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1.  El dilema del Procurador

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Regencia, Terrania.

Janos Mandelian, Procurador de la Confederación de Sistemas Estelares, contemplaba Regencia, el centro político y administrativo de aquella inmensidad galáctica, desde los acristalados ventanales del edificio de gobierno. Elevada a una altura vertiginosa, aquella atalaya permitía observar muy lejos en el horizonte, aunque era difícil encontrar naturaleza en aquellos tiempos en que la mayoría de las capitales planetarias constituían verdaderos monstruos urbanos, con sus brazos llenos de bloques poblacionales y sus vías terrestres adornadas de circunvoluciones como flores, cubriendo la mayor parte de la superficie de los mundos.

Por el aire el tráfico no era menor. En Terrania y en Regencia, sobre todo, como corazón de aquella unión de sistemas, el movimiento era continuo y masivo a cualquier hora. La llegada y partida de viajeros de toda índole no cesaba un momento: funcionarios, diplomáticos y parlamentarios de todas las civilizaciones suficientemente asentadas, financieros, comerciantes, multimillonarios excéntricos de mundos lejanos con residencias alternativas en el planeta, estudiantes de otros orbes con plaza en la afamada Universidad de Regencia, creadores de modas exóticas para las pasarelas regencianas, las más prestigiosas de la Confederación...

El sol de media mañana centelleaba en los pináculos de los más altos edificios, en los cristales de los trenes de pasajeros circulando a velocidad de vértigo sobre raíles antigravitatorios, izados hasta alturas suicidas, y destellaba en los aleros de las innumerables naves interplanetarias que volvían o partían hacia la puerta que comunicaba Terrania con Júpiter.

El Procurador era un hombre de tez oscura, mirada penetrante y concienzuda, cráneo afeitado a la moda y barba corta y cuidada, algo entrecana ya. No en balde contaba con doscientos cincuenta otoños en su haber, la mitad de la vida de los humanos. Esbozó para sí una media sonrisa irónica: aquellos años no le habían servido para llegar a alguna conclusión sobre el sentido de la existencia. Tampoco pudo encontrar a nadie que le orientase acerca de eso, a pesar de todos los avances científicos. Y ahora el destino le ponía en la situación de juzgar si un atrevido y audaz intento capaz de arrojar luz sobre ello, merecía ser apoyado.

Una comunicación de su asistente por el interfono le advirtió la llegada del visitante que esperaba. Dio su aquiescencia y la puerta del despacho se abrió para dejar paso a un individuo un tanto singular.

Dárek Risen llamaba la atención de inmediato. Quizá fuese su porte decidido y atractivo, sus ojos color miel fulgurantes, su pelo revuelto y algo ondulado, su aire de explorador de mundos con la piel curtida por soles dobles o triples. Emanaba una nobleza innata y uno sentía al momento la necesidad de confiar en él. Su saludo al Procurador fue igualmente franco, sellado con un apretón de manos cordial.

—Por favor, siéntese —dijo Janos, señalando un asiento frente a él.

El joven, si podemos llamar a alguien así cuando se tienen 150 años, se acomodó y permaneció sin decir palabra, observando con curiosidad al Procurador. Este solo rozó durante unos instantes la conciencia de su interlocutor y por último respiró satisfecho. No apreció doblez, solo algo de fanfarronería, temeridad y gran confianza en sí mismo. Le sonrió.

—Seguramente estará intrigado por saber el objeto de mi llamada. Usted, como uno de los mejores proyectistas planetarios, puede sernos de gran utilidad en el asunto que ahora nos ocupa. La fama de su último éxito con el océano de Terín, le acompaña.

Dárek frunció el ceño, picada su curiosidad.

—¿Puede decirme de qué se trata, concretamente?

Janos se estiró un poco en su asiento y continuó:

—Voy a ponerle en antecedentes, pero le pido como un gran favor que nada de esta conversación lo repita usted fuera de aquí...

Dárek hizo un gesto de asentimiento con la cabeza.

—Bien —siguió Jonás—. Todo el mundo sabe cuán reciente y accidentado ha sido mi acceso al cargo de Procurador, a consecuencia de una moción de censura. ¿Pertenece usted a algún partido político?

—No tengo tiempo para la militancia política —declaró el joven—Mis proyectos me absorben completamente.

—Pero no puede ignorar que el Partido Aislacionista domina la mitad del Parlamento de la Confederación. Y todos son conscientes de los objetivos políticos aislacionistas: cese de los contactos con otros universos, anulación de las leyes que permiten la investigación científica mediante las puertas cuánticas, ya que implican contactos extra universales, etc. Especialmente, a partir de la llegada desde Olinus del senador Zéndar, han luchado fieramente por abortar el proyecto de los tensores.

