POR QUÉ no se habría quedado David callado? Joanna ya no podía mantener sus planes en secreto.
–Claro que no –dijo–. Ni siquiera sabía que estuviera aquí. ¿Por qué iba a pedirle que me acompañara?
–No lo sé –David miró a Matt con frialdad–. Como es el padre, querrá reclamar sus derechos.
Matt lo miró con igual desprecio y dijo:
–Es posible. ¿Te importaría dejarnos a solas?
–Si Joanna quisiera verte, te habría llamado –dijo David beligerante.
–¿Tú crees? –Matt miró a Joanna inquisitivo–. Por lo visto, tampoco a ti te ha dicho quién era el padre.
–Probablemente porque se avergonzaba de que fueras tú –replicó David airado. Se volvió hacia Joanna–. ¿Quieres que le eche?
–Prueba a hacerlo… –dijo Matt amenazador–. Esfúmate, Bellamy.
–No te permito que me hables así.
–Ya lo he hecho.
–¡Por favor! –exclamó Joanna–. ¿Podemos tranquilizarnos todos un poco?
Afortunadamente su exmarido le hizo caso y preguntó:
–¿Vas a pasar el resto del embarazo en Padsworth?
Joanna se llevó las manos a los riñones para aliviar el dolor de espalda que sentía. Matt pensó que debía estar cansada de permanecer de pie, pero estaba seguro de que no se dejaría ayudar.
–Es posible –dijo Joanna con premeditada ambigüedad.
David decidió volver a intervenir.
–Nadie te necesita, Novak. ¿Por qué no lo aceptas y te marchas?
Matt hizo como que no lo oía y Joanna se lo agradeció. Su exmarido podía ser peligroso cuando se enfadaba. Bastante le estaba costando lidiar con Matt, sabiendo que estaba furioso con ella, como para tener que intermediar entre él y David, por muy bien intencionada que fuera su intervención.
Aparentemente, Matt llegó a la misma conclusión.
–Creo que debemos hablar en privado –dijo, haciéndose eco de sus pensamientos–. Podemos ir a mi hotel o a un café que hay a un par de manzanas.
–Muy bien –dijo ella, desviando la mirada de David–. Voy por mi abrigo.
–No tienes por qué ir con él –dijo Bellamy, siguiéndola al despacho.
–Es mejor así –dijo ella, poniéndose el abrigo–. Además, había pensado irme un poco antes hoy. Hace una tarde tan desapacible que dudo que venga ningún cliente.
David la miró enfurruñado.
–Quería contarte mi comida con Theo Konstantinos –protestó, pero Joanna sacudió la cabeza.
–Tendrás que esperar a mañana –dijo.
Una limusina esperaba en la esquina, estacionada en zona prohibida. Pero Joanna no quería subirse a un coche con Matt.
–Solo son dos manzanas –dijo, echando a andar–. Yo que tú le diría al chófer que se mueva. La policía es muy estricta en esta zona.
Matt frunció el ceño. Estaba acostumbrado al clima de Miami y caminar bajo aquella lluvia, por corto que fuera el trayecto, le parecía una locura, pero cedió y, deteniéndose junto al coche, le dijo al chófer que lo llamaría si lo necesitaba. Luego siguió a Joanna, asombrado de que continuara llevando tacones.
El café estaba repleto y solo quedaban un par de taburetes en la barra. Cuando Joanna empezó a subirse a uno con cierta dificultad, Matt preguntó:
–¿Necesitas ayuda?
Joanna lo miró con sorna.
–Estoy embarazada, Matt, no senil.
Él ocupó otro a su lado y rozó con su brazo el vientre de Joanna involuntariamente. A través del abrigo, lo notó más firme y duro de lo que habría imaginado. Siempre había creído que sería blando y acolchado.
Se dio cuenta de que quería tocarlo, incluso sentir una patada del ser que crecía allí dentro. Que fuera su hijo ponía todo bajo una nueva perspectiva.
Matt pidió un café y Joanna un agua mineral.
–¿Quieres comer algo? –preguntó él.
Joanna esbozó una sonrisa.
–¿No crees que estoy ya bastante gorda? No, gracias. Pero si tú…
–No tengo hambre –Matt dudaba que fuera a recuperar el apetito–. Y no estás gorda. Solo… embarazada.
¡Y todavía le costaba asimilarlo!
Por su parte, Joanna se preguntaba si él estaba tan nervioso como ella, aunque sabía que Matt Novak nunca se ponía nervioso. Aun así, estaba más pálido que cuando había entrado en la galería y parecía no salir de su perplejidad. Decidió tomar la iniciativa.
–¿Qué fue lo que te dijo Sophie para que te animaras a venir?
Matt arqueó las cejas al tiempo que la camarera les llevaba las bebidas.
–Me preguntó si ibas a volver a casarte.
Joanna lo miró sorprendida y Matt se sintió aliviado.
–¿Qué le hizo creer eso?
–Supongo que pensó que me haría reaccionar.
Joanna asintió.
–Sabiendo que no soportas que nada escape de tu control, debió pensar que te sacaría de quicio que fuera a hacer algo sin que lo supieras –dijo, acercándose el agua.
–Voy a hacer como que no te he oído –replicó él–. Aunque tengo que admitir que me molestaba que fueras a casarte con Bellamy.
