Pasado aquel momento de peligro, se imponía una recapitulación. Felicia había reparado en que la nave de los cultivadores se desplazaba libremente por el Espacio Madre, mientras ellos aún seguían encadenados a su agujero negro.
Olga consultó este hecho con Ore y este le indicó que la nave de los cultivadores podía desprenderlos de su aprisionante cordón umbilical, instalando un anillo de control especial, permanente, parecido a los de un agujero de gusano normal. Así mantenían ellos abierta de manera continua una puerta para volver a su Universo-Galaxia.
Sin embargo, persistía la inquietud ante un desprendimiento que podía dejar a la nave huérfana. Si se alejaban demasiado de la puerta ¿no corrían el riesgo de perderse en las inmensidades del espacio cuatridimensional? ¿Y si los módulos de situación no localizaban el punto de retorno o sufrían alguna avería? Por fortuna Ore, en comunicación mental con Olga, acudió en su ayuda:
—Acepten también este Situador. Él les guiará hasta su puerta en todo momento, por muy Lejanos que se encuentren de Ella —dijo, mientras le entregaba una especie de maravillosa brújula, artísticamente adornada.
Con aquella seguridad, Felicia preparó a sus tripulantes para la separación. Ore dio las instrucciones pertinentes a sus vinculados y al poco brotaba de la nave alienígena un anchísimo rio de luz azulada que envolvió completamente a la Revelación. Luego fue desplazándose hacia su parte trasera hasta desprenderla de su cápsula espacio-temporal mientras se iba formando un borde circular denso cuasi cristalizado, la puerta que mantendría abierta la conexión con el universo de la nave confederada.
En la Revelación se sintió el descolgarse en el Espacio Madre como una suave inmersión en un rio. En seguida la nave se encontró rodeada de nuevo por un tenue halo de vacío, pero libre de desplazarse en cualquier dirección. Felicia comprobó que la libertad de movimiento en el espacio cuatridimensional era más amplia de lo imaginado, pues no apreciaban el límite de la velocidad de la luz. Ore señaló que era debido a la ausencia de la dimensión temporal en el espacio madre, donde la noción de velocidad era mucho más sutil.
Antes de emprender la marcha las dos naves, una en pos de otra, para la exploración del mapa inserto en las entrañas del Espacio Madre, Olga quiso trasladarse a la nave alienígena para facilitar el trabajo de Priyanka y Demetrius, quienes ya estaban allí. En su calidad de mentalista, por un lado, y de astrofísica por otro, podía facilitar la comunicación entre las mentes matemáticas de los Vinculados y los dos genios científicos de la Confederación. Estos, después de comentar los últimos acontecimientos con la directora, se dirigieron a la sala del Mapa.
Priyanka y Demetrius, y hasta cierto punto, Olga, sintieron acelerarse su corazón al contemplar aquel impresionante espectáculo. La mayor parte de lo cartografiado había sufrido una reducción a tres dimensiones, puesto que el Universo-Galaxia, a pesar de ser tan especial, se había originado como todos, desplegando el tiempo como dimensión aparte. Sin embargo, los Cultivadores habían logrado reproducir en una pequeña sección, la complejidad de las cuatro dimensiones, con un resultado fascinante, aunque retorcido y mareante para el cerebro humano.
El Mapa constituía una red de nudos interconectados por aquellas interminables líneas de cientos de millones de kilómetros terranios. Debían seguir algunas mediante horas a velocidades escalofriantes, pero extrañamente innotadas, para encontrar un nudo, un árbol, del que partían líneas nuevas hacia diversas direcciones perdiéndose de nuevo en las profundidades espaciales. El tamaño del mapa, lógicamente, se adecuaba a la escala de los granjeros, representando cada centímetro cientos de millones de kilómetros.
Demetrius se lanzó excitado hasta uno de los nudos más cercanos a él, una bella y compleja serie de figuras, señalándoselo a su compañera de Nueva India.
—¡Mire, Priyanka, esto es la transcripción geométrica de las ecuaciones de Landsley-Corbes, estoy seguro! ¡Siempre faltó una de la que no se pudo determinar su forma, pero esa rama de ahí...!
Y el matemático, con su cerebro enfebrecido, tomó su videógrafo y se dedicó a garabatear en él hasta que le mostró los resultados a la joven física, con expresión triunfante. Ella los consultó aprobándolos con un movimiento de cabeza.
