ESO SIGNIFICABA que se arrepentía? No, se dijo Joanna. Solo reaccionaba así por la atracción sexual que Matt despertaba en ella; no porque siguiera sintiendo algo por él.
Matt la observaba, evidentemente tan confuso como ella. Indicó una silla con la mano.
–¿Por qué no te sientas y tomamos algo? Si no has venido a asegurarte de que aún estoy vivo, ¿qué te ha traído por aquí?
Joanna vaciló, pero dadas las circunstancias, pensó que no le quedaba elección.
–De acuerdo –dijo.
Matt chasqueó los dedos y apareció un miembro del servicio, a quien ordenó llevarles café y té helado. Luego sugirió a Joanna que se sentara en la silla que estaba junto a la hamaca de la que él se había levantado. Ella, a pesar de que hubiera preferido sentarse más lejos, se resignó y la aceptó. Entonces Matt se sentó a su vez, bajó el reposapiés y se giró hacia ella de manera que sus rodillas prácticamente rozaban las de ella.
Estaban solos. Joanna dejó el bolso en el suelo y se retiró un mechón de cabello detrás de la oreja. El viaje en el descapotable de Sophie la había despeinado, y le irritó no tener un peine consigo.
Su gesto hizo pensar a Matt automáticamente en lo sedoso que era su cabello y en la suavidad de su piel. Llevaban mucho tiempo sin verse y estaba ansioso por decirle que, a pesar de lo que había sucedido entre ellos, lamentaba haber pasado tanto tiempo separados.
¿Pero estaría más dispuesta a oírle que en el pasado?
Por su parte, Joanna se arrepentía de haber aceptado la invitación de Sophie. Si hubiera llamado por teléfono se habría enterado igualmente de que Matt había estado enfermo, pero habría podido esperar al día siguiente para verlo y se habría sentido mucho más segura si el encuentro se hubiera producido en el hotel.
Matt la miró inquisitivamente y dijo:
–¿Debo asumir que no me has perdonado?
Joanna apretó los labios. La pregunta la había tomado por sorpresa.
–¿Creías que te perdonaría?
–Han pasado nueve meses desde la muerte de tu padre –dijo Matt–. Lamento lo que sucedió, pero no fue culpa mía.
–Eso dices –dijo ella, mirándolo con frialdad–. Lo cierto es que mi padre confiaba en ti.
–Y yo en él –dijo Matt con una aspereza que no pudo reprimir–. Lo que demuestra que fui un ingenuo. Angus Carlyle no confiaba en nadie. Hasta tu madre lo sabía.
–No metas a mi madre en esto –dijo Joanna secamente–. No es precisamente un buen modelo. Tuvo una aventura con otro hombre.
–Cuando se separó de tu padre. Glenys conoció a Lionel Ivory después de haber pedido el divorcio –apuntó Matt–. Espero que la hayas perdonado.
–Mi relación con mi madre no es asunto tuyo.
–No –admitió Matt–. Pero Angus era un hombre celoso, Jo, y no soportaba que ella fuera feliz. Como no soportaba que estuvieras casada conmigo.
–¡Eso no es verdad!
–Claro que lo es. Eras su niñita y te quería para él. Sospecho que solo te dejó trabajar en la galería de Bellamy porque no sabía que estaba enamorado de ti.
Joanna lo miró boquiabierta.
–¡David no está enamorado de mí!
Matt se encogió de hombros y suspiró. Luego acarició los nudillos de la mano de Joanna sensualmente y dijo:
–No hablemos de Bellamy ni de tu padre, Jo. Prefiero hablar del futuro.
Joanna apartó la mano bruscamente.
–No tenemos futuro –dijo airada–. Lo sabes perfectamente.
El rostro de Matt se ensombreció.
–No estoy de acuerdo –dijo con amargura–. A no ser que consientas que las mentiras de tu padre destrocen tu vida.
–Mi padre no me mintió –dijo ella en tensión–. Me dijo la verdad.
–La suya –Matt la miró con expresión de cansancio–. Te amo, Jo. Dime qué debo hacer para recomponer nuestra relación.
Joanna tuvo que esforzarse para retirar la mirada.
–No es a eso a lo que he venido.
Matt frunció los labios.
–Eso me temía.
–Entonces serás consciente de que…
Pero Joanna no pudo terminar la frase. Antes de que pudiera decirle que estaba allí para pedirle el divorcio, apareció el hombre al que Matt había pedido la bebida… Y tras él, una mujer madura, vestida con pantalones y un blusón a juego de seda gris.
–Matt –dijo en tono de desaprobación–. Aaron me dice que tienes visita. ¿Es alguien que ha venido con Sophie?
En ese momento vio a Joanna y apretó los labios con gesto de enfado.
–¿Qué haces aquí? –preguntó airada.
Un par de horas más tarde, Joanna se miraba en el espejo del cuarto de baño de uno de los dormitorios de invitados.
