Capítulo 9

 

JOANNA se volvió hacia Matt perpleja.

–¿Oliver ha sufrido otro ictus? –siempre había tenido aprecio al padre de Matt–. Lo-lo siento. ¿Cómo está? ¿No habrá…?

–¿Muerto? No, ha sobrevivido. Pero podría estar mejor.

Joanna frunció el ceño.

–¿Qué quieres decir?

Matt fue hasta la ventana y contestó:

–Este ictus le ha dejado parcialmente paralizado del lado izquierdo. No puede ni vestirse ni conducir, lo que significa que ya no puede vivir solo. Así que ya no va a poder seguir dirigiendo NovCo.

–Pero ya no tendrá que hacerlo. Pensaba que tú…

–¿Qué? –Matt se volvió con las manos en los bolsillos–. ¿Qué pensabas, Joanna? ¿Qué ocuparía mi puesto en cuanto me recuperara? Pues te equivocas –Matt sacudió la cabeza–. Dejo la compañía. Sophie es la nueva directora general.

–¡Sophie! –exclamó Joanna.

Matt se encogió de hombros.

–A ella siempre le ha gustado más el dinero que a mí, pero papá nunca se había tomado en serio su capacidad. Parece que hablar contigo le ha dado a Sophie el empuje que necesitaba para cambiar su vida. Solo se casó para agradar a mi madre, pero ahora que se ha separado de Jon y que papá no puede impedírselo, quiere aprovechar la ocasión.

Joanna estaba atónita. Cuando estaban juntos, Matt había hablado más de una vez de dejar NovCo, pero ella nunca había creído que lo hiciera.

–Eso no quiere decir que yo vaya a desentenderme completamente de la empresa –continuó Matt–. Pero he decidido que no quiero dedicarme a ella en cuerpo y alma.

Joanna estaba intentando comprender la situación.

–¿Y por eso tu padre no quiere recuperarse?

–En parte. Cuando volví de Venezuela le conté que estaba pensando retirarme, pero hasta ahora no ha creído que hablara en serio.

–¡Pobre Oliver! –dijo Joanna.

–No toda la culpa es mía –se defendió Matt–. Está empeñado en recuperar su independencia, pero no va a ser posible. Si quiere mejorar, debe seguir los consejos de los médicos y de los fisioterapeutas.

Joanna sacudió la cabeza.

–Debe de sentirse muy indefenso.

–Supongo, pero cuando vea que hablo en serio respecto a mudarme a Las Bahamas y compruebe que Sophie puede hacer bien su trabajo, aceptará la situación.

Joanna lo miró con ojos desorbitados.

–¿Qué piensas hacer en Las Bahamas? ¡Te vas a aburrir como una ostra!

–Lo dudo –dijo Matt, molesto–. Puede que escriba una novela. Pero por ahora he pensado en comprar la franquicia de un par de negocios. Necesito un cambio de vida.

Joanna estaba atónita.

–Siempre pensé que NovCo era tu vida –dijo pensativa.

–Tú eras mi vida –Matt la miró fijamente–. Cuando te fuiste me di cuenta de lo que pequeño que era mi mundo.

–¿Quieres decir que te hice un favor? –preguntó ella. Y Matt le dedicó una sonrisa burlona.

–Fue un aviso –dijo–. Debería agradecerle a Angus eso. Maldita sea, Joanna, confiaba en que hubieras cambiado de idea –resopló, frustrado–. Pero debería haberme dado cuenta de que eres digna hija de tu padre.

–¿Qué significa eso? –preguntó Joanna a la defensiva.

Matt suspiró profundamente.

–Joanna, NovCo pagó los millones de dólares de la multa de Carlyle. ¿De verdad crees que habría comprado la compañía de tu padre de saber que hacía contrataciones fraudulentas?

–NovCo había instalado la plataforma que ardió.

–Sí, pero no la construyó –dijo Matt con amargura–. Cuando el equipo de investigación estudió los restos del incendio, descubrió que el revestimiento exterior, que procedía de la empresa de tu padre, no cumplía con la normativa de seguridad.

–Papá me dijo que cambiasteis los informes para protegeros.

–Ya lo sé. Pero me gustaría saber cómo es posible cambiar los códigos de barra que identifican los materiales.

–Si papá estuviera aquí, podría explicarlo.

