Kelsey inclinó la cabeza.
—¿Qué es un laboratorio de anfetaminas?
—Bueno, ya sabes, un laboratorio en el que se hacen cristales, meta, crank...
Lo decía como si Kelsey supiera de lo que estaba hablando.
—Hielo, Kelsey, cristal. Todo eso es lo mismo.
—¿Entones es Don el que hace esos cristales? Yo creía que eran minerales.
—Claro que los hace él —contestó Kenny—. Y yo se los vendo a los niños del colegio.
—No, no es verdad —Kelsey negó con la cabeza—. Tú los usas para tu clase de plástica.
—Eh —Kenny retrocedió un paso—. Yo no los uso para nada. Esas cosas podrían matarte.
—¿Cómo va a matarte un cristal?
—Es una droga, Kelsey. La gente las esnifa, las disuelve en café o la fuma.
—¿Son drogas de verdad? —le preguntó Kelsey estupefacta—. ¿Como las que salen en la televisión?
Kenny asintió.
—Pero las drogas son pastillas. O jeringuillas.
—Antes eran así —respondió Kenny, haciéndose el importante—. Pero ahora tienen esa forma. Te ponen muy ía, y puedes hacerlas en tu propia casa.
—Como Don.
—Sí, pero mi padre dice que Don las hace de manera muy especial. Que utiliza un método diferente y que por eso la policía no nos va a pillar nunca.
—¿Y los niños las toman?
—Sí, ya lo verás cuando estés en quinto.
—Entonces, ¿he estado trayéndote drogas?
No se lo podía creer. No se podía creer que su madre le hubiera permitido hacer algo así. Eso significaba que a lo mejor su madre no sabía lo que hacía.
—Sí, las hace Don, tú me las traes y yo las vendo para conseguir dinero para un abogado y así poder irme a vivir con mi padre —parecía muy complacido con lo que estaba haciendo.
—¿Entonces yo soy una vendedora de drogas?
Había visto un programa de televisión sobre eso. Los vendedores de drogas eran personas horribles, gente sucia que mataba a los demás y terminaba muriéndose.
—No, tonta —Kenny le dio un ligero puñetazo en el brazo—. Eres una niña que no sabe nada. Tú estás a salvo, confía en mí.
Pero Kelsey no se sentía a salvo. Se sentía enferma y sucia. Y no podía seguir viviendo con su padre si no quería que su propia suciedad terminara manchándole a él.
—Tengo que irme —dijo.
Se metió entre los arbustos y saltó la verja tan rápidamente que se arañó el brazo. Cuando llegó al otro lado, comenzó a correr a toda velocidad. Y después, demasiado cansada para continuar corriendo, se tumbó en el césped y comenzó a llorar.
La carta del superintendente llegó el miércoles. Mark se la entregó a Meredith en mano al salir del colegio y después la invitó a cenar con él en su casa para diseñar una estrategia. Meredith sospechaba que también lo hacía por compasión, pero decidió ir de todas formas. Si tenía alguna posibilidad de sobrevivir intacta a todo aquel proceso, iba a necesitar su ayuda.
El domingo había hablado con su madre y con Susan. Ambas le habían asegurado que no estaba loca y le habían dicho que su única opción era seguir confiando en que su intuición y su corazón le dijeran lo que tenía que hacer.
—¿Cómo está Kelsey? —le preguntó Meredith en cuanto salieron al aparcamiento.
—Está rara —a Meredith no la sorprendió aquella respuesta—. Creo que el lunes se peleó con alguien.
—¿Una pelea? —Meredith se detuvo—. ¿Con quién? ¿Y por qué?
—No lo sé, no ha querido decírmelo.
—¿Pero ha admitido al menos que se peleó con alguien?
—No, tampoco lo ha querido admitir. Pero llegó con la ropa sucia, como si hubiera estado rodando por el suelo, tenía un arañazo en el brazo y era evidente que había estado llorando.
Meredith intentó despejarse la cabeza, ver en su propio interior. Si Kelsey tenía problemas, los suyos dejaban de tener importancia. La otra noche había sentido algo y lo había ignorado. óa Mark:
—¿Qué explicación te ha dado ella?
