CAPÍTULO 8

GRACIA NUEVA PARA CADA FALTA

No hace mucho iba conduciendo para almorzar con Wendy, y por alguna razón, cada vez que ella hacía un comentario pasajero, me daba cuenta de que me enojaba de inmediato con ella o hacía un comentario provocativo innecesario. Cada respuesta mía tenía una mala intención, y como se puede imaginar, el trayecto en el automóvil pronto cayó en el más hondo silencio. Después durante la almuerzo, siendo una mujer paciente como lo es mi esposa, me preguntó: “Cariño, ¿hay alguna razón por la que estás tan irascible hoy?”.

¿Ha tenido usted uno de esos días en los que su esposa tiene que hacerle una pregunta parecida? Bueno, ese fue uno de esos días para mí. En caso de que no lo sepa, los ministros de Dios no “discutimos” con nuestras esposas; ¡sólo tenemos “conversaciones intensas”! Estoy bromeando. Claro que hay desacuerdos de vez en cuando en la casa de los Prince. Sin lugar a dudas no es la norma, pero de vez en cuando se producen, especialmente cuando Wendy no es capaz de apreciar mi “sabiduría”. ¿Puedo ser honesto con usted? ¿Puedo ser vulnerable con usted y hablarle de mis debilidades?

Mire, las personas a veces se acercan a mí por la calle cuando voy en tejanos, una camiseta playera y una gorra de béisbol. Cuando de repente me reconocen, se quedan atónitos, y exclaman: “Pastor Prince, ¡está usted muy distinto de como aparece en las portadas de sus libros!”. Bueno, por supuesto que estoy muy distinto. ¿Sinceramente cree que voy por ahí llevando un traje de tres piezas o un esmoquin a diario?

Relájese. Tan sólo estoy bromeando y metiéndome con cómo a algunos ministros les gusta dar la imagen de ser siempre santos y perfectos, con cada pelo de su cabello en su sitio, su apariencia y conducta siempre inmaculadas. Yo no soy así. Me gusta ser abierto, auténtico y transparente. Me gusta ser la misma persona arriba y abajo de la plataforma. Ya sea que esté de pie tras el púlpito o tomando café con usted, soy el mismo. Me encanta la Palabra, me encanta la gente y me encanta señalarles a Jesús a las personas imperfectas. Y yo soy el primero en esa lista de personas imperfectas. Incluso mientras escribo este libro, me estoy predicando a mí mismo también de la Palabra de Dios.

Ahora, regresando a mi historia acerca de ese almuerzo con mi esposa y por qué yo estaba tan irascible ese día, permítame decir, para que conste, que por lo general suelo ser una buena compañía, así que lo que ocurrió ese día no encajaba conmigo. Por supuesto, como en todas las cosas, mi esposa fue la “beneficiaria” directa de ese arrebato de irritabilidad. Y aunque no estaba del todo calmado en mi mente, mi respuesta a la pregunta de mi esposa ese día fue realmente buena, si yo tuviera que definirla.

Le dije: “Cariño, no sé lo que me pasa, pero si me vuelve a pasar, por favor dímelo, ¿de acuerdo?”. Y sólo en caso de que se hubiera hecho las raras ilusiones de pensar que soy un buen esposo, permítame decirle también que no es así como respondo siempre. No quisiera entrar en los detalles, ya que tenemos asuntos más importantes que tratar en este capítulo, pero sabe a lo que me refiero.

Mi hermano, cuando se trata de aprender a amar a nuestra esposa y ser más atento, cariñoso y amable, ninguno lo hemos conseguido aún. Como cualquiera de ustedes, maridos, yo también estoy aprendiendo y creciendo. Gloria a Jesús por su gracia abundante, ¡y por el don de la no condenación!

¿Podría estar entrando la culpa?

La pregunta de Wendy: “Cariño, ¿hay alguna razón por la que estás tan irascible hoy?”, me hizo reflexionar en la causa de mi mal genio con ella ese día. ¿Podría ser el cansancio? Pensé si había descansado bien la noche anterior. Había dormido bien. Incluso me las había arreglado para dormir más horas de lo que normalmente duermo.

Entonces me acordé. Ese mismo día, unas horas antes, tuve un pequeño encuentro con un familiar. No fue nada serio, pero había estado pensando en mi tono de voz e incluso en la elección de mis palabras. No había dicho nada impropio, pero aún así, había comenzado a juzgarme, pensando: “Quizá debía haberlo dejado pasar. Quizá no debería haber dicho eso. A fin de cuentas, es un familiar”.

