Fragmento del mapamundi de los hermanos Cresques, el llamado Atlas catalán, realizado unas décadas antes del viaje de Pero Tafur a Jerusalén (Biblioteca Nacional de Francia).

«El viaje a tierras extrañas que protagoniza Tafur tiene relación con cierta idea caballeresca, la de probar el valor con una empresa arriesgada, como hacían tradicionalmente los héroes –los reales y los de las ficciones de las novelas de caballería– en sus famosas salidas».

Retrato de un humanista de Sebastiano del Piombo, posible representación de León el Africano (Galería Nacional de Arte de Washington).

«El granadino Juan León de Médicis fue un sabio viajero que recorrió el desconocido continente africano, adentrándose en las selvas y desiertos, describiendo curiosas costumbres y deslumbrando con un mundo diferente y salvaje».

Retrato de Hernando Colón (Biblioteca Colombina de Sevilla).

«Frente a los viajes de epopeya de su padre el almirante, Hernando Colón realiza itinerarios con intenciones bibliófilas, para comprar libros, su gran pasión».

Portada del ejemplar dedicado de Antibarbarorum de Erasmo de Rotterdam (Biblioteca Colombina de Sevilla).

«En el ejemplar aparece la dedicatoria autógrafa de Erasmo. Hernando añadió de su puño y letra: «En Lovaina el domingo siete de octubre del año 1520, el mismo Erasmo escribió con su propia mano las dos primeras líneas».

Anaquel de la Biblioteca Colombina.

«La biblioteca de Hernando Colón contaba con alrededor de 15.000 volúmenes bibliográficos y unas tres mil estampas de los mejores grabadores europeos del momento, pertenecientes a las más importantes escuelas artísticas, en cuyos mercados se nutrió a lo largo de sus múltiples viajes».

Retrato de Bartolomé de las Casas (Archivo General de Indias de Sevilla).

«El cronista y teólogo llega a la conclusión de que el sistema que la Corona española impone en el Nuevo Mundo es injusto y tiene que cambiar. Consideraba que estaba bien que se poblara la tierra firme, pero que no había que derramar sangre, y que había que anunciar el Evangelio, pero sin el estrépito de las armas».

Retrato de Benito Arias Montano (Museo del Prado).

«Hombre curioso y sabio, Arias Montano conservó hasta el final de sus días la costumbre coleccionista de los humanistas de su tiempo».

Portada de la Biblia Políglota, también llamada de Amberes y editada por Arias Montano en las imprentas de Plantino.

«La Biblia de Amberes fue una cuidada estrategia ideada por Felipe II como reacción ante las traducciones de los textos sagrados a las distintas lenguas romances que impulsaba la Reforma protestante».

Retrato de Diego Hurtado de Mendoza (Museo del Prado).

«Poeta, diplomático, bibliófilo, militar, humanista y posible autor del Lazarillo de Tormes. Así podría definirse al granadino Diego Hurtado de Mendoza, fascinante personaje del Renacimiento español que recorrió las cortes europeas como embajador del emperador Carlos V y cuyos epistolarios permiten reconstruir la Europa de su tiempo».

El navegante Ruy López de Villalobos, al que las Filipinas deben su nombre.

«El malagueño navega rumbo a las llamadas entonces Islas del Mar del Sur y de Poniente. Entre los objetivos de la empresa que dirige, está uno fundamental: encontrar una ruta que conecte el Atlántico y el Pacífico para establecer el comercio con las islas de la Especiería».

Tabla Primera: Parte de las Indias Occidentales con las islas Española, la de Cuba, Jamaica y la península de Yucatán.

Tabla Quinta: Islas de las costas de África.

Tabla Octava: Provincias de Bengala, Malaca y la China.

«El gran cosmógrafo sevillano Alonso de Santa Cruz dibujó un Islario general de todas las islas del mundo (1560) que reunía más de cien mapas donde representaba las islas y penínsulas descubiertas hasta entonces».

Mapa de Asia por la época en la que Pedro Ordóñez de Ceballos viaja a la Cochinchina.

«El itinerario asiático de Ordóñez de Ceballos comprende lugares como Cebú, Macao, Nagasaki, la Cochinchina, Camboya, Malaca, Sumatra, Orissa, Madrás, Ceilán (hoy Sri Lanka), Cabo Comorín, Goa y la fortaleza de Diu (Gujarat)».

El clérigo viajero en el fronstispicio de su Viaje del mundo (1614).