—Me ha dicho que se cayó jugando con Josie.
—¿Y la madre de Josie no la ayudó a limpiarse?
—Yo le pregunté lo mismo. Pero me dijo que habían estado jugando en el colegio hasta que había llegado la hora de que fuera a buscarla.
Pero Meredith sabía que no era cierto.
Mark no permitió que Meredith lo ayudara a preparar la cena. Estaba haciendo su especialidad, comida precocinada a la que sólo había que añadirle una hamburguesa y agua. Meredith tampoco podía ayudarlo a poner la mesa, porque ese trabajo le correspondía a Kelsey y su padre consideraba saludable que la niña asumiera sus responsabilidades.
Meredith insistió en lavar los platos, pero también para ello encontró Mark una excusa. La situación era demasiado íntima, demasiado doméstica al no estar Susan allí. Y Meredith podía ser una amiga, pero también era una de las profesoras del colegio.
En cuanto Kelsey se fue a su habitación para hacer los deberes, Mark se centró en el asunto que los ocupaba.
—Faltan veinte días para que se celebre la auditoría —le dijo—. Será el nueve de mayo, martes.
Meredith se secó las manos y colgó el paño de la cocina.
—Pretendo dedicar las próximas dos semanas a ponerme en contacto con cada uno de los padres y de los miembros del consejo escolar. Quiero asegurarme de que todos aquéllos que no te conocen y no conocen tampoco tu trabajo tengan oportunidad de hacerlo. Sería conveniente que me dieras una lista de todos los padres que recuerdes a los que has dado consejo durante todos estos años.
Meredith asintió.
—Susan me comentó algo hace unas semanas sobre tus antecedentes. Quería saber el número de veces que habías dado un consejo a un padre siguiendo los dictados de tu intuición y habías demostrado estar en lo cierto. Y creo que una información de ese tipo podría ser una prueba de tu capacidad para averiguar la verdad en situaciones difíciles.
—Eso te hace sentirte mejor, ¿verdad, Mark? —le preguntó Meredith mientras alargaba la mano hacia su bolso—. La posibilidad de tener pruebas antes de defenderme.
Así que Meredith continuaba dispuesta a convertir su vida en un infierno, se dijo Mark.
—¿Quieres luchar por tu puesto de trabajo o no?
—Por supuesto que quiero —reconoció Meredith.
—¿Y crees que podrías reunir suficiente información como para rebatir a los expertos que llevó Barnett el otro día?
—Sí, estoy segura.
—Veinte días no es demasiado tiempo.
—Tendré toda la información necesaria —respondió con calma.
Mark no era capaz de entender cómo conseguía estar tan serena en medio de aquel torbellino.
—¿Y de verdad te encuentras bien?
—No —Meredith se colocó el bolso en el hombro y le miró sorprendida—. La verdad es que no tengo ni idea de cómo voy a sobrevivir a estas tres semanas.
No estaba del todo seguro, pero a Mark le pareció ver que le temblaba el labio.
—Voy a despedirme de Kelsey —le dijo.
Y Mark decidió permanecer en un terreno seguro y la dejó marchar.
El viernes, Susan llamó a Meredith para decirle que tenía una cita con el administrador del hospital. Era un hombre que pilotaba aviones en su tiempo libre e iban a ir a cenar a Dallas.
—Pareces diferente, Suze —le dijo Meredith a su amiga.
Tenía la mirada fija en las ventanas de la clase mientras preparaba el trabajo del siguiente trimestre. Susan también se sentía diferente.
—Yo... Steven lleva casi dos meses detrás de mí, pero yo no le he hecho caso.
—Por Mark.
—Sí, pero también porque Steven y yo tenemos poco en común. Vive completamente al día, Mer, mientras que yo tengo planificadas hasta las vacaciones del año que viene.
—Eso no es verdad —contestó Meredith riendo.
—Llevo una vida bastante rígida.
—Pero antes no eras así.
—Lo sé.