¿Cómo se había metido en aquel lío? Se había dicho que no permanecería en la casa más que lo imprescindible y sin embargo había aceptado quedarse a cenar con la familia. En otras palabras: estaba a punto de pasar una velada tratando de evitar la hostilidad de Adrienne y el magnetismo de Matt.
Afortunadamente, solo sería una cena. Había rechazado la invitación de Matt para instalarse en la villa, diciéndole que tenía una reserva en el hotel Corcovado. De otra manera, sabía que Matt habría sido capaz de proponer que se instalara en su dormitorio.
La idea hizo que Joanna se estremeciera, aunque prefirió pensar que el escalofrío se debía a cómo había reaccionado la madre de Matt al verla. Era evidente que no se le había pasado por la cabeza la posibilidad de que fuera a Miami a buscarlo. Y la situación había empeorado cuando Matt la acusó de entrometerse. «Tengo entendido que Joanna ha intentado ponerse en contacto conmigo», había dicho enfadado. «¿Cuándo pensabas decírmelo?»
Al no obtener respuesta continuó: «¿Y qué hay de los mensajes que te pedí que le escribieras? Supongo que tampoco los mandaste».
«¡No seas sarcástico!» había contestado Adrienne, roja de ira. «He actuado así por tu bien».
«Por eso has censurado mi correo…»
«Como te he dicho, no pensaba que estuvieras lo bastante fuerte como para ocuparte de los problemas de tu…mujer. Iba a contártelo más adelante. No esperaba que se presentara aquí, sin previo aviso».
Joanna había ahogado una exclamación y se puso en pie para enfrentarse a su suegra.
«No tenía pensado venir, pero Sophie insistió. Fue lo bastante considerada como para decirme que Matt había estado enfermo».
«Como si Matt te importara», había dicho Adrienne despectivamente.
Pero la reacción de Matt la sobresaltó: «¡Basta! Joanna merece que la trates con más respeto».
Joanna dudaba que Adrienne estuviera de acuerdo, pero sabía cuándo dar un paso atrás. Que Matt la defendiera debía haber sido para su suegra un trago amargo, y tuvo la tentación de abrazarse a Matt y fingir que estaba allí porque había decidido perdonarlo.
Pero habría sido una locura. Hasta que le contara por qué estaba allí, debía mantener las distancias si no quería que Matt se hiciera la idea equivocada. Aun así, había sido imposible rechazar su invitación a cenar.
«Pero tengo que cambiarme. ¿Por qué no voy al hotel a registrarme y vuelvo luego?»
«Qué buena idea», se había apresurado a decir Adrienne.
«No digas tonterías», intervino Matt. «Tienes la maleta en el coche de Sophie. Puedes darte una ducha y descansar un rato antes de la cena».
Y allí estaba, preparándose para ir a cenar con la familia. La imagen que le devolvía el espejo no contribuyó a tranquilizarla. Llevaba un caftán de seda verde que había pensado ponerse al día siguiente con unas mallas, para el viaje de vuelta, pero como hacía demasiado calor para las mallas, llevaba solo el caftán, que dejaba sus piernas demasiado expuestas. Y Joanna estaba segura que Adrienne pensaría que pretendía seducir a Matt, cuando lo último que quería era que Matt pensara que tenía dudas respecto al divorcio.
Y, sin embargo, cuando le había tomado la mano…
Pero no podía flaquear. Estaba segura de que Matt y ella habrían tenido problemas aunque su padre no hubiera intervenido.
Llevaban dos años casados cuando Joanna se había enterado de que Carlyle Construction pasaba por dificultades económicas. Antes de que Angus Carlyle supiera que padecía cáncer había aceptado la ayuda de NovCo para evitar la bancarrota.
Sin embargo, tras la compra, su padre había insistido en que los problemas habían surgido a causa de la crisis económica, aunque Matt le había dicho a ella que se habían producido con anterioridad. Por entonces, Joanna se sentía tan agradecía a Matt por haber apoyado a su padre, que no había cuestionado sus palabras. Le había bastado saber que no estaba arruinado y que Carlyle Construction no tendría que cerrar.
Hasta que se produjo el desastre de la plataforma petrolífera de Alaska.
Llevaban dos años casados cuando Joanna se había enterado de que Carlyle Construction pasaba por dificultades económicas
NovCo había ofrecido comprar la empresa para salvarla de la bancarrota y Angus Carlyle había aceptado. Ya entonces Matt le había dicho que los problemas de la empresa eran anteriores a la crisis económica, contradiciendo la explicación de su padre, pero por aquel entonces, a Joanna solo le había importado saber que su padre, que todavía no había sido diagnosticado de cáncer, estaba a salvo de la ruina.
Hasta que se produjo el accidente en Alaska.
Dos hombres habían muerto y varios habían resultado heridos al producirse un incendio en una plataforma de NovCo. La noticia había sido publicada en periódicos de todo el mundo. Joanna había intentado hablar con Matt para asegurarse de que estaba bien y para que le contara lo sucedido. Pero Matt estaba en Nueva York, reunido con sus asesores, y le prometió que hablarían cuando volviera a Londres.
