ALONSO DE SANTA CRUZ

 El cosmógrafo que dibujó el mundo 

El 9 de noviembre de 1567 desaparecieron mapas, portulanos y cartas de marear. Al apagarse la vida del gran cosmógrafo sevillano Alonso de Santa Cruz, su memoria de geografías intrépidas, de lagos imposibles y rutas marinas se borró para siempre. Se desvaneció la mirada privilegiada que había dibujado el mundo siguiendo las líneas de litorales, de oceános e islarios.

A su muerte tuvo que ser fascinante el hallazgo del arca «encorada y vieja» en la que Alonso de Santa Cruz guardaba sus tesoros y de la que existe un precioso inventario en el que se detallan los pergaminos cubiertos con tafetanes morados, tornasolados o amarillos; los astrolabios y demás instrumentos náuticos que diseñó o las detalladas descripciones de algunos de los territorios que había visto con sus propios ojos. La epopeya de un hombre del siglo de los descubrimientos cuidadosamente guardada en un arca.

En aquella arqueta forrada de cuero estaba la imago mundi de su tiempo, de una época en la que, como decía el historiador Julio Guillén, Europa aprendió a navegar en los libros españoles. Algunos de esos libros españoles son obra de este cosmógrafo y viajero sevillano y sorprenden aún hoy por lo acertado de sus dibujos geográficos y de la medición de mapas.

En la vida del autor del Islario general de todas las islas del mundo (1560), atlas con más de cien mapas donde representaba las islas y penínsulas del mundo descubiertas hasta entonces, existe un capítulo fundamental: el viaje que realizó en la expedición de Sebastián Caboto camino de la Especiería buscando las islas de Tarsis, Ofir, Cipango y Catayo y que culminó con el feliz hallazgo de una ruta hacia las Molucas navegando hacia el Oeste.

El origen de todo se inicia con un jovencísimo Alonso de Santa Cruz que parte como veedor en la nave Santa María del Espinar, ya que su padre –Francisco de Santa Cruz, un acaudalado armador de barcos que viajaban a ultramar– era uno de los principales inversores de la expedición.

Este viaje marcaría para siempre a quien llegaría a ser cosmógrafo mayor –como responsable de la elaboración y supervisión de los mapas e instrumentos de navegación–, además de maestro de filosofía, astrología y cosmografía del emperador Carlos V. Alonso de Santa Cruz había nacido en 1505 y su niñez y adolescencia estuvieron marcadas por la Sevilla que asiste al espectáculo del descubrimiento, el puerto que es escenario del comercio de mercaderes ansiosos de riquezas, el trasiego de cosmógrafos y pilotos ávidos por hallar nuevas tierras y ampliar conocimientos.

Consciente de que sus estudios náuticos debían completarse con la práctica de un viaje verdadero, parte en la expedición de Sebastián Caboto en el año 1526. De esa experiencia escribiría estos recuerdos: «He servido a Su Majestad en el descubrimiento del río de la Plata y en toda aquella tierra hasta la provincia de Charcas, en la tierra del Perú, donde fue por capitán general Sebastián Caboto, y yo fui por capitán de una nao y por tesorero de Su Majestad. En el cual descubrimiento estuvimos en la tierra cinco años, con muchas guerras y hambres y demasiados trabajos».

Alonso de Santa Cruz pasará mil padecimientos en América, ya que buena parte del tiempo estuvo enfermo, convaleciente en uno de los fortines establecidos por Sebastián Caboto, concretamente en el de Sancti Spiritu, en la desembocadura del río Carcarañá, cerca de la ciudad de Rosario, y que se considera el primer establecimiento español en la actual Argentina.

En este lugar de reposo, donde realiza múltiples anotaciones que le servirán para futuras obras, Santa Cruz sufre un asalto indígena que le hace huir por el río Carcarañá. «Los indios, llevando hachas encendidas, se lanzaron al ataque de la fortaleza en número de más de veinte mil», escribirá con un punto de exageración.