Esos eran los pensamientos que volaban por mi cabeza. Estaba justificando mis acciones y mis palabras en mi mente, pero a la vez, también estaba comenzando inconscientemente a sentirme culpable. Entonces, después ese mismo día, estaba en el teléfono corrigiendo a alguien de mi equipo que había cometido un error bastante serio. Mientras colgaba el teléfono, pensé para mí: “¿He sido demasiado duro?”.

Fue después de este incidente cuando llevé a mi esposa a almorzar, y usted ya sabe lo que ocurrió cuando estaba con ella. Lo único que hizo Wendy fue hablar de cosas sin importancia. Ella no era el familiar, ni tampoco era la persona a la que había corregido por teléfono. Era una espectadora inocente (y si puedo añadirlo, hermosa) en el lugar equivocado en el momento equivocado. ¿Entiende lo que quiero decir?

Me di cuenta entonces de que estaba tan irascible porque me estaba sintiendo culpable. No hice algo necesariamente malo, pero permití que esa pequeña culpa entrara en mi corazón e inconscientemente permití que entrara también la condenación. Amigo, cuando camina bajo una nube de juicio, puede convertirse en una persona bastante desagradable con la que estar. Créame, sé de lo que estoy hablando. Le doy gracias a Dios que cuando Wendy me hizo esa pregunta, Él me dio el momento de claridad en el que pude ver la condición de mi corazón.

Gracias a Dios por una esposa con discernimiento y perceptiva que no se tomó mis comentarios de forma personal, y supo que debía de pasarme algo. Por eso le dije que me lo dijera la próxima vez que observase ese comportamiento en mí, porque aunque uno sea autor de libros acerca de la gracia y el perdón de Dios, puede haber momentos en que la condenación se infiltra en el corazón y uno ni tan siquiera se da cuenta. Durante todo el día se puede sentir terrible, y todas sus respuestas tienen veneno. Esa no es la vida abundante, y ¿sabe cuál es la solución de todo? La solución pasa por tener un sentimiento constante del perdón de Dios sobre su vida. En vez de tomar y albergar toda la culpa, la condenación y el juicio, tenemos que estar seguros en nuestro perdón perfecto en Jesús.

Hay una cualidad redentora en ser consciente de perdón, en contraposición con ser consciente de sus fallos, pecados y errores. Cuando usted es consciente de perdón y ve sus fallos en la cruz de Jesús, recibe poder para romper su irritabilidad, impaciencia y mal humor con los demás. ¡Usted recibe poder para romper sus trastornos alimenticios, adicciones y ansiedades! Cuando se da cuenta de que no merecemos el perdón y la gracia de Dios y, sin embargo, Él nos la da igualmente, esta revelación nos cambia desde adentro. Disuelve los nudos de ira e impaciencia que se han acumulado en nosotros por años y nos libera para disfrutar del amor de Dios y para mostrárselo a otros.

Cuando se da cuenta de que no merecemos el perdón y la gracia de Dios y, sin embargo, Él nos la da igualmente, esta revelación nos cambia desde adentro.

La gracia no es meramente fortalecimiento

La clave, por tanto, es recibir su gracia como un favor inmerecido y creer que ese mismo favor inmerecido es lo que le transforma. Hay una enseñanza circulando por ahí que dice que la gracia se define como “fortalecimiento divino”. Tenga cuidado de no definir la gracia como un mero fortalecimiento, pues eso es diluir y reducir lo que verdaderamente es la gracia.

La gracia produce un fortalecimiento divino, pero en sí misma, la esencia de la gracia es su favor inmerecido, gratuito y no ganado. ¿Cuándo está usted en el estado en que menos se merece algo? Cuando ha fallado. Favor inmerecido significa que cuando ha fallado y está en su estado menos merecedor, usted puede recibir el favor, las bendiciones, el amor y la aceptación perfecta de Jesús en su vida. Déjeme decirle que cuando usted entiende y recibe la gracia como el favor inmerecido de Dios, no sólo es fortalecido, sino que también será sanado, y cambiará desde dentro hacia fuera.

Así que tenga cuidado con lo que oye y cree acerca de la gracia. La gracia de Dios no es una transacción para que usted haga más y desempeñe más (porque ha recibido más poder). No, es un encuentro de corazón genuino con un Salvador que le ama más de que puede imaginar. No se trata de lo que usted tiene que hacer, sino de lo que Jesús ha hecho.