—Como proyectista siempre me ha llamado la atención el programa de los científicos de Olinus. ¿Y en qué se basa el Partido aislacionista para pedir su cierre? —quiso saber Dárek.

—Hay mucho temor al desanclaje simultáneo de los tensores y sus presuntos efectos no deseados en Terrania o a que la onda gravitacional dirigida al agujero negro pueda ocasionar una catástrofe. Los aislacionistas han sabido moverse e inculcar ese pánico entre la población, alborotados principalmente por ese tal Zéndar. Aprovechando la reciente apertura del agujero de gusano que conecta directamente Olinus con Terrania, un gran logro, dicho sea de paso, se ha plantado en la Cámara y maniobrado para sacar del cargo a mi antecesor, ferviente partidario del Proyecto de los Pasajes, como llaman a ese programa cósmico.

— No estoy muy ducho en política, pero presumo que usted, como independiente, fue un candidato de consenso ¿no es así? —preguntó avispadamente Dárek.

—Exacto —confirmó Janos—. Las fuerzas están muy equilibradas y ningún partido podía imponer a su preferido, así que se optó por una persona independiente. Y heme aquí —terminó sonriendo y abriendo sus brazos levemente.

—Bueno, pero eso no aclara mi papel en todo esto... —argumentó el joven.

—Claro, ahora le explico —exclamó el Procurador—. Ya se me ha hecho una imposición: verificar la idoneidad del Proyecto de Olinus, su factibilidad y que esté exento de peligros para las poblaciones de los demás Sistemas. Y para esa evaluación han asignado, por su parte, a un personaje completamente opuesto al desarrollo del programa de los tensores: Félinar Argussen.

—¿Félinar? —Dárek casi saltó de su asiento—¡Félinar es un verdadero desastre como proyectista! Aún recuerdo dónde fue a parar aquel asteroide...

Janos sonrió al apreciar la impulsividad del joven. Le gustaba su dinamismo y su carácter espontáneo. Por eso, confesó:

—Voy a  serle franco y decirle que uno de los motivos para proponerle ha sido su relación con Félinar. Me he informado bien. Pero sobre todo he tenido en cuenta su honestidad y acierto en todos aquellos proyectos en los cuales usted se ha visto involucrado. Una vez aportada su evaluación, si hay empate, mi voto será el decisivo. ¿Está dispuesto a aceptar este encargo?

Dárek reflexionó durante un corto espacio de tiempo. Luego le tendió la mano al Procurador.

—Acepto —aseguró con una sonrisa confiada—No puedo dejar esto en las manos de Félinar, sería un crimen planetario.

Los dos volvieron a sonreír. Janos levantó el dedo índice.

—Una cosa más, Dárek. Si al final el Proyecto sigue adelante, ¿podría usted incorporarse a él, participar en todas sus fases e informarme después? Esa aventura puede ser peligrosa...

—Si el Proyecto, en todos sus detalles, merece la pena, por supuesto —confirmó el joven—. Los proyectistas nos hemos visto muchas veces con la vida en un hilo...

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Priyanka Chopra había llegado a Olinus desde Nueva India, un planeta en el sistema estelar de la estrella Shiva, colonizado por terranios de raza hindú. Niña prodigio desde una tempranísima edad, llegó al culmen de la física siendo todavía casi una adolescente, por su interpretación del teorema de Lanski-Peteri y las ecuaciones que había derivado de él.

Sus trabajos sobre el espacio y el tiempo se habían publicado en las revistas de ciencia más prestigiosas ocasionando una verdadera revolución. La cuantización del espacio, es decir, la existencia de un límite dimensional era ya un conocimiento común entre todas las personas de ciencia. Se sabía también que, al ir descendiendo en el mundo de lo pequeño, el espacio a la escala de Planck se vuelve espumoso y con cierta estructura o tejido muy inquieto y movible. Pero Priyanka Chopra había demostrado que a esa escala el tiempo se transforma en espacio y se incorpora a él como una dimensión más. La existencia del espacio de cuatro dimensiones era ahora una realidad.

Por supuesto esta demostración, como muchas otras, era un descubrimiento matemático, una hazaña realizada sobre el papel, no era la constatación de un hecho, pudiéramos llamar real, la aparición ante los sentidos humanos de un ente de esa clase.

Priyanka sonreía cuando recordaba los consejos y advertencias de su padre al despedirse de ella, luego de ser llamada desde Olinus. Su progenitor tenía una clara idea de cuál era el fin de aquel plan cósmico y le advertía:

—Mi niña, no te asustes si ves la cara de Brahma.

Y la acariciaba como si fuese la última vez que fuese a verla.