—Con Steven hay química, ¿verdad?
—Sí, creo que sí.
¡Aleluya!
—Ahora, háblame de Kelsey. En tu mensaje decías que estabas preocupada por ella.
—Sé que le ocurre algo —dijo Meredith—, pero estoy tan cansada que no consigo averiguar lo que es.
—¿Y estás segura de que le ocurre algo?
—En un noventa y cinco por ciento.
—De acuerdo —Susan adoptó el tono de efectividad—. Tienes que encontrar una forma de pasar más tiempo con ella. Sabes que en cuanto estés cerca, podrás pasar por encima de todos esos ruidos y averiguar lo que le está ocurriendo.
Meredith lo sabía, sí. Y aun íno había hecho ningún intento de ver a la niña. Ni siquiera en el patio o en el comedor del colegio.
—¿Y qué voy a hacer con esa información? ¿Decirle a Mark que su hija tiene problemas? Nunca me creerá.
—Y ahora no es un buen momento para eso, ¿verdad?
Mark era su única esperanza de vencer a Barnett. Y quizá fuera una esperanza demasiado débil.
—Si creyera que puedo serle útil a Kelsey, lo haría de todas formas —o al menos lo habría hecho la antigua Meredith.
—¿Y cómo sabes que no puedes serle útil si no sabes lo que le pasa? A lo mejor puedes ayudarla sin que nadie lo sepa.
Ésa no era su manea de actuar. Ella siempre hablaba con los padres. Pero hasta que no supiera lo que ocurría...
—Veré lo que puedo hacer —contestó sintiéndose un poco mejor.
—Y hasta entonces, procura pasar algún tiempo con su padre y averiguar lo que está ocurriendo allí.
Meredith miró hacia la puerta de la clase como si temiera que alguien pudiera oír a su amiga.
—No está pasando nada entre Mark y yo —contestó en un precipitado susurro.
—Entonces, debería pasar.
—Susan, que tú hayas encontrado a alguien no significa que todo el mundo tenga que hacerlo.
—Soy médica, Mer, no soy estúpida.
—Entonces deja de decir tonterías.
—Pasaste el sábado con él.
—Porque Kelsey estaba preocupada por mí.
—¿Y por eso renunció Mark a pasar el día a solas con su hija?
—El sábado decidía Kelsey lo que tenían que hacer y fue ella la que decidió pasar el día conmigo.
—¿Y por eso estuviste viendo una película con su padre cuando la niña se durmió?
—Mira Susan, tú no estabas y yo había oído ese horrible programa de radio. Me habría ido con un cocodrilo si me lo hubiera pedido.
—¿Y la cena del miércoles?
—Fue para hablar de mi posible despido.
—¿Qué sientes cuando le miras?
—Me siento atraída por él —se interrumpió al oír su respuesta. Susan siempre había sido mucho mejor que ella en aquella clase de interrogatorios—. Es un hombre atractivo, una mujer tendría que estar muerta para no fijarse en él.
—¿Y qué sientes cuando piensas en él?
—Creo que todavía estoy sintiendo tus sentimientos.
—¿Como cuando piensas en besarle?¿O como cuando intentas no imaginártelo en la cama?
—¿Lo ves? Todo eso es lo que te pasa a ti.
—Yo nunca he pensado en Mark de esa manera, a menos que estuviera viéndolo. Siempre pensaba en Bud. Y, de vez en cuando, en Steven.
—Yo no puedo estar sintiendo esas cosas, Suze. Ese hombre me romperá el corazón.
—No, no es cierto.
Meredith oyó voces en el pasillo. Se recordó entonces que estaba sentada en un aula de tercer grado que en menos de quince minutos estaría llena de niños.
—Uno de nosotros tendría que renunciar a su trabajo.
Susan suspiró.
—Lo sé. Y para eso no tengo respuesta. Ambos estáis encantados con vuestro trabajo y lo hacéis de forma maravillosa. No sé qué podríais hacer.
Además, Meredith no podría soportar una decepción amorosa. Su vida ya era suficientemente desastrosa como para añadirle la posibilidad de un amor no correspondido.
