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TROG SABÍA QUE AQUELLA NIEVE sería la décima que vería derretirse, así que una tarde, mucho antes de que ocurriera, se sentó junto a su madre en la entrada de la cueva, mientras esta terminaba de curtir una piel de cabra para hacer unas botas a los mellizos. Le hipnotizaba ver a Ma raspar el cuero con una piedra afilada, dejándolo suave y rígido.

–Ma, ¿tú hiciste el Viaje?

–No, hija.

–Entonces, ¿no eres Invisible?

Ma dejó lo que esta haciendo y miró a Trog con ternura.

–Claro que lo soy. Los hombres Invisibles hacen el Viaje; las mujeres Invisibles hacemos en nuestro vientre a nuevos hombres Invisibles.

–¿Y Rnar? No ha logrado terminar su Viaje ni tampoco ha hecho nada en su vientre que no sea llenarlo de comida.

–Rnar no es Invisible, pero algún día lo será. Sencillamente necesita algo más de tiempo que los demás.

–Y si tú eres Invisible porque nos has hecho a Rogl, a Odi y a mí, ¿por qué no vas a cazar como los hombres? ¿Por qué Pa y mis hermanos no van a cazar si son Invisibles? ¿Por qué ninguna mujer sale sola de la colina? ¿No hubo ninguna niña que quisiera hacer el Viaje?

Trog, ¡son demasiadas preguntas! Ni siquiera sé si tengo respuesta para todas.

–Entonces, respóndeme solo a esta: si hago a un Invisible en mi vientre, ¿podré ir al bosque sola?

–No –dijo su madre con cierta resignación–. Solo pueden hacerlo aquellos que hayan regresado de su Viaje. Así ha sido para nosotros y para los abuelos de los abuelos de tus abuelos.

Trog se puso en pie.

–¡Yo quiero ser Invisible! ¡Yo quiero hacer el Viaje!

Ma suspiró. Con la voz más dulce y comprensiva que una madre puede poner, le dijo:

–Hija, cada cual tiene su papel en la tribu. Unos cuidamos el fuego y otros traen la comida. Unos cazan y otras hacemos niños. Unos son más fuertes, otros más rápidos, otros más habilidosos, y cada uno busca el lugar en el que mejor encaja. Todavía eres pequeña para encontrar el tuyo, Trog, pero tarde o temprano lo encontrarás. Eres una Invisible como cualquier otro. Todo saldrá bien, te lo prometo.

La niña arrugó la frente y se marchó hacia la llanura cubierta de nieve, pensativa. De repente, le parecía que todo aquello tenía muy poco sentido.