LOS HERMANOS NIÑO

 Un linaje para los viajes de ultramar 

Juan Niño contempla las tranquilas aguas del mar de las Damas. Acaban de partir de las Canarias donde los barcos han hecho la aguada. Ahora otea el horizonte incierto. Jamás ha tenido tanto miedo como en este extraño viaje del que empieza a dudar. Junto a sus hermanos Pedro Alonso y Francisco ha convencido a los Pinzones y a toda la marinería de Moguer y otros lugares para embarcarse en la expedición de Colón que busca nuevas rutas en busca de la Especiería.

Para distraerse de las largas horas de la travesía Juan Niño observa a unos pajes que remiendan las velas y limpian la cubierta de su navío La Niña, llamado así por su apellido, ese linaje de marineros. Y cuánto se acuerda ahora de su padre Alfón Pérez Niño y cómo le enseñó a reparar aparejos y a leer los cielos y los colores del agua para no perderse y saber si amenazan tormentas. Este barco es recio y seguro. No tiene ninguna duda. Con esta nave llegarán a cualquier parte, pero ¿dónde está cualquier parte? ¿Saben el verdadero rumbo de este viaje? Han confiado en Colón y entre todos se han convencido de que llegarán a algún sitio. Sin embargo, ahora desconfía de todo. Y no le gusta el olor que tiene el viento por esta zona.

Juan Niño simboliza toda una tradición. En su historia está resumida la gran epopeya de los marineros de la costa de Huelva, desde Palos a Moguer. Los hombres que capitanearían las grandes expediciones. No sólo los primeros viajes colombinos sino los que llegaron después, los llamados Viajes Andaluces de la historia de la conquista porque casi todos estaban protagonizados por marinos nacidos en el Mediodía español. Una brillante galería de viajeros que incluye a Bartolomé Ruiz navegante por el ignoto Pacífico y que formó parte de la expedición de Pizarro, los Trece de la Fama; fray Antonio de Olivares, que fue el fundador de la ciudad de San Antonio de Texas; Alonso Vélez de Mendoza, repoblador de la isla de Santo Domingo; los hermanos Pinzones –Vicente y Martín Alonso– o los marinos que viajaron con Magallanes en la primera vuelta al Mundo como Diego García de Moguer, Juan Ladrillero o Juan Rodríguez Mafra.

Los Niño –Juan, Pedro Alonso y Francisco– participarían en los viajes colombinos. La memoria de esta familia marinera es un inmenso mapa lleno de acantilados, islas desconocidas, naufragios, costas de arenas blancas y temibles fondos abisales. Se formaron navegando por África y por diversos viajes atlánticos. Pero les queda la gran travesía, el itinerario que después de muchas jornadas concluirá en el avistamiento de una tierra inexplorada a la que ni siquiera sabrán dar nombre.

Juan Niño no puede imaginar cómo terminará este viaje, pero tiene malos presagios. Lo ha visto cuando uno de los pajes de a bordo ha pescado en la proa un pez de color rojo y ojos negros. Al abrirle la tripa han hallado un anillo y eso, más que buena fortuna, es para los marineros una señal de desgracia. Piensa el mayor de los Niño en el cristiano al que perteneció y que seguro que yace en el fondo marino con un destino similar al que les espera a él y a la tripulación de La Niña, La Pinta y la Santa María. Intuye que navegan hacia un abismo. Sospecha Juan Niño que pronto comenzarán a aparecer animales y monstruos extraños como los que le ha relatado algún marinero en noches de confidencias y vino en una de las tabernas de Moguer o que, incluso, alguna vez él ha creído ver en las largas travesías marinas.

Si por un momento Juan Niño pudiera asomarse a su futuro, tardaría en comprender las escenas. Se contemplaría a sí mismo llegando del gran viaje después de haber visto un nuevo mundo y salvarse de la terrible tormenta que les sorprendió en las Azores a su regreso a España. Quedaría asombrado al verse en el cortejo exótico y sorprendente de indios, tesoros y frutos rarísimos que Colón llevó a Barcelona para presentar lo descubierto a los Reyes Católicos. Mostrar lo hallado aunque no supieran muy bien de qué se trataba y dónde lo habían visto.

Tampoco puede sospechar los viajes de exploración que protagonizará junto a su hermano Pedro Alonso. Paria se llamará el territorio que descubrirá y que llamará Tierra de Gracia en el actual estado de Sucre en Venezuela. Qué paraíso de inquietante hermosura al llegar a las costas. Vieron bosques y montañas y un pájaro minúsculo, que agitaba las alas a gran velocidad quedándose parado en el mismo sitio. Colibrí llamarán a esa criatura que al principio creyeron que era un pájaro cruzado de forma imposible con un insecto.

A los Niño les olían las barbas a pescado y salitre, a polvo y sol de tantos años de viajes atlánticos. Tenían en los ojos un reflejo entre azul y gris de tanto mirar el horizonte del mar. Y las manos y el rostro curtidos de las jornadas en cubierta.

Estaban Juan Niño, que era el mayor, y sus hermanos Pedro Alonso y Francisco. Pedro Alonso fue el piloto de la nave capitana del viaje colombino, la Santa María, y con el tiempo llegaría a ser Piloto Mayor de las Indias. En la península de Paria conseguiría un gran botín de perlas junto a su hermano y otro personaje relevante de estos primeros viajes a América, el sevillano Cristóbal Guerra, llamado el Bizcochero. También se adentró por los paisajes inexplorados de la Isla Margarita y la Punta de Araya en las Antillas Menores. Como no podía ser de otro modo murió en el mar, cuando regresaba a España en el navío Santa María de la Antigua en el año 1502.

Francisco Niño iba con su hermano Juan en La Niña y realizaría el resto de viajes colombinos llegando a ser Alcalde Mayor de la Armada en el Puerto de Caballos, hoy Puerto Cortés en Honduras, donde moriría.

Pero aún estamos en el mes de agosto de 1492 y ninguno de los hermanos Niño imagina cómo será este viaje ni su vida. Juan Niño come algo de pan, vino y tocino antes de que se ponga el sol. Esta noche no se refugiará en su camarote para dormir. Está intranquilo y, aprovechando que está la noche serena y el cielo despejado, quiere leer las estrellas para confirmar los rumbos. Suena la guardia. Pronto todos dormirán. Sólo se oyen el viento, las olas y las maderas de este barco que se construyó en su pueblo. Esa tierra de Moguer de luz blanquísima donde las horas pasan dulcemente y la vida es apacible. ¿Por qué diablos le hechiza tanto el mar?, piensa el mayor de los hermanos Niño hasta que, sin poder evitarlo, cierra los ojos y se entrega al sueño, incapaz de leer las estrellas que esta noche brillan de forma especial.