«El único retrato que existe es una auténtica biografía dibujada. Está vestido de clérigo, con loba de raja (sotana) y un bonete más grande de lo normal, al estilo quiteño, sentado en una mesa con escribanía, papel, un arca y flanqueado por cañones, banderas y lanzas que recuerdan su época de soldado. Todo un ejemplo de las armas y las letras».

Francisco Guerrero retratado por Francisco Pacheco en el Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones (1599).

«Del viaje de Guerrero por Jerusalén (1592) sorprende el apasionamiento con que describe la visita a los sagrados lugares, fruto de una aventura espiritual anhelada durante toda su vida. Sus descripciones son muy emocionales, toca con fascinación las piedras tan cargadas de historia y queda admirado por detalles como la huella del pie de Jesús sobre una losa del Monte de los Olivos».

La novia judía (1667) de Rembrandt (Rijksmuseum de Ámsterdam).

«Según una curiosa teoría, los retratados en el cuadro del pintor holandés serían el sefardita Miguel de Barrios –poeta y filósofo natural de Montilla, capitán de los Tercios de Flandes, integrante de la activa comunidad judeoespañola de Ámsterdam– y su esposa Abigail de Pina, protagonistas de una conmovedora historia de amor».

El sacerdote, botánico y matemático José Celestino Mutis.

«El sabio gaditano sigue presente en los herbarios, en los libros botánicos y hasta en los nombres de plantas como la Mutisia, una hermosa trepadora».

El almirante Antonio de Ulloa retratado por Andrés Cortés (Ayuntamiento de Sevilla).

«Aunque ligada a una empresa promovida por los franceses, la historia de Ulloa es el último episodio glorioso del poder marítimo español que entraría en decadencia en el siglo XIX».

Mapa de Nueva Granada, territorio que recorrió Mutis en su expedición científica.

«El estudio de la flora y fauna del virreinato, situado en la actual Colombia, le granjeó la admiración y amistad del alemán Humboldt, el naturalista más renombrado de su tiempo, que incluso se desvió en su famoso viaje por tierras equinocciales para visitar a su colega».

Grabado realizado por Vicente de la Fuente que muestra cómo Jorge Juan y Antonio de Ulloa realizaban la medición del meridiano.

«Las vigilias y las durísimas jornadas de observación requerían el esfuerzo de los científicos que, para hacer las mediciones, debían permanecer durante largas horas en el mismo lugar con el fin de que los cálculos fueran correctos. Ésta es la razón por la que comenzaron a ser llamados por los indios como los caballeros del punto fijo».

Esteban José Martínez.

«De la calurosa Sevilla de su infancia y adolescencia el joven aprendiz de navegante pasaría a recorrer y explorar un territorio de nieves perpetuas, desolado pero pretendido por varias potencias: Alaska. Fue un brillante marino al que le falló quizás la época y el país al que servía».

Expulsión y embarque de los jesuitas de España.

«Exiliados en Córcega, Marcos Cano y otros padres andaluces de la Compañía –Alonso Pérez de Valdivia, Rafael de Córdoba, Diego de Tienda– llevaron diarios donde consignaron la amarga experiencia del destierro».

Francisco de Saavedra retratado por Goya (Courtauld Institute of Art de Londres).

«Con su certera mirada, este viajero sevillano que visitaría México, Cuba, Jamaica o Venezuela desentrañó en sus páginas memoriales una América convulsa, señalando los males y añadiendo remedios que nadie quiso escuchar».

Blanco White en Oxford, 1826 (Manchester College de Oxford).

«Con Cartas de Inglaterra Blanco White describió una tierra ajena como los viajeros hicieron con España y, en particular, con la pintoresca Andalucía. Sólo que con una gran diferencia. Él no es un viajero circunstancial que escribe con la urgencia que tiene toda estancia turística, sino que se afincó en Inglaterra e incluso murió allí».

La Galerie Aguado en 1840 (Museo Carnavalet de París).

«Tras abandonar España Alejandro Aguado, el afrancesado marqués de las Marismas del Guadalquivir, convertido ya en el hombre más rico de Francia, se rodea de artistas. Es el gran mecenas de su época y además de adquirir obras de los grandes pintores es uno de los empresarios del Teatro de la Ópera».

Ángel de Saavedra, duque de Rivas, retratado por Gabriel Maureta y Aracil (Museo del Prado).