Ahora, más allá de la atmósfera de Olinus, percibiéndose como una difuminada corona azul alrededor del globo, contemplaba la noche de aquel mundo a través de la ventanilla del transbordador que la llevaba a la estación Sagitario 4. Una noche con tantas estrellas artificiales, tantas luces sobre la superficie planetaria como en el espacio exterior visible desde allí. Una superficie bullendo de seres inquietos y con expectativas superiores, con hambre de conocimiento y anhelos de descubrimientos asombrosos.

Porque si Terrania era el centro del poder político, de la riqueza, de la elegancia y el refinamiento, Olinus era el santuario de la ciencia, una increíble acumulación de estudiosos que habían dado a La Confederación de Sistemas Estelares la mayoría de los avances tecnológicos de los dos últimos siglos. Entre ellos, las puertas cuánticas que permitían el acceso a los mundos del mega universo.

Un acceso todavía primerizo. Sólo se permitía un leve paso, una traza, puesto que la expansión desbocada de todos ellos hacía difícil volver a un mismo lugar para poder establecer una colonización masiva. Por otra parte, los aislacionistas argumentaban, no sin cierta razón, que sin haber colonizado aún toda la Vía Láctea, con un billón de galaxias más según los últimos datos, en nuestro propio Universo ¿había alguna necesidad de colonizar un cosmos extraño?

Por otro lado, estaba el logro del Cubo Universal. Y los otros cubos que habían permitido instalar unos pasajes a modo de tensores manteniendo una gigantesca tracción contenida del espacio. Elaborados a partir de los arcaicos dicópteres del anciano imperio desaparecido hacía siglos, su diseño incorporaba fantásticas mejoras, como los escaneadores del mega universo o la posibilidad de instalar los mencionados pasajes, además de otras muchas capacidades.

Priyanka recordó la excitación que la había embargado cuando le comunicaron su elección para formar parte del pasaje de la nave Revelación. Los científicos que asesoraban a la Asamblea Planetaria en este proyecto eran las más grandes mentes de la galaxia en cuanto a conocimientos de física y matemáticas, los más reputados especialistas en agujeros negros y en la teoría cuántico-relativista. Pero ya estaban en edad avanzada y el riesgo físico para los participantes en el programa, existía. Se necesitaba gente más joven.

En la estación espacial la esperaba Kirga Chen, una basuina también experta en física, encargada de conducirla hasta el Cubo Universal. Los basuinos habían destacado siempre por su gran capacidad para la ciencia y, desde antiguo, eran considerados como la raza extraterrania más afín a los humanos, con quienes mantuvieron siempre unas relaciones excelentes. Además, habían llegado a dominar totalmente el idioma terranio, por lo que Priyanka no tuvo ningún problema para comunicarse con su amable guía.

Esta le indicó que la siguiera, pero la joven había quedado absorta en el espectáculo ofrecido por el gran mirador de la estación: más allá de la cristalera irrompible, en las profundidades del espacio, las tres bocas de los tensores parecían mirarla como nagas surgidos de los antiquísimos mitos. Ella sabía de la increíble tensión que estaban soportando y se sobrecogía ante el pensamiento de la colosal onda gravitacional lista para desencadenarse cuando las anclas se liberaran. En el pasado, algunos planetas fueron destruidos por la liberación accidental de los extremos de un simple agujero de gusano. La potencia contractiva de un tensor era cien mil veces más grande que la de un agujero de gusano y Priyanka imaginó la de los tres tensores desatada simultáneamente.

Por fin, despertó de su ensimismamiento. Kirga Chen le estaba hablando:

—Es precioso ¿verdad? Qué suerte tiene usted de poder cruzar...Yo esperaría toda una vida para hacerlo —musitó la basuina como en una triste ensoñación.

Priyanka apretó el hombro de Kirga, en un gesto afectuoso y repuso:

—¡Espero volver para contarle todo personalmente!

La basuina sonrió mientras la acompañaba hasta una plataforma desde la cual, sosteniéndose en el barandal metálico y mirando un poco abajo, unos diez grados hacia el espacio profundo, podía verse, sostenido por un armazón colgante de titanio de una fortaleza que se adivinaba inconmensurable, un objeto muy parecido a los cubos llevados por los tres Audaces hasta Terrania. Solo que unos mil millones de veces más grande, un gigantesco cubo de unos cien metros de lado. Aún más allá, un enorme hangar espacial alojaba la nave con la cual se iba a emprender el viaje. Los detalles no podían apreciarse desde tan lejos. Sin embargo, sí se advertía el asombroso y espectacular fondo de la escena: un gran círculo negro con halos de materia estelar a su alrededor.

—Ahí lo tiene —dijo Kirga Chen con cierto temblor en la voz—: el Cubo Universal, la nave Revelación y, más allá de todo, el agujero negro del centro de la Galaxia...