PEDRO ORDÓÑEZ DE CEBALLOS

 El cristiano que llegó a la Cochinchina 

Un hombre con la salud quebrantada y la «tez curtida por los vientos de todos los mares» contempla su vida desde su retiro de Jaén. Ha regresado al lugar donde nació para reencontrarse con su memoria, pero los recuerdos se agolpan, se solapan, lo dejan vencido al final del día. Pedro Ordóñez de Ceballos, el clérigo viajero al que algunos llaman Elcano con sotana o el cristiano errante, apenas se levanta de la cama, pero tiene a su lado papel y escribanía. Está vencido por el tiempo, pero no se rinde. Por eso ha decidido escribir sus aventuras, aunque el relato de sus viajes es tan fabuloso que existen sospechas de que realmente los inventó.

Ordóñez de Ceballos recorrió más de treinta mil leguas, viajó por toda Europa, el norte y sur de África, Oriente Medio, América, Filipinas, Japón, China, la Cochinchina, India o Persia. Y en sus itinerarios le ocurrieron sucesos increíbles como naufragios, abordajes, emboscadas, inundaciones, apresamientos, duelos a espada y enfermedades. Un material que parece de novela, aunque el «clérigo agradecido», como se hacía llamar, se esforzaba en demostrar que su obra El viaje del mundo (1614) era un libro autobiográfico. Sin embargo, hay quien no confía en que la descripción sea del todo real, ni los historiadores actuales ni sus coetáneos.

Lope de Vega lo cita en La desdicha por la honra confirmando el escepticismo que existió sobre sus historias: «La Cochinchina, tierra donde dicen que se halló Pedro Ordóñez de Zavallos, natural de Jaén, y convirtió una infanta, bautizando más de doscientas mil personas, y hizo muy bien, y Dios se lo pagará si fue verdad, y si no, no».

Fascinó tanto la historia viajera del clérigo que provocó que hasta cinco comedias se basaran en sus hazañas. Es el caso de las cuatro partes de la Famosa comedia del español entre todas las naciones y clérigo agradecido. El mercedario Alonso Remón es el autor de las dos primeras partes. La tercera y cuarta parte son de autor anónimo, pero hay muchos investigadores que apuntan a la mano del propio Ceballos. Otra obra, La nueva legisladora y triunfo de la cruz la escribió el fraile trinitario Francisco de Guadarrama inspirado por las hazañas del clérigo viajero.

Uno de los historiadores que ha investigado en profundidad la obra de Pedro Ordóñez de Ceballos es Miguel Zugasti, de la Universidad de Navarra, que lo reivindica como uno «de los navegantes pioneros que surcó el Pacífico» y, aunque no fue «un descubridor de fuste», sí que merece la pena recuperar su fabulosa historia. El profesor Zugasti entronca el Viaje del mundo con otras autobiografías de soldados del Siglo de Oro.

Pedro Ordóñez de Ceballos nace en Jaén entre 1547 y 1550 y estudia en las escuelas de la Santa Capilla de San Andrés. Con nueve años lo llevan a Sevilla para estudiar en el Colegio de Maese Rodrigo. Inicia su aventura viajera como alguacil real en las galeras de Juan de Cardona, uno de los héroes de Lepanto, y recorre el Mediterráneo saliendo a corso contra los turcos en Creta, los mares Egeo y Negro o la península de Crimea. Sufre incidentes con la flota turca, tormentas, el hundimiento de su barco y protagoniza el rescate de cautivos cristianos.

Seguirá más tarde un viaje a Tierra Santa y a Marruecos para luego iniciar su primera travesía al Nuevo Mundo con un aparatoso naufragio sufrido en las Bahamas. En su obra autobiográfica –compuesta por tres libros– se continúa más tarde con un largo periplo por Europa en el que el viajero, acompañado por el marqués de Peñafiel, visita lugares como Ginebra, Calais, Flandes, Dover, Londres, Dinamarca, Alemania, Letonia, Finlandia, Suecia, Noruega o Groenlandia.

Antes de iniciar su segundo itinerario por América, Ceballos viaja a Guinea para capturar esclavos y venderlos en Sevilla. Luego, llegará a Cartagena con el oficio de veedor viviendo increíbles capítulos como la jornada contra el alzamiento de los negros cimarrones y los indios taironas; la busca de El Dorado; el supuesto hallazgo de la mítica Casa del Sol, con tres ídolos de oro que desvalija, o un conflicto con Lope de Orozco, gobernador de Santa Marta, por el que tiene que huir por el Río Grande en una balsa hecha de palos. También, tras una pelea con sus compañeros, termina abandonado en la isla de Cocos.

Es entonces cuando Ceballos decide hacerse sacerdote en Santa Fe de Bogotá. En Acapulco compra un galeón para regresar a Quito, pero una tormenta lo interna en el Pacífico. Así comienza una de las etapas más fabulosas de su biografía viajera, ya que llega hasta las inmediaciones de las islas Marianas en la Navidad de 1589.

El clérigo navega por diversos lugares del Pacífico: Cebú, Macao, Nagasaki y, por fin, la Cochinchina. Es aquí donde se produce su encuentro con la reina y el tunquín, su hermano. La reina se enamora de Ordóñez e incluso le propone matrimonio y, por lo tanto, el trono, pero él renuncia por sus votos religiosos. La reina de la Cochinchina se convierte al cristianismo, el clérigo la bautiza con el nombre de María y ella funda un convento. Pero Ordóñez de Ceballos tiene que salir desterrado por haber rechazado la mano de la reina.

No terminan aquí las vicisitudes del clérigo agradecido, sino que es retenido en una isla de Camboya para seguir luego por Malaca y Sumatra hasta alcanzar el Golfo de Bengala recorriendo Orissa, Madrás, Ceilán (hoy Sri Lanka), Cabo Comorín, Goa y la fortaleza de Diu (Gujarat). Luego retornará por el estrecho de Ormuz, Arabia, isla de Socotora y el archipiélago de Comores hasta el Cabo de Buena Esperanza, Estrecho de Magallanes y un nuevo recorrido por América. Después de esto, el clérigo decide retornar a España.

En la relación de cosas maravillosas hay sucesos como el vivido cerca de las islas de los Ladrones (hoy Marianas), donde encontró a unos españoles que habían naufragado allí hacía más de cuarenta años, o cuando describe a una mujer india «de monstruosa estatura y fealdad» que «en una provincia de los omaguas la parió una grandísima osa».

Y en otra de sus obras, Cuarenta triunfos de la santísima cruz (1614) escribió sobre la fabulosa cruz de la ciudad de Goa: «Hase visto en diversas partes en los mares grandísimos huracanes y temporales deshechos, estar a punto de perderse los navíos y encomendarse a la santísima Cruz de Goa y verse milagros». La misma a la que él se encomendó para salvar la vida en tantas ocasiones.

El único retrato que existe de Pedro Ordóñez de Ceballos aparece en sus obras y es una auténtica biografía dibujada. Está vestido de clérigo, con loba de raja (sotana) y un bonete más grande de lo normal, al estilo quiteño, «que son muy altos y no muy anchos, que parecen casi mitras». Está sentado en una mesa con escribanía, papel, un arca y flanqueado por cañones, banderas y lanzas que recuerdan su época de soldado. Todo un ejemplo de las armas y las letras.