Finalmente, el 28 de julio de 1530 Santa Cruz concluye su participación en la expedición científica. A partir de entonces, se centrará en sus trabajos geográficos y de descripción convirtiéndose en un reputado intelectual de su tiempo y cosmógrafo de la Casa de la Contratación.

La Casa de la Contratación de Sevilla en la que trabajará Alonso de Santa Cruz es un fascinante lugar donde se aprende a repensar todos los conocimientos. Aquí se dibuja el nuevo rostro del mundo que va cambiando con cada expedición y Alonso de Santa Cruz es uno de sus principales autores. A la Casa de la Contratación acuden todos los días catedráticos del arte de la navegación y cosmografía, el piloto mayor arqueador y medidor de naos o el piloto mayor y catedrático de artillería, fortificaciones y escuadrones. Los hombres que piensan el imperio que domina el mundo.

Alonso de Santa Cruz también escribirá un curioso libro que parte de una petición expresa del emperador Carlos V. Al emperador le interesaba la traducción del Astronomicon Caesareum, de Pedro Apiano, así que por medio de sencillas explicaciones con detalles prácticos, el sevillano escribió el tratado de navegación llamado Astronómico Real, que dedicó a Felipe II.

El cosmógrafo escribió además el Memorial sobre descubrimientos en el Nuevo Mundo, el Libro de las Longitudes, la Crónica de los Reyes Católicos y la del emperador Carlos V, el Abecedario virtuoso o el Memorial de Santa Cruz donde explicaba las normas que debían cumplir los descubridores para describir los hallazgos. Así lo cuenta en la curiosa obra: «Para sentar bien estas cosas, se tomarán unas hojas de papel y se pondrán en ellas los ocho vientos principales a manera de carta de marear y puédese hacer un padrón de leguas para que lo que se asentare en ellas sea cierto».

El historiador Mariano Cuesta Domingo en sus estudios sobre la obra del cosmógrafo revela otro de los grandes hallazgos del andaluz: la carta abierta por los meridianos desde la Equinoccial a los Polos, que se puede considerar como principio teórico para la construcción de cartas esféricas. «Santa Cruz fue capaz de apreciar el fenómeno de la deformación que sufría la figura de la Tierra al ser trasladada al plano pero no pudo llegar a una conclusión definitiva sobre la proporción a que hace referencia», explica. Y es que en la privilegiada mente del cosmógrafo se pasaba de las denominadas cartas planas, del siglo XV, a la aparición de las cartas esféricas.

El Islario se compone de varias tablas en las que Santa Cruz dibuja el mundo conocido. Existe un mapa general de América Central con las islas Bahamas, pequeñas y grandes Antillas y península de Yucatán con el istmo norteamericano y la península de la Florida y la de California. Incluye gran parte de América del Sur y las costas septentrionales de Norteamérica. Otras tantas tablas las dedicó al Viejo Mundo.

Prueba de la relevancia que las obras de Alonso de Santa Cruz tuvieron en su siglo es el plagio que realizó del Islario general de todas las islas del mundo el también cosmógrafo de la Casa de la Contratación Andrés García de Céspedes, autor por otro lado muy respetado por sus obras. El plagio fue un tanto burdo, puesto que lo hizo raspando el nombre del sevillano en la primera página y añadiendo a la dedicatoria que Santa Cruz hizo a Felipe II el ordinal de Felipe III, a fin de cuentas, el nuevo señor al que servía el plagiador.

Alonso de Santa Cruz, cosmógrafo de hacer cartas y fabricar instrumentos para la navegación, uno de los sabios de la Casa de la Contratación, murió en Madrid en 1567. Había conseguido contar el mundo conocido y su biografía se resumía en ese arca encorada y vieja que contenía una descripción de todo el orbe en pergamino con las armas reales y un tafetán; otra descripción en pergamino pequeño de Europa y parte de Asia cubierto con un tafetán tornasol; otra descripción del orbe en dos círculos redondos con unas rayas a manera de astrolabios…