Viernes

Mi querido Li.

Ayer te dije que había ido a casa de Julián, me dijeron que habían pasado la tarde en casa de Portocarrero y consumieron un gran turno hablando de ti y… de mí. Dijeron maravillas de ti y de tu obra, que eras una persona extraordinaria (no me dieron detalles, por eso no te los doy). Luego, Tangui me contó que Portocarrero se asombraba de que Milián no me conociera. Le decía, “pero ¿será posible?, si es una mujer maravillosa, es tan femenina y tiene una gracia especial como yo no he visto. Es, sencillamente, deliciosa”. ¿Qué te parece? Lo más gracioso es que el bueno de Portocarrero no me conoce, en su vida ha cambiado una palabra conmigo. ¿De dónde tendrá datos tan exactos? ¿No sabes que se peleó con el viejo Gastón? Resulta que Gastón dijo en la Marina algo de los premios que dio el Ministerio, en que se veía que no estaba de acuerdo con los dados a Portocarrero. Entonces Milián, Portocarrero y Mariano —que fue el que los achuchó— se personaron en la finca de Gastón y ¿no sabes a quién encontraron repanchingado en una hamaca?: al gran Lezama. Entonces Mariano, que parecía el más indignado y que fue el de la idea, inició una gran cháchara con el Gastón. Sorprendido de esa actitud y, naturalmente, indignado, Portocarrero se encaramó en una silla y descolgó un cuadro que Gastón no había todavía pagado. Entonces el inefable Milián fue a un humilde rinconcito donde había un cuadrito chiquitico de él y lo descolgó también. Dice Portocarrero que Gastón se puso cenizo. Portocarrero vio en otra esquina otra cosa de él y se abalanzó para descolgarlo cuando el Gastón le dice “un momento, que ése yo lo pagué”. Portocarrero obedece y se marcha con Milián y con su carga para La Habana en medio de la censura de Lezama y de Gastón. Mariano se fue con ellos pero no quedó airoso en ninguno de los dos bandos, ¿qué te parece? ¿No están todos rematadamente locos? ¡Qué bueno es, amor, saber lo que es la cordura y el buen sentido! […] Escríbeme y cuéntame qué haces, que eso me da fuerzas, y quiéreme mucho, por lo menos la mitad de lo que te quiere tu Yita.