Priyanka y Demetrius se abalanzaron ansiosos sobre los resultados del análisis de datos efectuado por el Cubo Universal, a partir de los que ellos habían remitido a la estación unas horas antes. Esperaban que el Espacio Madre comenzase a desvelar sus misterios y quizá alguna de las caras de Brahma, la ilusión secreta de la joven física.
Después de horas de arduo trabajo, el computador principal asignado a esta tarea comenzó a presentar en sus pantallas, mediante un programa de diseño adaptado, la apariencia del tejido espacial de cuatro dimensiones, a la pequeñísima escala de Planck.
Era como una red finísima, voluble e inquieta. Resultaba muy difícil situar un lugar en ella. Su cedazo se rompía en cualquier punto y se volvía a formar sin solución de continuidad, burbujeando como una leve espuma. En cualquier pequeño punto de la red se podía producir una fluctuación que arrastrase y absorbiese la energía de las proximidades y terminase sufriendo un proceso inflacionario y un big bang. Así se originaban los universos que podían contemplarse desde la nave.
Demetrius se preguntaba cómo demonios iba a perdurar ahí cualquier estructura que codificase algo. Allí no podían existir secuencias, repeticiones, algún atisbo de orden. Sin embargo, aunque todo era efímero en aquel retículo ínfimo, la estructura global, la red, permanecía y a una escala algo mayor, alejándose un poco de ella, el movimiento disminuía y la red se mostraba aparentemente sin cambios, solo con unas inquietas vibraciones. Por supuesto, a escala humana, la de la vida corriente, la red se hacía invisible a los ojos, incapacitados de descender hasta el nivel de detalle que se precisaba.
La decepción se manifestaba claramente en el rostro de Priyanka. Demetrius, aunque agotado como ella, procuraba consolarla. Él no esperaba encontrar ninguna cara, aunque también se negaba a aceptar que aquel océano originario fuese solo una masa informe cargada de energía infinita.
Entretanto, en otro lugar de la nave, el resto del equipo debatía sobre los propietarios de la sonda y qué hacer respecto a ellos.
—Algo parece claro —opinó Milton—: ese Morso y sus acompañantes no representan una forma de vida basada en el carbono...
—Pero entonces es extraño ese odio manifiesto en el código de programación de la sonda —añadió Olga.
—Y el ataque inesperado que sufrimos —recordó Dárek.
Carla aportó su punto de vista y este pareció a todos muy razonable.
—Ha debido existir algún tipo de contacto entre las dos razas, algún conflicto, quizá una guerra...
—¿Pero de dónde han venido esa sonda y sus dueños? —preguntó Arián—. Según Priyanka, al Espacio Madre solo se puede acceder a través de un agujero negro...
Aquella reflexión les hizo volver sus miradas al agujero blanco, al cual seguían conectados, e inmediatamente después, al astro similar que ocupaba el centro de la galaxia de Andrómeda.
—¿Podría haber surgido alguna civilización avanzada en esa galaxia hermana que haya cruzado como nosotros al Espacio Madre? —sugirió Dárek.
—Si es así —avisó la clara mente de Carla—habrán llegado antes que nosotros. Quizá llevan un tiempo aquí, enviando sus sondas a buscar el Cielo sabe qué. Tendrán un centro base algo estable y ya habrán echado en falta este aparato, esa sonda destrozada de ahí...
Aquella advertencia inquietó a los demás miembros del equipo, a tal punto que Felicia se trasladó al puente de mando y se comunicó con la tripulación:
—¡Atención todo el personal de la nave! Quizá nos encontremos en peligro o siendo observados. Hemos de estar prevenidos y atentos a cualquier signo de hostilidad. ¡Listos los escudos para ser activados en cualquier momento y escáneres activos en todas las frecuencias, también en infrarrojos!
Al momento, la tripulación se puso a la tarea y en pocos instantes, las pantallas comenzaron a reflejar el barrido exterior. Sin embargo, el Espacio Madre parecía tan reposado y oscuro como siempre, excepto por las lejanas burbujas universales y las grandes luminarias ya citadas.
Priyanka volvía de su agotadora tarea, cuando su mirada chocó con una de las pantallas que comenzaban a escanear el espacio cuatridimensional. Su corazón dio entonces un vuelco.
—¿Qué es eso? —preguntó con voz temblorosa—¿En qué frecuencia estáis escaneando?
El técnico encargado se volvió hacia ella, asombrado por el tono nervioso de la joven física.
—Desde este puesto, en infrarrojos —contestó—¿Por qué?
—¿No lo ves? —contestó ella, casi histérica—¿No ves esa línea?
El encargado volvió a mirar. Era cierto: se apreciaba una línea recta anaranjada en la parte superior de la pantalla. El técnico la había confundido con algún reflejo en el borde, pero su peculiaridad no pasó desapercibida para la ávida mirada de Priyanka.
—Céntrala —pidió la joven.
El técnico movió el escáner y la línea bajó hasta ocupar el centro de la pantalla.
—Escanea a derecha e izquierda —solicitó Priyanka.