El verdadero peligro al definir la gracia como sólo un fortalecimiento divino es que podemos de manera inconsciente darle la vuelta a la gracia, y en vez de verla como la obra de Dios en nuestra vida, hacemos de ella nuestra obra. De estar centrado en lo que Jesús ha hecho, la definición errónea de gracia como “fortalecimiento” lo cambia a tratarse de lo que usted debe hacer y cómo usted debe actuar ahora que ha recibido esta gracia, este “fortalecimiento divino”. ¿Puede ver esto? Con una definición así de la gracia, la responsabilidad de vivir la vida de Cristo vuelve a caer de lleno sobre sus hombros.

Amigo, asegúrese de que lo que cree en su corazón siempre le apunte de nuevo a Jesús y sólo a Jesús, y no a usted mismo. Recuerde: se trata todo de la obra de Él, de su hacer, de su desempeño y su amor en nuestras vidas. Nunca se trata de usted. No se deje engatusar por aquellos que se alejan de la impoluta definición de la gracia como el favor inmerecido de Dios y terminan haciendo que todo se trate de usted y de lo que usted tiene que hacer. Eso no es gracia. La gracia es obra de Dios, desde el comienzo hasta el final.

La gracia es obra de Dios, desde el comienzo hasta el final.

Deje que la Biblia defina la gracia por usted

¿Sabía que cuando lee la versión de la Amplified Bible (Biblia Amplificada) hay un paréntesis junto a la palabra “gracia” cada vez que esta aparece, y lo que queda entre paréntesis define la gracia como el favor inmerecido, gratuito, no ganado de Dios? Por ejemplo, en Juan 1:17 dice que aunque la ley fue dada mediante Moisés, la gracia (favor inmerecido, gratuito, no ganado y bendición espiritual) y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. En otro versículo, Romanos 5:17, dice que los que reciben la desbordante gracia (favor inmerecido) de Dios y el don gratuito de la justicia, poniéndoles así en un buen estatus con Él, reinan como reyes en vida mediante Jesucristo Hombre (el Mesías, el Ungido).

Así, cada vez que oye la palabra “gracia”, piensa en el favor inmerecido de Jesús. No permita que otra persona cambie la pureza de la gracia de Dios en su vida. Le citarán definiciones de gracia de varios diccionarios, pero al final, esas son definiciones de hombres. Yo no sé usted, pero yo quiero la definición de gracia que da la Biblia. Las definiciones de gracia del hombre nunca se compararán a las de Dios. Es mejor dejar que la Escritura interprete la Escritura.

Ahora bien, ¿cómo define gracia la Biblia? Pablo, el apóstol más grande de gracia, lo describe de forma muy clara en Romanos 11:6: “Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra”.

¿Love? En la gracia no hay lugar para las obras humanas, puro y simple. Para los que enseñan que gracia significa “fortalecimiento”, tienden a orientarlo hacia las obras del hombre y el desempeño del hombre. Eso no es gracia verdadera. Recuerde que el verdadero fortalecimiento divino viene de Jesús, no de usted.

La Nueva Traducción Viviente narra Romanos 11:6 de este modo: “y como es mediante la bondad de Dios, entonces no es por medio de buenas acciones. Pues, en ese caso, la gracia de Dios no sería lo que realmente es: gratuita e inmerecida”. Me encanta esto: ¡su gracia es gratuita e inmerecida! Cuando usted experimenta este favor y amor gratuito e inmerecido de Dios, no tiene que preocuparse por sus acciones. Su amor y favor inmerecido dentro de usted eliminarán todo el pensamiento erróneo y creencia errónea, y producirá usted buenas obras; producirá resultados. Producirá verdaderos frutos de justicia que son duraderos, sostenibles y perdurables.

El favor inmerecido de Dios produce un cambio sin esfuerzo

Me gustaría que se imaginase un árbol fuerte y frondoso. Un árbol fuerte y frondoso no se preocupa por dar frutos o deshacerse de las hojas secas que hay en él. Mientras el árbol reciba la cantidad correcta de sol, agua y nutrientes, tendrá una savia saludable fluyendo por él que contiene todos los nutrientes apropiados y que naturalmente elimina todas las hojas secas. Y mientras su vida interior, su savia saludable, siga fluyendo, seguirán saliendo hojas nuevas en ese árbol y crecerán y florecerán buenos frutos de forma natural en todas sus ramas.

