En la nave Revelación la inquietud por los infiltrados en Andrómeda era muy grande. Olga y Carla procuraban pasar el tiempo derivando sus pensamientos y conversaciones hacia el otro gran problema, la colisión de los universos, aunque esto les añadía un motivo más de angustia. Ore, sin embargo, se veía confiado y procuraba tranquilizarlas. En su opinión, el Primer Ónix y los dos científicos terranios que le acompañaban ahora, lograrían dar con una solución.
El Primer Cultivador, a través de los compasivos sentimientos de Olga hacia Carla, había captado la tragedia vivida por esta en Terrania y decidió que debía hablar con las dos.
—Escúchenme —dijo a través del robot transpositor —. Quiero decirles algo más, una información nueva sobre el Espacio Madre, según lo llaman Ustedes, y los universos que alberga.
La voz a través del aparato robótico sonaba fría y metálica, pero los destellos visuales de Ore parecían muy coloridos. Las dos mujeres se inclinaron hacia adelante, interesadas en lo que el Vinculado tuviese que decirles.
—Los agujeros negros no son las únicas Puertas por las que se establece comunicación entre un Universo y el Espacio Madre, la Granja, como la llamamos nosotros. También están los Hilos...
—¿Qué son los hilos? —inquirió Olga, extrañada.
—Son Corrientes, líneas o conductos por donde suben y fluyen cosas, experiencias, saberes, energías, desde el espacio de la Granja al universo de que se trate. Normalmente parten de algunos árboles especiales funcionando a modo de Portales, y desembocan en algún Lugar singular o insólito del universo al que se enlazan.
—¿Ese caso se da en nuestro universo? —preguntó una Carla temerosa, como si le asustase la respuesta que iba a encontrar.
—Así es —respondió Ore —. Hemos seguido uno de esos hilos y comprobado que llega hasta un sistema binario, con un planeta sembrado de extrañas plantas giratorias...
Carla se estremeció al escuchar esto y no pudo reprimir el temblor involuntario que la acometió.
—¡Es el planeta de mis sueños, el planeta de los girasoles! —exclamó, aferrándose a las manos de Carla y mirándola casi como en una súplica— ¡Quizá allí esté él!
—Sé dónde encontrar ese Árbol y ese portal y puedo llevarla a ese lugar, si quiere —dijo Ore —. Ya probamos nuestros propios Hilos y el traslado por ellos es instantáneo. ¿Pero realmente quiere ir usted al planeta que menciona?
Carla examinó sus sentimientos más íntimos y enseguida vino a su conciencia la imagen de Milton. Una especie de ternura nueva la invadió. ¿Qué peripecias estaría sufriendo ahora el Audaz en Andrómeda? No obstante, sentía que debía ir hasta allá, desvelar el misterio, retornar a la calma y quizá no volver a soñar.
—Creo que debo ir. Sin embargo, hay otra persona con los mismos sueños y no podría mirarle a la cara si me fuese sola...Esperaremos su regreso —concluyó Carla.
Olga comprendió que se refería a Arián. La directora suspiró porque todo se complicaba. ¿Qué sucedería con Morso y los temerarios del comando? ¿Podrían volver a tiempo? Ahora se sumaba el asunto del planeta de los girasoles...Y quedaba pendiente lo más grave, el choque universal. ¿Qué estaban haciendo Demetrius y Priyanka?
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En la nave de los Vinculados, Priyanka se admiraba de la delicadeza mostrada por el Primer Ónix. Por una parte, había facilitado a los dos terranios operar sin sus respiradores, que en sí eran un gran logro tecnológico de la Confederación, instalando en ciertas dependencias de la nave una atmósfera adecuada. Los Vinculados también podían trabajar en ella, pues el mecanismo energético de su metabolismo era muy diferente a la respiración humana.
Por otra parte, el Primer Ónix, después de conocer las necesidades de aseo de los humanos, se las ingenió para satisfacerlas. En la nave Revelación estaban acostumbrados a ahorrar agua aseándose a menudo en cámaras de tipo criogénico, pero pasados unos días, seguía apeteciendo el frescor del líquido corriendo por la piel.
Sin embargo, Priyanka no esperaba la sorpresa que el Primer Ónix le tenía reservada. Cuando el Vinculado, después de una jornada de estudio agotadora, la animó a seguirlo invitándola a pasar a una habitación blanquísima, lo que vio en el centro de aquel espacio le provocó un gritito de felicidad: una artística bañera, de graciosas formas vegetales, llena de agua, le prometía tibios y relajantes momentos. Incluso le habían dejado algo semejante a geles corporales sobre un saliente anexo.
