PERO TAFUR

 Los viajes de un caballero medieval 

Pero Tafur es uno de los personajes que sirven para cuestionar una tradición, una idea, un tópico, un cliché. Porque frente a la tradición de la Andalucía narrada por los viajeros extranjeros fascinados por el exotismo meridional, él pertenece a una visión más desconocida e insólita: la de los andaluces viajeros que describieron el mundo. Este caballero, probablemente nacido en Sevilla y que residió buena parte de su vida en Córdoba, recorrió Europa y África en una travesía que detalló en una obra excepcional: Andanzas y viajes de Pero Tafur por diversas partes del mundo avidos.

Pero Tafur realizó su viaje entre 1436 y 1439, pero no escribió de él hasta varios años más tarde, concretamente en 1454 o 1455. La crónica evocaba también los años de su juventud –cuando escribe se acerca a los cincuenta–, por lo que es además un libro de memorias, una hermosa evocación heroica ya desde su retiro amable en Córdoba. Siendo uno de los pocos libros que narran viajes medievales –­como el de la famosa embajada de Ruy González de Clavijo ante el Gran Tamerlán– no se publicó hasta el siglo XIX. Fue Marcos Jiménez de la Espada quien lo editó a partir de una copia manuscrita del XVIII.

El historiador Miguel Ángel Pérez Priego, que ha analizado el viaje de Tafur, subraya la importancia de la crónica de este andaluz como fotografía-fija de un momento histórico, el de las tensiones en los años previos a la caída de Constantinopla, así como la definitiva descomposición del imperio de Oriente, las vísperas del dominio turco en el Mediterráneo y la decadencia del poderío naval de genoveses y venecianos. No falta en el recorrido de Pero Tafur un repaso a «los conflictos políticos en Europa central y las ciudades del Sacro Imperio, la persecución de los husitas o el cisma creado por el concilio de Basilea».

Pero ¿quién era este audaz Pero Tafur? Tafur debió de nacer entre 1405 y 1410 y fue criado en la casa del maestre de la orden de Calatrava, Luis de Guzmán. Combatió en las guerras de Reconquista. Vivió en la collación de Santa María en Córdoba, casó con Juana de Horozco y tuvo tres hijos. Nombrado caballero veinticuatro tomó posesión de Fuenteovejuna en nombre de Córdoba tras la rebelión contra el comendador de Calatrava Fernán Pérez de Guzmán.

El viaje a tierras extrañas que protagoniza tiene relación con cierta idea caballeresca, la de probar el valor con una empresa arriesgada, como hacían tradicionalmente los héroes –los reales y los de las ficciones de las novelas de caballería– en sus famosas salidas.

Tafur, como hacían los viajeros-descubridores de su época, aplica las claves de su mundo conocido a las tierras extranjeras. Es lo que ocurre cuando compara el Campanile de San Marcos de Venecia o las pirámides de Egipto con la altura de la torre mayor de Sevilla (que a finales del siglo XVI se llamaría Giralda). También asemeja el tamaño de la ciudad de Viena con el de la Córdoba de su época y el de Sevilla con el de Cafa, Breslau, Padua o Palermo.

Muchas son las aventuras que vivió Pero Tafur desde que salió de Sevilla, aunque faltan las primeras páginas del manuscrito en el que se debía de detallar la partida. El caballero recopilará toda suerte de novelescos episodios como cuando en Gibraltar asiste a una de las batallas de reconquista y presencia el naufragio y la muerte del conde de Niebla.

Tafur peregrinará a los Santos Lugares; intentarán asaltarle cerca de Viena; será apresado en Maguncia; vivirá una terrible tormenta en el Golfo de León; un naufragio en Chíos e inclemencias terribles en el paso de los Dardanelos, además de sufrir una herida de flecha cerca de la que fue puerta de Troya. También Pero Tafur se encargará de labores diplomáticas en El Cairo al llevar cartas del rey de Chipre al sultán de Egipto.