Querido amigo, cuando comience a recibir el sol del favor de Dios y a tomar el agua de su Palabra, cuando comience a alimentarse con el perdón de Jesús en su vida y su estatus de justicia en Cristo, las hojas secas de culpa, temor, adicciones y todo tipo de trastorno comenzarán a ser eliminadas al recibir la nueva vida de Jesús dentro de usted. La transformación que experimentará, cuando no está basada en su propia disciplina y autocontrol, será verdaderamente sin esfuerzo. Ya no se trata de: “¿Cómo venceré este problema de la ira?”, o “¿Cómo acabaré con esta adicción al tabaco?”, o “¿Cómo puedo quitarme este hábito de reaccionar desmedidamente cuando estoy estresado e inseguro?”. En cambio se convertirá en: “¿Cómo vencerá Jesús en mí este problema de la ira, esta adicción al tabaco o este hábito de reaccionar desmedidamente?”.

Los frutos de su éxito serán sin esfuerzo. Uno a uno, las adicciones, trastornos y emociones negativas comenzarán a caerse de su vida como hojas secas, y nuevas hojas (nuevos pensamientos y actitudes positivas), nuevas flores (nuevos deseos y sueños) y nuevo fruto (nuevas conductas y hábitos) comenzarán a florecer en su vida.

Cuando comience a recibir el sol del favor de Dios y a alimentarse con el perdón de Jesús y su estatus de justicia en Cristo, las hojas secas de culpa, temor, adicciones y todo tipo de trastorno comenzarán a ser eliminadas al recibir la nueva vida de Jesús dentro de usted.

Jesús dijo: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:4-5). Quiero animarle a habitar en la gracia de Él: su favor inmerecido, gratuito y no ganado para su vida.

Su libro de cuentas está limpio

Es muy importante que usted entienda, crea y habite en la verdad del favor inmerecido de Dios y su perdón en su vida, incluso cuando su conducta no sea perfecta. ¿Por qué? Porque le libera para disfrutar de su relación con Dios, para disfrutar pasando tiempo con Él y para esperar bien de Él. Le libera para disfrutar de paz y descanso todos los días, buenas relaciones con otros y una vida de plenitud. Le libera para esperar confiadamente un futuro brillante.

Imagine por un momento que es una persona de negocios. Debido a algunas malas decisiones y algunas cosas que escapan a su control, su empresa entra en una grave deuda. Por ello, usted ha desarrollado el hábito de evitar el libro de cuentas de su empresa. Sabe que cuando lo abra, lo único que va a encontrar son números rojos, y ese color rojo es un recordatorio a voces de cuánto debe y lo insana que es la situación en la que ha caído su empresa. No puede dejar de pensar en el libro de cuentas, pero cuanto más piensa en él, más se llena de temor.

Del mismo modo, si usted sigue viviendo y pensando que todavía existen deudas entre usted y Dios en su cuenta con Él, no podrá respirar con facilidad. Se llenará de pensamientos de cómo pagar sus deudas. De hecho, tan sólo con pensar en el rojo de su libro de cuentas le hace tener miedo de acudir a Él o esperar su ayuda para algo.

Pero supongamos que un buen amigo que le ama se entera de la deuda de su empresa, y por voluntad propia y de su propio bolsillo, paga toda su deuda. Lo hace porque, como buen amigo suyo, no quiere que usted siga llevando esa carga tan pesada de deuda. Además, como él sabe que usted no puede pagar esa deuda, no quiere que ni tan siquiera intente devolverle el dinero.

Ahora (después de haber asimilado esta increíble noticia), usted ya no tiene miedo de su libro de cuentas. Puede respirar con facilidad nuevamente. Puede deshacerse de su angustia y reírse y volver a mirar hacia delante en la vida. Usted ya no tiene miedo sólo al pensar en su libro de cuentas. De hecho, está bastante contento de mirar su libro de cuentas porque le dice que ahora está libre de deudas y lo bueno que es su benefactor.

Del mismo modo, cuando usted entiende que ha sido completamente perdonado, ya no tendrá miedo ni estará a la defensiva cuando sean expuestas sus faltas y defectos. En cambio, encontrará su seguridad, paz y confianza en el amor del Señor hacia usted. Usted ha sido perfectamente perdonado y justo mediante la obra consumada de Jesús.

Querido amigo, esto es lo que Jesús ha hecho por usted, y mucho más. Siendo quien es, el Hijo de Dios, Él es un pago más que suficiente para sus pecados. Y Él no sólo le limpió de toda su vida de pecados, sino que también le dio su propia justicia y favor. ¿Por qué? Para que pueda ser libre para disfrutar de estar con Dios y recibir todas sus bendiciones, sin volver a tener más conciencia de deuda en su camino. El grado en el que puede vivir la vida con una confiada expectativa de bien depende del grado en el que usted habite en esta verdad de que sus pecados han sido perdonados en la cruz y que no hay nada en rojo en su libro de cuentas.