Después de unos momentos escaneando, quedó claro que la línea seguía, recta, hacia las profundidades espaciales, tanto a la izquierda como a la derecha respecto a la nave y sus instrumentos.
—El escáner no da para más. Si queremos saber adónde lleva habremos de seguirla con la nave —informó el especialista.
Priyanka casi corrió para llegar al puesto de mando, donde se encontraba el resto del equipo, consultando con Felicia las próximas acciones a llevar a cabo.
—¡Tenemos algo! —comunicó la joven física casi sin aliento—¡Mirad a las pantallas de infrarrojos!
Sus compañeros, siguiendo esa indicación, pudieron observar la línea ya notada por Priyanka, pero no parecía algo demasiado espectacular, así pues, miraron interrogativamente a la joven física.
—¿No lo entendéis? ¡Es la primera falla en la absoluta uniformidad del Espacio Madre! —casi se desesperó ella.
Entonces una luz se encendió en el cerebro de Demetrius, presente allí también, y exclamó presa de gran excitación:
—¿Quieres decir que quizá hemos estado buscando en la escala equivocada, en la escala infinitesimal? ¿Deberíamos, entonces, buscar a escala cósmica?
Ella, casi incapaz de hablar, asintió repetidamente con la cabeza, y un gesto casi lloroso de felicidad.
—¡Santo Cielo! —siguió el matemático—¡Debemos ver adónde lleva esa línea! ¡Si encontramos otras, cruces y cortes entre ellas, sería posible hallar estructuras, series y secuencias a gran escala! ¡Y existiría un infinito espacial donde dibujarlas!
El resto del equipo había quedado boquiabierto y sobrecogido por estas revelaciones, pero habían llegado a confiar en la genialidad de sus dos científicos acompañantes y, después de un breve debate, Felicia dio instrucciones a su tripulación:
—¡A todo el personal! ¡Emprendemos rumbo en seguimiento del objeto lineal encontrado en el cuadrante 8! ¡Espero comunicación inmediata de cualquier nuevo hallazgo!
****
Zéndar pidió otras dos copas de yuso para él y Carles Ghilby. Estaban en una de las áreas de servicio de Olinus, donde el primero había citado al técnico de la estación, libre de turno en esos momentos. Carles consideraba un honor formar parte de la memoria sobre el Proyecto que el conocido asambleísta elaboraba por encargo del Procurador, según el propio Zéndar le había adelantado.
Muy ufano, le dio todos los detalles sobre su trabajo con el Bloqueador: eran seis técnicos, laborando en dos turnos. Por lo tanto, siempre había tres especialistas en la sala de control. Suficientes para asegurar el correcto funcionamiento de aquel componente esencial.
Durante un buen rato, hablaron sobre los detalles del trabajo de Carles, por el que Zéndar se mostró muy interesado, alabándolo con frecuencia y tomando notas para el informe de la Memoria.
Entre la vanidad y las nieblas del alcohol, el trabajador de la Sagitario 4 no percibió la sutil manipulación de su mente ni se dio cuenta de la férrea orden implantada en ella, lista para ser ejecutada en el momento previsto.
Terminando ya la larga charla, el técnico quiso saber:
—Supongo que mi nombre aparecerá en la Memoria... —exclamó con voz exigente y chillona.
—Por supuesto —sonrió Zéndar, mientras recogía sus notas—. ¡Destacado sobre el de sus compañeros!
Finalmente se levantaron de la mesa y se despidieron con un apretón de manos.
Mientras estos dos hombres se separaban, en otro lugar, en el sector médico de la estación Sagitario 4, Wang Lin contemplaba tristemente el cuerpo casi inerte de Enrico Faci. Reposaba en una cama del pequeño hospital, entubado y respirando apenas, fatigosamente, con el ochenta por ciento de su cuerpo paralizado.
—No puede hablar—comentó la doctora que lo atendía—. Y parece haber perdido la memoria.
—¿Qué le sucedió? —preguntó el Maestro de los Audaces.
—Le dio un ictus en uno de los pasillos de la estación. Ya es una persona muy mayor...
Wang Lin frunció el ceño. Venía de acceder al último informe médico sobre Enrico, informes que debían pasar al menos mensualmente todos los que trabajaban en un entorno espacial, como era la estación. Y el examen no había revelado ningún peligro, ni siquiera potencial, para la salud del científico.
Cuando la doctora salió, Lin cerró la puerta y, volviendo hasta la cama, penetró en la mente del enfermo: era como un campo devastado por la explosión de un misil iónico. No se apreciaban coágulos ni barreras, sino que la mayor parte de la conciencia estaba derretida, quemada... Aquel destrozo no era natural. Enrico había visto u oído algo sospechoso, criminal y había pagado por ello.
Wang Lin estaba ahora seguro de la amenaza representada por el traidor. Este seguía presente y, con toda probabilidad, maquinando maldades. El sabio maestro se prometió no dejarle conseguir sus objetivos. El crimen de Enrico no quedaría impune.