Cuando Joanna visitó a su padre en el hospital, este le había contado, según él a su pesar, que la verdadera razón por la que Matt no quería hablar con ella era que estaba intentando hacer responsable del accidente a Carlyle Construcción. Le juró que no se lo habría contado de no ser porque sabía que Matt lo había traicionado, y que no quería que su hija lo considerara culpable de algo que no había hecho.
Desafortunadamente, Matt había tardado una semana en volver de Nueva York y había insistido en que le explicaría todo cuando llegara y en que no hablara con nadie sobre el accidente hasta entonces.
Cuando finalmente llegó, ella le había contado lo que su padre le había dicho. Era consciente de que estaba tan enfadada que no había dado la oportunidad a Matt de explicarse, pero su padre estaba agonizando, y no podía soportar la idea de que Matt lo acusara injustamente.
Sus acusaciones habían dejado a Matt de piedra. Él entonces la había dejado boquiabierta al decirle que su padre llevaba años recortando gastos en la empresa porque gastaba en su vida personal más dinero del que tenía. Había añadido que lo que pretendía Angus era adelantarse a la investigación sobre el accidente que inevitablemente tendría lugar y que demostraría que era culpable, pero que no tenía de qué preocuparse porque, para salvar la reputación de su padre, él había convencido a la junta directiva de NovCo de que asumiera la responsabilidad del accidente.
Cuando Joanna le había contado a su padre lo que Matt le había explicado, Angus Carlyle había roto a llorar. Inicialmente, ella había creído que eran lágrimas de agradecimiento, pero luego Angus le había dicho que Matt pretendía engañarla, que sus amigos de Nueva York le habían dicho que las autoridades ya estaban investigando Carlyle Construction y que Nov-Co estaba proporcionando pruebas en su contra.
Finalmente había apelado al hecho de que era su hija, y a que siempre la había amado incondicionalmente. Y Joanna había estado segura de que su padre no la mentiría en su lecho de muerte, especialmente cuando siempre había sabido lo importante que el prestigio de su compañía era para Matt.
Matt y ella habían tenido una pelea descomunal durante la cual él le había dicho que no sabía de lo que su padre era capaz, a lo que ella había contestado acusándole de usar a Angus para salvar la reputación de NovCo. Luego había salido del apartamento, diciéndole que no quería volver a verlo.
Ni siquiera el hecho de que a las pocas semanas NovCo se hiciera cargo de las reclamaciones que los seguros habían tramitado le había hecho cambiar de idea. Según su padre, Matt solo intentaba salvar su matrimonio. Angus le había incluso animado a que le preguntara a Matt por qué había pirateado su correo para que pareciera que había tenido tratos con empresas y proveedores de cuestionable reputación.
Ella había llamado a Matt, que lo había negado, aunque no había podido negar que hubiera investigado las finanzas de Angus. Pero se había resistido a explicarle por qué y le había dicho que se lo preguntara a su padre.
Por entonces, el estado de Angus había empeorado y Joanna no había tenido la oportunidad de hablar con él. Y para cuando mejoró, aunque solo brevemente, Matt ya había vuelto a Nueva York.
Las semanas de separación se habían convertido en meses. La muerte de su padre había dejado a Joanna devastada, y no pudo evitar culpar a Matt por convertir sus últimas semanas de vida en una pesadilla. David Bellamy había sido su apoyo, organizando el funeral y ofreciéndole su antiguo trabajo. Un puesto que Joanna había aceptado sin dudarlo al descubrir que su padre había muerto prácticamente en la ruina.
Alejándose del espejo, Joanna intentó distraerse observando el bello entorno que la rodeaba; la delicada gama de colores de la decoración, la colcha de satén, la gran cama de estilo colonial.
La casa era una villa de estuco de dos plantas con un tejado de tejas rojas, y estaba rodeada por un terreno en el que se cruzaban numerosos canales donde ocasionalmente se podía ver manatíes. En la rotonda que se formaba ante la puerta principal, había una fuente de estilo español cuya agua producía un relajante murmullo.
Una suave brisa agitó los delicados visillos color marfil. Joanna los descorrió para abrir la puerta del balcón y, saliendo, aspiró los exóticos aromas que llegaban del jardín. Lilas, fucsias, el embriagador perfume del jazmín…
En aquel momento llegó una doncella anunciando que el aperitivo se serviría en la sala del primer piso. Ya no había escapatoria, y Joanna no se consideraba una cobarde. Además, nada de lo que Adrienne dijera podía ya herirla.
Bajó la gran escalera de mármol pero no encontró a nadie en el vestíbulo. Tampoco vio a nadie al detenerse en el umbral de la sala. Se trataba de una habitación confortable, con sillones y sofás de cuero, un mueble bar y un elegante piano junto al ventanal. Como en el resto de la casa, la iluminación era tenue y cálida. Joanna creyó que estaba sola hasta que una figura salió de las sombras del lado de la chimenea. Una figura alta, fibrosa, taciturna, con un traje y una camisa gris oscuro.
Matt.