«Nombrado ministro plenipotenciario ante el rey de las Dos Sicilias y fascinado por la ciudad de Nápoles, el autor cordobés permanecerá allí seis años. Fruto de su estancia italiana son dos breves obras que se pueden considerar entre lo mejor de los escasos libros de viajeros románticos españoles: Viaje al Vesubio y Viaje a las ruinas de Pesto».

Fragata Arapiles, a bordo de la cual emprendió Juan de Dios de la Rada su expedición al Oriente mediterráneo.

«El viaje del almeriense, finalmente malogrado por la falta de fondos, quedó en la rara historia del coleccionismo español como un caso aislado y curioso sucedido en la extraña y convulsa época de Amadeo de Saboya».

Cabeza ptolemaica adquirida por De la Rada (Museo Arqueológico Nacional).

«La expedición llega a Alejandría, donde en un principio pensaban continuar hasta El Cairo y dedicarse a comprar antigüedades egipcias. Pero a esas alturas apenas quedaba dinero para el regreso. Sólo se pudo comprar la cabeza de una estatua masculina de época ptolemaica que hoy se exhibe en el museo».

Retrato de Emilio Castelar por Joaquín Sorolla (Congreso de los Diputados).

«Roma, Pisa, Florencia, Nápoles, la isla de Capri o Venecia son algunos de los destinos descritos en los recuerdos italianos de Castelar. El orador no es uno de esos viajeros bobos que se dejan fascinar por todo y que son incapaces de ver la parte negativa de los paisajes visitados. De hecho, no ahorra descripciones críticas».

Pedro Antonio de Alarcón (Biblioteca Nacional de España).

«Igual que había sorprendido con Diario de un testigo de la Guerra de África, el autor de Guadix consiguió que su obra De Madrid a Nápoles, que tiene uno de sus momentos cumbre en el paso de los Alpes, se convirtiera en uno de los más interesantes libros de viajes de la centuria decimonónica».

Juan Valera retratado por Enrique Romero de Torres (Instituto de Cabra).

«El autor de Pepita Jiménez fue uno de los escritores más viajeros de su tiempo gracias a su trabajo como diplomático, que compaginó con la vida literaria y sus ambiciones políticas. De su experiencia en lejanas ciudades fue dejando constancia en una intensa correspondencia con su familia y amigos».

La bailarina malagueña Pepita de Oliva en 1856.

«Las basquiñas de satén, los volantes de encaje negro, los amplios escotes realzando el pecho, las mantillas, las cinturas imposibles gracias a las torturas del corpiño, más los cabellos recogidos y entrelazados con una flor se convirtieron en la marca española que artistas como Pepita de Oliva llevaron por el mundo».

Carmen de Burgos fotografiada en 1913 para la revista Mundo Gráfico.

«Más que en la crónica de batallas, la estrategia militar o el frío porcentaje de las bajas, las crónicas de Colombine sobre la Gran Guerra, que le sorprendió cuando viajaba por Alemania en compañía de su hija, se detienen en los detalles emocionales que explican mucho más sobre la tragedia».

Mariano Fortuny Madrazo en la biblioteca de su Palazzo en Venecia.

«En el antiguo Palazzo Pesaro degli Orfeie aún se pueden admirar las creaciones de Fortuny Madrazo: diseños escenográficos, lámparas orientalizantes, vestidos fabulosos, lienzos, fotografías de época. En la biblioteca, hay volúmenes sobre arte antiguo, grabados de escultura clásica, óleos con personajes ataviados con fastuosos brocados».

El artista granadino autorretratado en su juventud.

«Existe una Venecia de Fortuny, el diseñador, pintor, escenógrafo, grabador, creador de telas y trajes, fotógrafo e hijo del célebre artista Mariano Fortuny Marsal y de Cecilia de Madrazo, hija de Federico de Madrazo, pintor de cámara de Isabel II».

Retrato de Ángel Ganivet por José Ruiz de Almodóvar (Casa de los Tiros de Granada).

«A pesar de su fascinación por los viajes de ese Norte sorprendente, descrito en las Cartas finlandesas, Ganivet no fue feliz allí y ni siquiera sus tareas como diplomático lo salvaron de una profunda depresión cuya única salida fue el suicidio».

Caricatura de la guerra ruso-japonesa de 1905, narrada sobre el terreno por el cronista Cristóbal de Castro.

«A pesar de que Castro llegó a Madrid sin recursos y tuvo que vivir en sórdidas pensiones, con el tiempo se convirtió en un reputado periodista de prolífica obra que obtuvo merecida fama por sus crónicas de la guerra ruso-japonesa».