JOSÉ RUIZ SANTAELLA

 Un salvador de judíos 

Un tren atraviesa Europa. En uno de los vagones viaja el agregado agrícola de la Embajada española en Berlín, José Ruiz Santaella, con sus hijos y su esposa embarazada. El destino es la Alemania de 1942, la capital del III Reich en todo su apogeo. La plaza de agregado no ha tenido muchos candidatos, pero el diplomático cordobés se ha decidido impulsado por su esposa, Carmen Waltraud, a la que conoció en 1934 en la Universidad de Halle. En la ciudad industrial de Sajonia permanece la familia de Carmen, pero no sabe qué ha sido de ellos.

Pasarán los años, el horror de la guerra, el miedo, la sospecha. Un olivo crece en el Jardín de los Justos del memorial Yad Vashem de Jerusalén. Corre el año 1988 y José Ruiz Santaella y su esposa son designados Justos entre las Naciones. Ahora la Historia ha quedado atrás, pero en el día de la entrega del título honorífico no pueden evitar recordar a la perfección aquellos días negros en el Berlín bombardeado en el que agonizaba el mundo delirante y cruel inventado por Hitler. Aquellos días de 1944 en los que escondieron a tres mujeres judías en una casa de la legación española.

Ruiz Santaella fue un héroe de la diplomacia española, uno de esos personajes audaces que salvaron la vida de cientos de judíos durante la Segunda Guerra Mundial aprovechando la política de visados y tránsitos que estableció el régimen de Franco con la Alemania nazi.

José Ruiz Santaella había nacido en el pueblo cordobés de Baena y estudió en Madrid la carrera de Ingeniero Agrónomo. Con los años sería director y fundador de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos y de Montes de Córdoba. Sin embargo, orientaría sus conocimientos dentro de la carrera diplomática. Santaella piensa en un destino tranquilo, pero se le cruzará el viento de la Historia para torcer su biografía.

Los Santaella oyen los bombardeos en el Berlín asediado por el ejército soviético. El diplomático y su familia viven en una casa señorial en Diesdersdor a 70 kilómetros al este de Berlín, destinada como parte de la legación española en Alemania. Cuentan entre su personal de servicio con una costurera judía, Gertrud Neuman, cuya identidad permanece oculta, ya que el resto de empleados de la casa no disimula su adscripción nazi. La costurera había sido paciente del doctor Arthur Arndt, un judío y buen alemán condecorado durante la Primera Guerra Mundial. Pero aquel pasado ilustre pertenece al mundo de ayer, ahora impera el odio antisemita, por lo que la familia del médico permanece escondida dentro de su casa en Berlín.

La familia necesita una niñera, así que a la costurera judía se le ocurre proponer a la hija del querido doctor, la joven Ruth. El diplomático se entrevista con la chica judía en el hall del lujoso hotel Adlon, lleno de oficiales nazis. Cuando pasen los años, el hotel Adlon estará cerca del Checkpoint Charlie –el famoso paso fronterizo del Muro de Berlín– y del monumento a las víctimas del Holocausto, todo un nuevo paisaje urbano surgido precisamente de esta guerra.

Santaella decide contratar a Ruth y ocultar su identidad judía llamándola Neu. La joven es feliz en la casa de Diesdersdor, pero teme que su familia sea descubierta. Así que Santaella decide contratar a la madre de Ruth como cocinera pasando a llamarse señora Werner. Quizás puedan hacer lo mismo con el resto de la familia del doctor Arndt. De momento, madre e hija disimulan su parentesco para no despertar sospechas entre el personal de servicio.

En la casa de Diesdersdor pasan los días terribles de la guerra, pero a pesar del miedo a los bombardeos y los disimulos para no descubrir la identidad de las mujeres judías, los Santaella se sienten bien.

En el resto de la Europa en guerra hay otros diplomáticos españoles intentando salvar a judíos, sobre todo a los de origen español, los sefarditas de la diáspora. Cónsules y embajadores intentarán aprovechar las relaciones diplomáticas entre España y Alemania para brindar protección y repatriar a los que están a punto de ser enviados a los campos de exterminio.

Un asunto que fue decisión personal de estos diplomáticos –que arriesgaron la vida y su carrera–, pero que el régimen de Franco intentó aprovechar al terminar la guerra con el fin de lavar su imagen internacional, seriamente dañada por su relación con la Alemania nazi. Entre estos diplomáticos españoles que emularon la labor del empresario alemán Schindler como salvador de judíos está Sebastián Romero Radigales, que protegió a judíos de Salónica y repatrió a los que eran judíos españoles destinados a los campos de Auschwitz y Birkenau. Otro gran personaje es Julio Palencia, que en Sofía intercedió y protegió los bienes de los judíos que poseían nacionalidad española. «España no puede permitir que sean deportados a Polonia sus súbditos por unas leyes raciales inexistentes en nuestro país», escribió a las autoridades españolas. José Rojas Moreno también hizo lo mismo en Bucarest, donde era embajador de España, y Eduardo Propper de Callejón en la embajada española en París.

Y, sin duda, uno de los más célebres fue Ángel Sanz-Briz, cuya valentía se recuerda en una lápida en la sinagoga de Budapest. Era el encargado de negocios de la legación española en Hungría y decidió alquilar unas casas y las declaró parte del complejo de la embajada.

El fin de la guerra se acerca y los Santaella tienen que abandonar Berlín siguiendo órdenes de Madrid. La familia se marcha a Suiza y las mujeres judías permanecerán escondidas en el mismo nido de la serpiente, el Berlín que se derrumba en los últimos días de la guerra. Santaella no olvida a las mujeres y sigue enviando paquetes de alimentos a través de un funcionario de la embajada.

La familia de la niñera Ruth consigue sobrevivir y cuando Berlín es liberado por los rusos, será el grupo de judíos más numeroso que logró salvar la vida escondido en la capital del terror.

Ruth y su familia abandonarán Alemania en el año 1946 para establecerse en Estados Unidos, pero nunca olvidarán a los Santaella. En el álbum familiar del diplomático cordobés aún se ven las fotografías de aquella terrible travesía por la Europa en guerra, pero hay una instantánea especial en la que Ruth posa feliz con el matrimonio que la salvó. Una fotografía tomada en Alhama de Granada en 1971. Muchos años después de la pesadilla, tan lejos del horror…