comprendí la desolación, la soledad, la privación de lo que ha expresado en su vida cotidiana. Ésta no era amable con él.

Pasé por lo mismo que el pasó. No es gracioso ser pobre en París, puedo imaginar, especialmente durante su estancia allí a finales de los años 30. Sesenta años después yo, también, he caminado esas mismas calles de penumbra, lluvia y frío de París. Yo, también, he mirado con avidez a través de esas ventanas con cortinas el privilegio de algún cálido y costoso pequeño restaurante. Yo, también, me he alejado con un estómago quejoso. Yo, también, he tenido deseos insatisfechos luego de echar un vistazo a las vidrieras de las tiendas, incluso por algo tan sencillo como un pañuelo de lino plegado. Yo, también, agujereé la suela de mi único par de zapatos hasta que mi pie dolía a causa de la humedad. No te dan subvenciones ni te colman de premios por ser pobre. La pobreza no apoya a la visión, y no cuenta para nada al final.

Las vivencias de Vallejo se convirtieron en mis vivencias—no por elección, como se pueden imaginar, sino por el simple hecho de nuestra hermandad a través de la poesía. Como si hubiera comprendido enteramente la espiritualidad de lo que él estaba expresando en un plano universal. Me hablaba a mí directamente. Su alma tocó la mía a través de sus versos. En ese momento, nos volvimos hermanos espirituales.

Pero no tenía a nadie con quien compartir esas experiencias descubiertas a través de sus versos. Me atrevo a contactar a la viuda de Vallejo, Madame Georgette de Vallejo?

Uno de los primeros traductores la había demonizado. Yo estaba advertido de que ella era una persona difícil de tratar. Pero esta advertencia no me desalentó en lo más mínimo. Quería contactar a la única persona aún viva más cercana al hombre cuyas palabras me habían tocado. Pequeño problema: ella estaba viviendo en Lima, Perú, a casi 4000 millas de distancia.

Así que me arriesgué, un tiro difícil, de seguro: le mandé un par de docenas de mis traducciones. Extraordinariamente, en un mes, ella me escribió con brillantes observaciones y consejos útiles e incluso con ejemplos concretos de lo que tenía que hacer y de lo que no tenía que hacer, así de esa manera yo podría mejorar mis versiones. Ella depositó en mí el regalo de su generosidad y el conocimiento que había adquirido siendo la compañera de vida de César Vallejo. Ella compartió el conocimiento conmigo porque claramente confiaba en mi trabajo.

Nunca fue mi intención hacer carrera traduciendo a César Vallejo. Había muchos otros en la carrera de caballos; y todos sabemos lo que dijo Bela Bartok sobre las carreras de caballos (“La competición es para los caballos, no para los artistas”). Cualquier otra opción que no haya sido simplemente traducir, hubiera traicionado la conexión espiritual que sentía por el hombre y su trabajo.

Hice lo que hice por la conexión espiritual, y por nada más. Sin grandes expectativas. Sin búsqueda de elogios. Sin subterfugios. Sin agendas ocultas. Me sentí unido al hombre a través del tiempo y del espacio. Al final, eso es lo que más cuenta para mí.

Ahora ya han pasado casi cuarenta y cinco años desde que me embarqué en este largo viaje a través de aguas inexploradas con algunas tormentas eléctricas en mi camino. La mayor parte de ese tiempo, he vuelto a mis borradores y he hecho correcciones y las he leído para mí mismo. Mis esfuerzos son el testamento a la afinidad espiritual que he sentido por César Vallejo desde el principio. Fui constante. Fui centrado. Fui dedicado. Él nunca se fue de mi lado. Él ha sido mi rector espiritual, mi guía de luz, no sólo a través de su poesía sino a través de la mía también. Querido amigo.

Gerard Malanga
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