****
El seguimiento se demostró monótono y parecía casi interminable. Los ojos se cansaban de perseguir aquella ardiente línea anaranjada, el único accidente detectable en el océano de negrura, independiente de los mundos que flotaban en él.
De pronto, Demetrius señaló un evidente cambio de dirección en el camino seguido por la línea. Uno de los controladores lo confirmó.
—Cambio de plano —anunció el técnico—. Menos 90 grados.
La nave descendió hasta ponerse de nuevo a nivel de la línea y volvieron al seguimiento desalentador del principio. Durante un buen espacio de tiempo no hubo ningún cambio, pero de pronto, uno de los especialistas que seguían la recta con su escáner prorrumpió en una agitada exclamación:
—¡Acumulación! —casi gritó.
A los presentes les resultó extraña aquella expresión. Iban a pedir aclaraciones, pero no hubo necesidad porque el descubrimiento del escáner empezaba a desplegarse ya ante sus ojos en la pantalla y, después de colocarse los binoculares de infrarrojos, a través de los propios miradores de la nave.
No hubo nadie sin sentirse extasiado ante la maravillosa visión. Habían llegado a un nudo donde convergían muchas de aquellas líneas ardientes y desde donde se desplegaban otras tantas, líneas que se perdían a su vez en las profundidades espaciales sin poderse determinar su fin. El espectáculo del nudo semejaba un árbol, apreciándose bien su tronco, construido con figuras geométricas de líneas ardientes y sus ramas, con las mismas formas desplegándose en fractales inacabables. Al desarrollarse en las cuatro dimensiones, las formas cambiantes se superponían en todas direcciones de una forma difícil de asimilar para una mente humana. Y todo visto como a través de un caleidoscopio, algo distorsionado por la cuarta dimensión, pero de una belleza increíble.
La Revelación giró alrededor de aquella especie de alucinación y de pronto todos vieron a Demetrius con los ojos anegados en lágrimas. Lo había reconocido casi al instante y cuando los demás, alarmados, le preguntaron qué le pasaba, contestó pleno de felicidad:
—Esto amigos míos, es lo más sencillo que vamos a encontrar aquí... ¡El teorema de Pitágoras!
Sus compañeros, atónitos, volvieron la vista hacia el nudo, procurando dilucidar si lo que veía Demetrius era cierto. Priyanka y Olga, ya advertidas por el matemático, lo apreciaron inmediatamente y los demás, algunos con ayuda, terminaron reconociéndolo muy pronto.
Los murmullos y las expresiones de admiración en la nave, cesaron de pronto cuando el aviso alterado de un puesto de vigilancia, alertó:
—¡Presencia exterior, cuadrante 5!
Todos corrieron al mirador correspondiente y pudieron comprobar, en efecto, luces externas acercándose cautelosamente, o al menos así lo interpretaron los miembros del equipo. Felicia ordenó de inmediato la activación de los escudos y los demás sistemas defensivos. Burt y Antígona, con sus cañoneros, se desplazaron a los hangares y aguardaron al pie de sus cazas.
Pronto se pudo determinar que las luces pertenecían a una gran nave, muy singular. Sus formas eran sinuosas, suaves y casi vegetales. Toda ella aparecía iluminada tenuemente y, por algunos espacios utilizados sin duda como miradores para explorar el exterior, se apreciaban ya algunas figuras desplazándose a un lado y a otro por su interior.
La nave no realizó ningún movimiento ofensivo, por lo tanto en la Revelación aguardaron expectantes, en silencio y sin querer demostrar hostilidad alguna, pero preparados para responder si fuese necesario. Pronto la nave alienígena se situó justo frente a la otra y tan próxima que los dos transportes casi se rozaban.
Los ocupantes de la nave de la Confederación no salían de su asombro al contemplar, a través de su gran panel acristalado, el interior del misterioso navío espacial y en él un plantel de figuras de aire humano, pero más altas y delgadas, ataviadas con túnicas blancas y curiosos bastones luminosos en las manos.
—¿Tendrán alguna relación con ese Morso, propietario de la sonda que nos atacó? —preguntó Arián.
—No lo creo. No parecen hostiles —contestó Olga, con voz nerviosa.
—No lo somos —dijo una voz clara que pudieron oír en su mente Olga, Arián y Milton—. No hacemos daño a nadie, solo recolectamos...
Los tres se llevaron las manos a las sienes, asombradísimos. Sus compañeros, sabedores de las capacidades del trío, les preguntaron ávidamente por lo comunicado, si es que había habido algo. Olga los acalló con un gesto de la mano.
—Sí —les contestó—. No sé cómo, pero existe alguna especie de vinculación y se nos permite escuchar...
Hubo un murmullo general, cortado por Olga con un gesto de la mano.
—¡Silencio! Quieren comunicarse otra vez...
Y los tres volvieron a sentir la serena voz de la comunicación anterior. La diferencia idiomática se obviaba al utilizar la vía directa de los pensamientos.
—Bienvenidos, Nuevos Llegados. Yo soy Ore Ayl, solamente uno más de los Vinculados. Vemos que han encontrado el Primer Árbol de nuestra granja. Debemos hablar...