El Primer Ónix inclinó la cabeza, sonriendo a su manera, y se retiró respetuosamente, cerrándose la puerta tras él. Priyanka se despojó de sus ropas, y zambulló sus armoniosas formas en el agua tibia. Se tendió con la nuca apoyada en el borde y dejó su cuerpo flotar, relajando gran parte de la tensión acumulada en los últimos días.
La sensación de bienestar era increíble y la genial física se dedicó a chapotear suavemente. Arrastró su mano por la superficie líquida y una onda acuática corrió hasta estrellarse contra sus pies que asomaban en el borde opuesto, cosquilleando sus dedos. La científica repitió la operación y la onda atravesó por segunda vez la masa de agua hasta desaparecer.
Entonces Priyanka se incorporó como recorrida por una corriente eléctrica y quedó sentada en la bañera, mirando fijamente al agua, ondulante todavía. Casi histérica, salió del agua precipitadamente, chorreando líquido y colocándose una especie de albornoz extrañamente tejido, abandonó corriendo la estancia, sin preocuparse de vestir sus propias ropas.
—¡Lo tengo, Demetrius, lo tengo! —casi gritó, entrando como una tromba en la sala del Mapa donde el científico seguía enfrascado en sus ecuaciones.
Demetrius y los demás presentes se volvieron sorprendidos, incluso los granjeros, al verla llegar descalza, casi resbalando y con el pelo mojado. El científico, con su absoluta confianza en la joven, intuyó que había descubierto algo importante, al irrumpir de aquella manera.
—¿Qué has encontrado? —preguntó ansioso.
—Ha sido en la bañera...el agua...las ondas... —balbuceó ella intentando controlar el flujo de palabras que se atropellaban en su garganta — ¡Un solitón, un solitón gigantesco es lo que necesitamos! ¡Y sé cómo conseguir un solitón universal!
Demetrius se había quedado paralizado, la boca semiabierta. Su cerebro era una vorágine de ideas, números y relámpagos matemáticos.
—¿Cómo no lo vi antes? —exclamó por fin — ¡El solitón, claro que sí! ¡Necesitaremos adaptar las ecuaciones diferenciales no lineales de Hoffmaner a un espacio de cuatro dimensiones, y ahí nos pueden ayudar los Vinculados!
El Primer Ónix llegaba en esos momentos, alarmado por el revuelo y los dos terranios le informaron apresuradamente del hallazgo. Aquel genio matemático solo tuvo que echar un vistazo a las proyecciones garabateadas por Demetrius durante un minuto escaso en su videógrafo, para saber que la solución al Horror había sido encontrada y miró estupefacto a los dos autores del descubrimiento, especialmente a Priyanka. Luego una sonrisa feliz y afable se trazó en su rostro cuando tomó las manos de sus geniales ayudantes terranios, mientras movía afirmativamente su cabeza prodigiosa.
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En el refugio de Oldir, Deo-Siv comenzó de pronto a vibrar. Una lucecita verde se puso a parpadear de continuo, semejando una baliza de posición. El corazón de Hélina dio un vuelco porque el robot parecía haber sido activado desde el exterior. ¿Los habría encontrado Morso?
Inquieta y llena de angustia llegó a la trampilla de salida, la desplazó un poco y observó el cielo cubierto de nubes. Un rocáster apareció bajo ellas, de repente, y la vesiana preparó su arma. No había duda: el sensor de carbono la había detectado y la vesiana se dispuso a vender cara su vida, esperando ver aparecer a los monoprensiles, una vez la nave posada en el suelo.
Sin embargo, su corazón se puso a latir alocadamente cuando vio salir, no a un monoprensil, sino a una alta figura vesiana, demasiado familiar para no reconocerla, acompañada de un grupo de seres algo más bajos, pero con una conformación general parecida. Ya segura de la identidad del vesiano, abrió totalmente la trampilla y terminando de subir los escalones salió a campo abierto, corriendo hacia el grupo de Adaniro.
Este la divisó de inmediato, y corrió igualmente hacia ella, fundiéndose los dos en un intenso abrazo cuando se encontraron. Ella se apartó un poco, sin dejar de abrazarlo, para mirarlo a placer y exclamó sonriente en su extraño, pero sonoro idioma:
—¡Cuánto has tardado, querido, llegué a pensar que habías muerto, pero me resistía a creerlo...!
—Estás igual de hermosa que cuando me fui... —dijo él —. Yo también temí no encontrarte ya.
—Estás muy joven —se asombró Hélina — ¿Cómo es que no ha pasado el tiempo por ti?