—¡Lo logró! —asintió, llena de asombro y admiración—. ¡Es la ecuación que faltaba!
El Primer Ónix sonreía al observar el entusiasmo del científico y dio también su conformidad al desarrollo matemático. Luego le dijo, utilizando las capacidades mentales de Olga:
—Merecería Usted entrar en la Vinculación, pero aunque eso no es posible, su Ayuda será muy útil para encontrar una Solución al Problema de nuestros Universos.
Paseando por aquella gran estancia, casi completamente ocupada por la cartografía, los tres visitantes advirtieron claras diferencias entre algunos nudos y otros. El Primer Ónix aclaró:
—No todos los Hallazgos se refieren a lo mismo. Hay muchos Árboles que nos descubren los Misterios de lo Regular llamado por ustedes Matemática. Otros nos iluminan con Luces temporales, aunque en su Lugar lo sientan como Aire sonoro, Música según me comunica su compañera. Hay Figuras que vibran, crecen y menguan después. Creo que el modelo imaginado por su Superiora, de una Flor abriéndose y cerrándose alternativamente, es muy aproximado...Y hay otros nudos destinados a impresionar lo más profundo del kor, situado en nuestros Ojos, los que cantan. Sin embargo, ustedes creen que reside en su corazón.
Una de las afirmaciones del Cultivador había llamado la atención de Priyanka y le preguntó, con la ayuda de Olga:
—Ha dicho que algunos de los nudos representan pasajes musicales...
—Así es —confirmó el Primer Ónix—. Una vez localizados, los agrupamos para Reproducirlos con el Lumitrón.
—¿Qué es eso? —se interesó Demetrius, pues era un apasionado de la música.
—Es un Ojeador especialmente construido para Ver el desarrollo de esos nudos en el Tiempo.
Entonces, el Primer Ónix demostró ser lo que en Terrania llamarían un genio único de las matemáticas. Tomó algo parecido al videógrafo de Demetrius y se entretuvo durante un rato con él mientras los demás lo miraban hacer. Cuando terminó les dijo:
—Síganme.
El grupo siguió al cultivador hasta una parte de la nave alienígena habilitada claramente como sala de expansión, con una serie de asientos algo extraños, pero útiles, y un aparato parecido a un proyector de tipo holográfico. El Primer Ónix manipuló algunos elementos brillantes y coloridos en él y después se volvió hacia ellos.
—He modificado el Ojeador para trabajar con el Aire sonoro, al mismo tiempo que impresiona nuestros Ojos. Ahora insertaré una de las Placas donde guardamos los Árboles Musicales. El Lumitrón fue pensado para traducir automáticamente todas sus Figuras a las Ondas luminosas correspondientes y ahora, con esta Modificación, a sus Ondas sonoras. Siéntense, por amabilidad.
Los tres viajeros tomaron asiento secundados por algunos Cultivadores más mientras el Primer Ónix ponía en marcha el Lumitrón. Carla, Demetrius y Priyanka nunca habían disfrutado de una maravilla semejante. Ellos ahora podían seguir los rutilantes cambios de color, las movibles ondulaciones serpentinas en el aire de la sala, los arcoíris gloriosos, las nubes llameantes y, además, acordes nunca escuchados por el oído humano, extraños y fantásticos sonidos, escalas persiguiéndose unas a otras, una música que haría palidecer a los coros celestiales. Demetrius, investigador infatigable, creyó reconocer uno de sus estilos preferidos, las persecuciones barrocas, los bajos creciendo y cerniéndose para difuminarse después, volviendo a renacer y las progresiones encadenándose. Impregnado hasta la raíz de aquellas sonoridades, musitó sobrecogido:
—Bach...
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La conversión del túnel que cruzaba el agujero negro en una puerta con anillo especial de control, y la posterior separación de la nave confederada, habían sido previamente informados a la estación espacial Sagitario 4. Los módulos de control de esta fueron adaptando el flujo de energía oscura procedente del Cubo Universal, a medida que avanzaba el proceso ejecutado por la nave de los granjeros lógicos y por fin, todo quedó normalizado.
Zéndar no perdió detalle de ninguna de las operaciones efectuadas en la estación, adónde había subido desde el planeta para poner en práctica el plan que un odio irracional le había hecho concebir. El hombre elegido para anular el Bloqueador estaba ahora en su turno de trabajo y el asambleísta no quería demorar más la puesta en práctica de las acciones que iban a dejar perdidos en el infinito a los aborrecidos viajeros.
