Capítulo 21

 

MATT estaba sentado en el porche cuando el doctor Rodrigues fue a buscarlo. Había intentado dormitar un rato, pero los acontecimientos de las últimas diez horas lo habían cargado de demasiada adrenalina como para dormir. La luz de la mañana se reflejaba en las hojas de las palmeras y arrancaba destellos al mar.

–Joanna está despierta –dijo el médico–. Su madre la acompaña.

–¿Mi madre?

Matt se puso en pie de un salto. ¿Qué demonios hacía allí? Había dejado a Joanna hacía cuatro horas, exhausta, y Matt había agradecido a Elsa que se llevara al bebé para que pudiera descansar.

Por su parte, todavía estaba asimilando la noticia de que era padre. Siempre había pensado que un parto duraba horas, pero se había equivocado. Joanna había tenido suerte. Y aunque había dado a luz sin anestesia, en cuanto vio la carita del bebé, olvidó el doloroso proceso.

El niño peso más de tres kilos, pero parecía terriblemente frágil. Y por unos minutos, sentado en la cama con Joanna, Matt sintió que formaban una verdadera familia.

Entonces Elsa había insistido en que dejara descansar a Joanna, y él había prometido volver en cuanto despertara. Pero, aparentemente, su madre se le había adelantado. Y Matt temía que sus intenciones no fueran amistosas.

Al entrar le alarmó oír el volumen de las voces que llegaban del dormitorio de Joanna. La más alta era la de su madre. La de Joanna, mucho más débil. ¿Qué demonios estaba pasando?

Al tiempo que abría la puerta, oyó decir a su madre en tono agresivo:

–Matt no va a cambiar de idea.

Joanna respondió mucho más pausadamente:

–La decisión la tenemos que tomar nosotros, no tú.

–Eso lo veremos –dijo Adrienne en tono amenazador.

Pero Matt había oído suficiente.

La imagen que tenía ante sus ojos lo llenó de una mezcla de aprensión y ternura. Joanna sostenía al bebé contra su pecho mientras que Adrienne se inclinaba sobre ella como si estuviera a punto de arrebatárselo.

–¿Qué está pasando aquí? –preguntó, dirigiendo una mirada fulminante a su madre–. ¿No crees que Joanna ya ha tenido bastante como para que le montes una escena?

Adrienne se separó de la cama al instante y con una sonrisa forzada dijo:

–Matt, no te había visto –se humedeció los labios–. Te equivocas, no pretendo causar una escena. El problema es que Joanna no quiere escucharme.

Joanna guardó silencio. Sabía que no valía la pena discutir con la madre de Matt, y miró al bebé, preguntándose cómo había sido tan ingenua como para creer que Adrienne había acudido para reconciliarse con ella.

Al ver que no se defendía, Matt se volvió hacia su madre.

–Joanna necesita descansar.

–No he venido a molestarla –replicó Adrienne–. Pero si quieres formar parte de la vida de este niño, vas a tener que imponerte.

Matt frunció el ceño.

–¿Y cuál es tu papel en todo esto?

–Soy la abuela del niño. Si dejas que Joanna se lo lleve a Inglaterra puede que no vuelvas a verlo.

Matt contuvo el aliento con gesto de desesperación.

–El bebé tiene cinco horas de vida, mamá. Tenemos tiempo de sobra para pensar en el futuro.

–¡Cómo puedes ser tan inocente, Matt! No me refiero a que pidas su custodia ahora mismo. Solo me limito a…

–Hace apenas dos días dudabas de que fuera el padre del niño –dijo Matt crispado–. Será mejor que vayas con papá. Cuando Joanna y yo tomemos una decisión, te la notificaré.

Que Matt y su madre hablaran del bebé como si ella no estuviera, hizo que Joanna se sintiera invisible. Pero si algo tenía claro, era que nadie iba a quitarle al bebé.

Adrienne todavía le dirigió una mirada de animadversión, y Joanna se preguntó si temía que le contara a Matt que había tenido una aventura con su padre. Que Oliver lo supiera no significaba que se lo hubiera dicho a Adrienne. Y de pronto sintió lástima de ella.