El grado en el que puede vivir la vida con una confiada expectativa de bien depende del grado en el que usted habite en esta verdad de que sus pecados han sido perdonados en la cruz.

No obstante, de vez en cuando y debido a la fuerza del hábito, quizá se despierte temeroso de que ha vuelto a tener deudas. Pero lo único que tiene que hacer es abrir su libro de cuentas y mirarlo. Le mostrará lo libre de deudas que realmente está, a pesar de lo que usted sienta. De forma similar, si llegara a experimentar días en que dude de que Dios le ha perdonado, lo único que tiene que hacer es abrir la Palabra de Dios y ver en ella que el precio ha sido pagado en su totalidad, el juicio ejecutado y todo atisbo de condenación ya infligido sobre el cuerpo de Cristo.

Gracia nueva para cada falta

¿Puedo darle una tarea hoy? Cada vez que falle, ya sea que pierda los nervios con su esposa o vuelva a caer en una adicción que está intentando dejar, quiero desafiarle a que piense en el perdón y no en el pecado. Acuda a la presencia de Dios cada vez que falle y diga:

Amado Dios, gracias porque incluso ahora, tu perdón y tu amor perfecto están corriendo a través de mí gracias a la obra consumada de tu Hijo en mi vida. Quita todo sentimiento persistente de fealdad, culpa y condenación en mí. Creo con todo mi corazón que ahora mismo cuando me miras, me ves en Cristo Jesús. Estoy vestido con su túnica de justicia, favor y bendiciones. Gracias por tu abundancia de gracia y tu regalo de justicia en mi vida. A través de Jesús, reinaré en esta vida sobre cada pecado, adicción y fallo.

Querido amigo, cada vez que falle, hay gracia nueva de Jesús para rescatarle. Cada vez que no dé la talla, confiese su justicia en Jesús por fe. Sé que probablemente no se sentirá especialmente justo, y esa es la razón por la que debe decirlo en fe.

Cada vez que falle, hay gracia nueva de Jesús para rescatarle.

He recibido muchos testimonios de victorias de personas de todo el mundo que, incluso al sucumbir a sus adicciones, han confesado: “Incluso ahora mismo, soy la justicia de Dios en Cristo”, y finalmente encontraron la libertad de su atadura. Podría ser una adicción al tabaco, o al alcohol, o a la pornografía. Michael, un hermano de Australia, compartió felizmente: “Acabo de dejar de fumar siguiendo lo que usted enseña en sus libros y DVD (acerca de pensar y confesar mi justicia en Cristo) siempre que era tentado a fumar. También he sido liberado de veinte años de abuso de drogas y alcohol y soy libre de pensamientos paranoicos. No pude deshacerme de ellos con mis propios esfuerzos, pero he podido a través de Cristo”.

Cuanto más confesaron estas personas y se vieron como justos en Jesús, incluso en medio de sus fallos, más fueron capaces de ver su verdadera identidad en Cristo. Las hojas secas comenzaron a caerse, y llegaron a un punto en el que dejaron de desear fumar otro cigarrillo, beber otro trago de alcohol, o visitar otra página web pornográfica. Hojas nuevas, flores nuevas y frutos nuevos surgieron de manera inconsciente y sin esfuerzo en sus vidas. La gracia puso fin a la esterilidad y el tormento del invierno y dio la entrada a una primavera perpetua en ellos.

Amado, si usted está lidiando con algo ahora mismo, deje de esforzarse y comience a recibir. Comience a recibir la abundancia del favor inmerecido del Señor. Comience a recibir el regalo gratuito de su justicia. Comience a recibir el poder limpiador de su perdón. No hay nada que usted pueda hacer salvo empaparse de todo esto y permitir que el poder de su resurrección expulse todo síntoma de muerte y decadencia en sus circunstancias y en su vida. Jesús le dice hoy: “pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad” (Isaías 43:19).

Si usted está lidiando con algo ahora mismo, deje de esforzarse y comience a recibir.

Deje de permitir que el enemigo acumule condenación sobre usted en todas las áreas donde no ha dado la talla. Usted está en Cristo, totalmente aceptado, irrevocablemente perdonado y totalmente amado. Crea esto y reciba su perdón y amor para vencer todo pecado. El tiempo de su regocijo está aquí, ¡porque su Salvador ha venido para salvarle!