Joanna suspiró, pero no se molestó en sacarlo de su error.
–¿Sabía Sophie que nos habíamos acostado?
–Me lo preguntó –dijo Matt a modo de respuesta mientras echaba azúcar en el café.
–¿Pero no te dijo que estaba embarazada?
–No, ya te he dicho que es muy discreta. O puede serlo, según las circunstancias.
–¿Así que tu madre no sabe que estás en Inglaterra?
–No. Mi padre ocupa todo su tiempo.
–Es verdad, Oliver… ¿Cómo se encuentra? –Joanna se avergonzó de no haber preguntado antes por él–. ¿Qué tal está?
–Va mejorando, aunque avanzaría más deprisa si dejara de pelearse con el fisioterapeuta –Matt hizo una mueca–. Sigue siendo un paciente difícil. No va a recuperar el uso de la mano izquierda, pero todos le recordamos que debe dar gracias de estar vivo.
–Por favor, dale recuerdos de mi parte cuando lo veas –dijo Joanna.
–Lo haré –dijo Matt. Y tras una pausa, preguntó–: ¿Qué tal has estado tú?
–Bastante bien –Joanna bebió agua–. Al principio tuve algunas náuseas, pero es normal. Y últimamente estoy cansada al final del día, pero también es normal. Suelo acostarme temprano.
Joanna se dio cuenta de que estaba hablando de más y se mordió la lengua. Matt no estaba interesado en un informe detallado de su estado. Su respuesta fue típica de él.
–No deberías seguir trabajando. Y menos para Bellamy.
–David se ha portado muy bien conmigo –Joanna vaciló antes de añadir–. Además, ya no trabajo para él. Con el dinero de las acciones de NovCo me hice su socia.
–¡Bromeas! –dijo Matt airado–. ¿Qué viene después? ¿Casaros para compartirlo todo?
–Matt, estás muy equivocado respecto a David –Joanna sacudió la cabeza y, aunque habría preferido evitarlo, añadió–: Sería más fácil que se interesa por ti que por mí.
Matt se quedó boquiabierto.
–¡No puedo creerlo!
–Es un tema privado, pero ya que te lo he dicho, debes saber que tiene pareja. Llevan unos cinco años juntos.
Matt asimiló la información con una mezcla de alivio e incredulidad. Pensó que debía disculparse con Bellamy, pero también se dio cuenta de que no podía hacerlo sin traicionar la confianza de Joanna.
Esta respiró profundamente.
–De todas formas, como has oído, voy a tomarme la baja después de esta semana.
–¿Para ir con tu madre? –Matt escrutó su rostro–. ¿Es eso lo que quieres?
Joanna se encogió de hombros.
–Lo sugirió ella –dijo a la defensiva, siguiendo con la uña una marca de la barra–. Le parecía mal que no te dijera lo del bebé. Cuando te he visto, he pensado que te había avisado ella.
Matt vaciló antes de preguntar:
–¿Y cómo te hace sentir la idea de pasar los próximos meses en Cornwall?
–Bueno… –Joanna suspiró y Matt esperó expectante a que continuara–. No puedo seguir trabajando en la galería y mamá y Lionel han sido muy amables invitándome a su casa.
Matt pensó posesivamente que Joanna estaba embarazada de su hijo y que tenía derecho a opinar sobre sus decisiones, pero antes de que reaccionara, ella añadió algo que le dio una idea.
–He sabido por tu abogado que estás viviendo en Las Bahamas.
–Te dije que iba a comprar un par de negocios en Cayo Cable –dijo Matt, quitándole importancia–. Estoy contribuyendo a estimular el turismo en la isla. Y aunque no he empezado la novela, sí he escrito un par de artículos para un periódico local.
Joanna estaba impresionada.
–¿Y eso llena tu tiempo?
–Eso y navegar –contestó Matt, que quería retomar el tema anterior–. ¿Para cuándo esperas el bebé?
Al ver que Joanna vacilaba se preguntó si pensaba mentirle. Pero finamente contestó:
–A mediados de marzo.
–¿Te han dado una fecha?
Matt la observó atentamente. Su brazo rozó el de ella y Joanna sintió una sacudida eléctrica que intentó justificar por una reacción de sus hormonas. Una mujer había comentado en la clínica que encontraba a su marido irresistible desde que estaba embarazada, y Joanna no podía negar que eso era lo que pensaba de Matt en aquel momento.
–¿Qué más te da? –preguntó airada–. Dudo que vayas a estar conmigo cuando nazca el niño.
–¿Es un chico? –exclamó Matt, concentrándose en esa parte de lo que le había dicho–. ¡Dios mío, Joanna! ¿Pensabas privarme de ver a mi propio hijo?
Joanna se sonrojó. Matt había alzado la voz y estaba segura de que los clientes más próximos habían oído la acusación. Varios volvieron la cabeza con una mezcla de curiosidad y de reproche.
–Quiero irme de aquí –dijo bruscamente. Ajustándose el bolso al hombro, bajó del taburete–. Gracias por la bebida.
–Espera.
Pero Joanna ya no le escuchaba e iba hacia la puerta con la cabeza gacha. Solo quería llegar a casa para encerrarse en su apartamento.
Y dejar rodar las lágrimas que amenazaban con terminar con la poca autoestima que le quedaba.