Matt suspiró desesperanzado. Sabía que aquella conversación era una pérdida de tiempo. Al ver que Joanna se alteraba, decidió rebajar la tensión.

–Olvídalo. Lo que haga a partir de ahora es cosa mía.

Joanna vaciló.

–La novela que piensas escribir… ¿tiene algo que ver con el accidente? –se mordió el labio inferior–. Sé que me odias, pero…

Matt suspiró.

–No te odio, Jo. Creo que confundes tus lealtades, pero nunca haría nada para herirte.

Joanna le creyó, pero le quedaba una pregunta por hacer.

–¿Por qué no me hablaste de tus planes cuando nos vimos?

–¿Cuando viniste a acusarme de no leer tus correos? ¿La noche que me sedujiste? –Matt sacudió la cabeza–. Tenías otras cosas en la cabeza.

Joanna se ruborizó.

–Tú también.

–No lo niego –Matt hizo una pausa– Siempre ha habido algo muy especial entre nosotros.

Joanna sintió un nudo en la garganta y volvió su atención a la colada.

–El sexo no lo es todo.

–Tú sabrás –Matt se sintió súbitamente exhausto y decidió rendirse. Mirándola con tristeza, añadió–: ¿Sabes qué? Se acabó. Me voy.

Después de todo, si Joanna hubiera querido verlo, se habría quedado en Miami. Había sido un ingenuo pensando que aquella noche le había hecho cambiar de idea.

Por eso mismo tampoco tenía sentido insistir en que todo lo que él había hecho desde la compra de Carlyle Construction había sido intentar proteger la reputación de su padre.

Angus había estado infinitamente agradecido cuando rescató su empresa. El padre de Joanna acumulaba un agujero financiero de una magnitud que había sorprendido a Matt a pesar de que era consciente de que, por unas circunstancias u otras, a veces los negocios fracasaban. Pero lo que no había sospechado era que la quiebra pudiera deberse al problema de ludopatía de Angus. De no haber sido por los contables de NovCo quizá nunca lo habría averiguado. Pero al ser auditado, el oscuro secreto de Angus había salido a la luz.

Matt había accedido a ocultárselo a Joanna, a pesar de que su propio padre le había considerado demasiado magnánimo. De hecho, había incumplido la ley para dar a su suegro una segunda oportunidad.

Por su parte, Angus había prometido dejar de jugar y Matt había confiado en él. Para evitar que Joanna se enterara había llegado a destruir todas las pruebas de su culpabilidad.

Hasta que había descubierto que Angus no tenía palabra.

Al recordarlo en aquel momento, Matt abandonó toda esperanza de convencer a Joanna. Ni siquiera estaba ya seguro de que le importara que siguiera creyendo las mentiras de su padre.

–Te mandaré mi dirección por si necesitas algo –dijo finalmente. Alzó la mano al ver que Joanna iba a decir algo–. Espero que tengas una buena vida, Joanna. Yo voy a intentarlo. A pesar de todo, nunca me arrepentiré de los años que hemos pasado juntos.

De pronto se preguntó qué creía Joanna que había pasado con los millones de la venta de Carlyle a Nov-Co y no pudo morderse la lengua.

–Este apartamento está bien, pero pensaba que usarías el dinero que te dejó Angus.

–El abogado dijo… –Joanna calló bruscamente y añadió–. No te preocupes por mi dinero. Estoy muy bien aquí.

Matt dio un paso hacia ella y Joanna pensó que iba a abrazarla. Su rostro estaba muy próximo al de ella, de manera que pudo oler la mezcla de su olor natural y de su colonia. De pronto recordó la maravillosa sensación de encontrarse en sus poderosos brazos e, inconscientemente, se inclinó hacia él. Pero Matt la frenó con una mano.

–No, Joanna –dijo con voz ronca–. Es demasiado tarde. No pienso ser tu chivo expiatorio.

–Nunca lo has sido –dijo Joanna. El pánico la saltó al intuir que si le dejaba ir, no volvería a verlo–. Matt…

Pero él iba ya hacia la puerta. Sin embargo, y aun en contra de sí mismo, se volvió, la tomó por la nuca y le dio un beso salvaje, casi cruel. Cuando levantó la cabeza, Joanna estaba aturdida.

–En cuanto al divorcio, mis abogados se pondrán en contacto con los tuyos en cuanto vuelva a Estados Unidos. Espero que te sirva de consuelo en las largas y frías noches de invierno.