Sin embargo, el viaje resume también el espíritu de su tiempo, una época que se mueve entre la creación de los grandes Estados en el inminente Renacimiento y las leyendas medievales. La tradición de los viajeros en busca de mitos –los llamados «mitos motores» del Descubrimiento– también marcará a Tafur, quien en el estrecho de Mesina, donde los antiguos situaban los peligros marinos de Escila y Caribdis, descubre a las sirenas y las describe con el toque de misterio con que se hablaba de los monstruos en los libros de viajes.

También tendrá este itinerario mucho de peregrinaje para venerar reliquias, otro impulso que arrastró a miles de viajeros de su época. Tafur visitó Roma –que desde el año 1300 se convirtió en un lugar santo– y en su relato orienta a los futuros viajeros sobre dónde se encuentran las reliquias o los días en que se pueden ganar indulgencias.

Pero además de como moderno libro de viajes, la obra de Tafur se lee a veces como una novela de aventuras. Es lo que ocurre cuando en Núremberg ve expuesta la lanza de la Crucifixión. El caballero se atreve a comentar que ya había visto el objeto sagrado en Constantinopla, por lo que los que lo escuchan están a punto de agredirle: «Yo dixe cómo la avía visto en Constantinopla, e creo que, si los señores allí non estuvieran, que me viera en peligro con los alemanes por aquello que dixe».

Una de las etapas más interesantes de su viaje es la de la visita a Jerusalén. Saliendo de Venecia llegará a las ciudades griegas de Corfú y Modón, y a las islas de Creta y Rodas. Luego desembarca en el puerto de Jafa y es trasladado a Jerusalén donde lo hospedan los frailes de Monte Sión. Pero Tafur tendrá que disfrazarse de moro y «acompañado de un renegado portugués» visitará el templo de Salomón convertido en mezquita por Saladino.

Tafur también remontará el Nilo y llegará a El Cairo donde estuvo un mes «mirando muchas cosas e muy estrañas, mayormente a los de nuestra nación». Viajará de Norte a Sur por parte del mundo conocido recorriendo la Europa septentrional, por Flandes y la ribera del Rin, que «es sin duda la más fermosa cosa de ver en el mundo».

El viaje se dividió en cuatro etapas. Venecia fue la ciudad de referencia, ya que partió de ella en tres ocasiones. Pero Tafur salió de Sevilla, pasó por Gibraltar e Ibiza y visitó varias ciudades italianas, entre ellas Roma, hasta llegar a Venecia.

En el segundo recorrido partió de Venecia camino de Oriente. Tafur recorrerá Palestina, Egipto, Turquía, Bizancio y regresará a Venecia. En el tercer viaje volvió a partir de Venecia y, tras atravesar los Alpes, visitó el imperio alemán y ciudades limítrofes de los Países Bajos. Incluyó itinerarios por Polonia, Austria, reino bohemio y regreso de nuevo a Venecia.

La cuarta etapa será por el Adriático y las costas del Mediterráneo hasta Cerdeña. Lástima que el regreso a Sevilla sea un misterio sobre el que nada sabemos, ya que el relato se interrumpe porque faltan páginas, como ocurre en el comienzo del Itinerario.

Resulta curioso imaginar a Pero Tafur muchos años después de aquel viaje cuando rememora sus andanzas para escribirlas. ¿Sería fiel a sus recuerdos? ¿Puso el tiempo algo de ficción en el relato del viaje? Además de sus aventuras, Tafur dedica un apartado especial en estas memorias a su llegada a los lugares sagrados donde mezcla el relato del viaje real con recuerdos tamizados por el tiempo y la lectura de la Biblia. Está lo vivido, lo recordado y lo leído. La peregrinación a Tierra Santa era parte del objetivo de muchos cristianos y de caballeros esforzados. Así descubre con emoción indisimulada el Santo Sepulcro, el huerto de los Olivos, la casa de la Virgen María, el cenáculo, el monte Calvario.

Y, más allá de la peregrinación a lugares sagrados, estaba la narración del hombre que había recorrido espacios legendarios, territorios aún poblados por historias fantásticas, pero que tenían los días contados porque comenzaba otra época, la era de los grandes descubrimientos. Tafur murió hacia 1484, apenas unos años antes de que llegaran a la misma Sevilla en la que vivió viajeros relatando cosas aún más sorprendentes que las que narró el caballero andaluz en sus Andanzas.