Ya se dirigía hacia el módulo de control del Bloqueador cuando fue asaltado por Dave Cornelius en uno de los pasillos.
—Es una suerte encontrarlo, Zéndar —le dijo el científico, tomándolo por un brazo—. No hemos tenido ocasión de ver a alguien de la Asamblea por aquí desde lo sucedido a mi compañero Enrico. ¿Está usted al tanto?
—No —mintió Zéndar—. ¿Le ha pasado algo malo?
—Sufrió un ictus, según los doctores que lo atienden —explicó Cornelius—. Pero hablándole en confianza, para mí, ha sido atacado. Su mente presenta destrozos muy sospechosos. La Asamblea debe conocer este hecho y emprender las investigaciones precisas.
—¿Y dónde está ahora? —quiso saber el asambleísta.
—Está siendo atendido en el sector sanitario. Acompáñeme, precisamente ahora iba a verle...
Zéndar entendió que sería sospechoso negarse y acompañó a Cornelius hasta la habitación donde reposaba Enrico. Este, pese a estar reducido casi a un vegetal sin posibilidad de comunicarse, abrió unos ojos desorbitados cuando vio llegar entre nieblas a su compañero Cornelius con Zéndar. Si los músculos de su rostro no estuviesen definitivamente paralizados, Dave hubiese podido leer el pánico en su cara y haber reaccionado en consecuencia.
Pero Enrico estaba anulado y Zéndar respiró para sí con alivio. Si el científico moribundo hubiese lanzado alguna alerta, habría tenido que reducir a su compañero también, poniendo en serio peligro sus planes.
Tras unas palabras de condolencia, el asambleísta dejó a Cornelius en la habitación con su compañero y se despidió de él, maldiciéndolo interiormente por el retraso ocasionado. Era posible que Carles hubiese terminado ya su turno, así pues se apresuró en su camino al Bloqueador. Tuvo suerte, el técnico aún se encontraba operando en el módulo.
Desde las sombras del rincón apartado donde Zéndar se hallaba oculto, se le veía muy atareado. El asambleísta solo tuvo que pulsar uno de los pliegues cerebrales, ya tocados en su conversación previa en Olinus, para activar la orden de anulación del Bloqueador. Dicha orden incluía el tiempo de protección necesario para que Zéndar pudiese abandonar la estación, pues era posible que el cese del flujo energético provocase el colapso del agujero de gusano originado en la Sagitario 4, destruyendo esta.
Una vez emitida la orden, Zéndar se apresuró hacia la portilla de atraque donde le esperaba su lanzadera y Carles quedó enfrentado a su destino.
En principio el técnico no sintió nada, pero al cabo de unos minutos se envaró y pareció entrar en trance. Ninguno de sus compañeros notó algo extraño en su conducta, pues se encontraban algo apartados. Tampoco vieron nada anormal cuando Carles se dirigió al mando que cerraba el Bloqueador y se quedó quieto ante él, rígido y en tensión.
El técnico sintió cómo el pulsador del mando le gritaba, le estaba pidiendo que lo girara hasta el cierre y él no era capaz de resistirse a su llamada. Cubierto de sudor, con sus ojos alucinados, levantó la mano y la llevó hasta el mando, lleno de angustia, pero falto de voluntad para negarse a aquella voz dentro de su conciencia. Y por fin, asió el pulsador.
No obstante, no llegó a moverlo. Una mano férrea rodeó su garganta y dos hábiles dedos hicieron presa entre su hombro y el cuello. Una pinza maestra dejó todo su cuerpo en un estado de flaccidez total. Carles se derrumbó sobre el cuerpo de Wang Lin y este lo sostuvo sin dejarlo caer al suelo. El Maestro no quería armar un escándalo en la estación pues tenía sus propios planes y quería interrogar al técnico con toda la tranquilidad necesaria. Lo dejó reposando en un asiento y se dirigió al mirador cuando las pantallas indicaron la partida rutinaria de una nave hacia Olinus.
Lin se quedó allí, sus manos ocultas entre las anchas mangas de la túnica, mirando cómo una lanzadera se despegaba de la estación encaminándose al planeta.
—Vuela, demonio —pensó—. No será difícil saber quién eres...