Adrienne fue hacia la puerta diciendo:

–Está bien, me voy. Pero no olvides que tu padre y yo queremos lo mejor para ti.

Cuando estaba a punto de salir apareció Elsa.

–Siento molestar pero, ¿está todo bien? El bebé…

–Perfectamente –dijo Matt acercándose a la cama–. ¿Te importa que Elsa se lo lleve un momento, Jo? Pareces muy cansada.

Joanna miró a Elsa con ojos llorosos.

–Por favor, no dejes que la madre de Matt se lo lleve. Es todo lo que tengo.

–Me tienes a mí –dijo Matt tomándole el rostro entre las manos–. Y nadie va a hacer nada que tú no quieras –tras una pausa, repitió–. Pero es mejor que Elsa se lo lleve un rato.

–Yo puedo cuidar de él –dijo Adrienne.

Matt la miró con reprobación.

–Ahora no. Es mejor que te vayas –al ver que iba a protestar, Matt dijo con firmeza–: Tienes que hacer el equipaje.

–¡Matt!

El doctor Rodrigues apareció detrás de su esposa.

–Se les oye desde el porche, señor Novak. Le he dicho que Joanna necesita reposo.

Matt suspiró.

–Lo sé. Lo siento.

–Sea lo que sea lo que tiene que hablar, seguro que puede esperar a que Joanna esté más fuerte.

Matt miró a su madre fijamente.

–Te estabas yendo, ¿verdad, mamá?

Su madre no quiso discutir delante de extraños y finalmente, para alivio de Joanna, Matt los acompañó hasta la puerta. Luego volvió junto a ella.

–Lo siento mucho –dijo con la voz quebrada, acariciando la mejilla de Joanna–. Siento muchas cosas. No pensaba contarte la verdad sobre tu padre, y menos en un momento tan delicado.

Joanna le cubrió la mano con la suya y lo miró con expresión angustiada.

–Pero es verdad que era ludópata ¿no? –musitó–. Eso explica muchas cosas.

–Me hizo jurar que no te lo diría. ¿Ahora me crees?

Joanna se sorbió la nariz.

–Matt, desde que llegué a la isla he querido olvidar el pasado. No he pretendido alejarte de mí.

–Eso he querido creer, pero temía estar interpretando erróneamente tus gestos –dijo Matt con voz ronca–. Cuando se desea algo tanto, uno teme estar engañándose.

Joanna le apretó la mano.

–¿Podrás perdonarme?

–Los dos hemos cometido errores. ¿Por qué crees que quería que vinieras? Quería que estuviéramos juntos… Y confiaba en que decidieras quedarte.

–Y así es –dijo ella con vehemencia–. Nunca pensé que llegaría a cambiar de idea, pero ahora no quiero irme.

Matt sacudió la cabeza.

–Cuando me fui de tu apartamento en Londres, pensé que habíamos acabado.

–Yo también.

Matt hizo una mueca.

–Pero no me habría dado por vencido. Sabes que te amo. Siempre te he amado.

–¿Lo dices en serio?

–Claro que sí. Te amo –Matt le tomó la mano y se la besó–. Quiero que volvamos a casarnos. No puedo perderte.

–Matt, yo también te amo –Joanna quería decirle tantas cosas… pero tendrían que esperar–. No debía haber dejado que mi padre se interpusiera entre nosotros.

–Pero, después de todo, era tu padre –dijo Matt con dulzura–. Yo confiaba en que la verdad saliera finalmente a la luz.

–¿Me perdonarás por haber dudado de ti? Prometo hacer penitencia el resto de mi vida.

–Haré que cumplas tu palabra –Matt la estrechó en sus brazos y la besó hasta dejarla sin aliento–. Solo necesitaba oírte decir que me amabas. Y estar contigo y con nuestro hijo el resto de mi vida.

–Estoy tan feliz de que hayas estado en el parto. Cuando sea mayor podrás contárselo.

–Los dos podremos contárselo –la corrigió Matt antes de volver a besar a su… esposa.