—Porque no hay nada que averiguar —contestó Meredith secamente.
—Tú siempre has intentado ser sincera contigo misma.
Aquello le dolió.
—Tengo clase dentro de diez minutos.
—¿Y no quieres besarle otra vez?
¡No! ¡Absolutamente no! Pero estaba hablando con Susan. Y su amiga demandaba sinceridad.
—Si las cosas fueran diferentes, quizá.
—Eso es lo que me imaginaba. ¿Y sabes qué? Me apuesto un año de salario a que él siente lo mismo. Además, sospecho que ésa es parte de la razón por la que siempre está enfadado contigo. No le irritarías tanto si no se sintiera tan atraído por ti. Tú ya sabes cómo funcionan estas cosas, Mer. Donde hay odio, hay amor. Donde hay alegría, hay tristeza. Los contrarios sirven para definirse el uno al otro.
Lo que Susan decía tenía sentido. Y la asustaba.
—Yo soy demasiado intensa para un hombre como él —le dijo suavemente—. El matrimonio de Mark fue muy tenso precisamente por la intensidad de su esposa. Y, desde luego, Mark no va a volver a entregar su corazón a una mujer tan exaltada.
—Pero tú puedes manejar tus emociones, Meredith. No te dominan completamente, como dominaban a Barbie. Ella tenía muchos problemas.
—Mark no cree en mi don.
Y además, había otro motivo por el que no podía considerar siquiera la posibilidad de iniciar una relación con Mark Shepherd, por mucho que lo deseara su corazón. No podía arriesgarse a que la plantaran ante el altar por segunda vez. Lo que había ocurrido la primera vez había estado a punto de destrozarla.
Kelsey estaba preparándose para escaparse el viernes por la tarde cuando oyó que alguien la llamaba. Josie ya había doblado la esquina, de modo que no podía ser ella. Se volvió lentamente, temiendo ver a la policía, y estuvo a punto de llorar de alivio al ver que era Meredith.
—Hola —la saludó, alegrándose de verla, pero preocupada también porque su madre pudiera pensar que no iba a acudir a su cita.
—¿Qué estás haciendo aquí sola?
—Estoy esperando a Josie, se ha olvidado algo.
—Muy bien —contestó Meredith, mirando a su alrededor.
Kelsey quería asegurarse de que no pudiera ver el coche de su madre a través de los arbustos, pero temía mirar hacia allí por si atraía la atención de Meredith.
—¿Estás segura de que estás bien?
—Sí, estoy segura —una mentira más.
—He estado pensando en ti...
Kelsey se quedó helada al recordar que Meredith tenía poderes ocultos.
—He visto que te dirigías a la cafetería y te he seguido.
—¿Por qué?
—Estoy preocupada por ti. Pero si me dices que estás bien, tendré que creerte.
—Sí, estoy bien —asintió Kelsey aliviada.
Su madre todavía estaría esperándola. O eso esperaba.
—¿Estás segura de que no hay nada que te inquiete? —Meredith miró hacia los arbustos y Kelsey comenzó a sudar.
—Claro.
—Porque ya sabes que, suceda lo que suceda, si hablas con mi padre, conmigo o con cualquiera de los profesores de este colegio, podremos ayudarte. Los profesores y los padres a veces son como una especie de Santa Claus. Pueden hacer cosas por los niños que a ellos les parecen imposibles.
Kelsey asintió, tenía que marcharse.
—Y si alguna vez tienes algún problema y no puedes contárselo a tu padre, ven a contármelo a mí. Te prometo que, sea lo que sea, te ayudaré.
Kelsey pensó en la posibilidad de arrojarse a sus brazos y suplicarle que se la llevara de allí. Pero su madre la estaba esperando. Su madre la quería y confiaba en que no le causara problemas.
Y ella se sentiría fatal si por su culpa su madre fuera a la cárcel.
—Lo haré —dijo por fin.
Tras dirigirle una última mirada, Meredith se alejó de allí y Kelsey la observó marcharse con los ojos llenos de lágrimas.