El emitió una pequeña risa muy particular.
—Morso me mantuvo en hibernación durante veinte años. No se atrevió a terminar con su creador... ¿Y los demás? ¿Cuántos han sobrevivido? Es preciso recuperar la civilización vesiana. ¿Y Deo-Siv? Activé su baliza, pero no sé si está bien...
—Mira, aquí viene. No te preocupes, está en perfecto estado y ronroneando como siempre —sonrió ella viendo acercarse al pequeño droide—. Los demás están en el refugio, aproximadamente un centenar...Y ahora dime, ¿quiénes son esos seres raros que te acompañan?
—Ven a conocerlos. Son amigos y están aquí para ayudarnos a acabar con Morso. Ellos me sacaron de la hibernación.
Los dos vesianos se acercaron al comando terranio, que se había mantenido algo apartado y Adaniro hizo unas presentaciones bastante confusas, siempre a través del robot de Rusko. Luego Hélina dijo:
—Venid al refugio, permanecer al descubierto es peligroso. Podéis ocultar el rocáster en ese hangar semiderruido...
Antígona maniobró unos momentos con la nave hasta dejarla bien camuflada bajo aquella cubierta y volvió con los demás. Al incorporarse de nuevo al grupo lanzó un objeto a Arián, quien lo agarró al vuelo. El joven sintió la potente descarga energética al cerrar su puño sobre él: era un súper dicópter, uno de los cubos prodigiosos que tan bien dominaba.
—Un regalo de última hora de Olga —sonrió la piloto.
Bajo la mirada apremiante de Hélina llegaron al refugio y fueron pasando todos al interior. El vesiano, cuya conformación orgánica y hasta sentimental era muy parecida a la humana, sintió como su corazón se encogía al ver el triste estado de aquellos pocos supervivientes, restos de lo que había sido una gloriosa y floreciente civilización galáctica.
Algunos ancianos lo reconocieron y se adelantaron a estrechar sus dos manos, reanimados y llenos de esperanza al contemplar de nuevo a su líder, ofreciéndole algo de comida, aunque Adaniro solo aceptó un vaso de líquido verdoso humeante.
Luego, acariciando a Deo-Siv, activó desde su pulsera el robot de Rusko, para que pudieran oírlo todos, incluyendo a los terranios, y habló:
—Escuchadme todos, aunque yo esté aquí no significa que haya pasado el peligro. Morso nos habrá seguido y sus droides están a punto de llegar. Deberemos luchar, pero estos amigos míos son formidables guerreros. Todos aquellos de vosotros con capacidad para tomar un arma, preparaos. Los más indefensos bajarán hasta el último sótano. Quizá algunos os preguntéis porque he venido ahora, descubriéndole a Morso la situación de este lugar, pero no había otro remedio porque aquí está la Llave...
Arián, siempre curioso, intervino entonces:
—¿Y qué es esa Llave? Ya va siendo hora de aclararnos donde está o quien la tiene...
Adaniro miró al joven afablemente y le sonrió.
—Esta es la llave, amigo mío —dijo el vesiano, señalando a Deo-Siv, el cual, entre sus piernas, no dejaba de vibrar y ronronear bajo las caricias de su amo.
Un murmullo de sorpresa recorrió a los miembros del comando, mientras Adaniro continuaba explicando:
—Este pequeño droide debe llegar ileso a la base secreta en el satélite de Gersín. En su interior están los códigos necesarios para que Morso nos entregue el control...
—Querrá decir para destruir a Morso y a todas sus máquinas junto con los tentáculos cibernéticos expandidos por la galaxia... —intervino Milton, a quien le había sorprendido la expresión utilizada por el vesiano.
—No, mis amigos terranios —explicó Adaniro —. Mire la situación miserable de este centenar de supervivientes. No podemos dar al traste con tantos siglos de civilización vesiana, todas nuestras bibliotecas, nuestro pasado recogido en los discos de historia, nuestros talleres de producción, nuestros centros de curación que esperan ser recuperados...No podemos empezar desde las edades más antiguas y salvajes. Pero hay más: cesar toda la actividad de las máquinas significa cerrar la puerta al Espacio Madre, y así ustedes quedarían atrapados aquí. No creo que quieran eso...Por tanto, lo que se impone es la sustitución de la inteligencia central de Morso por una orientada a recuperar lo antes posible las costumbres y la cultura vesiana.
Los terranios encontraron muy razonables las palabras de Adaniro, con lo cual no objetaron nada más. Únicamente Dárek indicó:
—Bien, entonces solo nos queda definir una estrategia de defensa. Deben estar llegando y la batalla va a ser dura...