Cuando los dos discípulos comenzaron su viaje de siete millas (11 kilómetros) de Jerusalén hasta una aldea llamada Emaús, hablaban con pesadez en sus corazones acerca de los acontecimientos que se habían producido durante los últimos tres días. Entristecidos y asombrados, hablaban de cómo Jesús, a quien estimaban mucho, había sido agarrado por los líderes religiosos, condenado a muerte y crucificado.
Mientras iban dialogando de esos acontecimientos, el Jesús resucitado se unió a ellos en su caminata hacia Emaús, pero evitó que ellos reconocieran quién era Él. Al ver sus rostros nublados por la tristeza y la aprensión, les preguntó: “¿De qué hablaban tan intensamente mientras caminaban? ¿Y por qué están tan tristes?”.
Cleofás, uno de los discípulos, no creía que aquel extranjero estuviera haciendo esa pregunta tan poco informada, y respondió: “¿Has estado viviendo en una cueva? Debes de ser la única persona en Jerusalén que no sabe de las terribles cosas que acaban de suceder”.
Cleofás entonces comenzó a relatar los acontecimientos que finalmente condujeron a la crucifixión de Jesús. Con desilusión en su voz, Cleofás expresó que ellos habían esperado que Jesús sería quien redimiría a Israel. También relató la curiosa historia que había oído de las mujeres que fueron al sepulcro en la mañana temprano y lo encontraron vacío. Incluso repitió sus descabelladas afirmaciones de que habían tenido una visión de ángeles que les proclamaron que Jesús estaba vivo.
Jesús, al oír la incredulidad de Cleofás, les corrigió suavemente a él y al otro discípulo: “¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!” (Lucas 2:25). Al ver su reacción de sorpresa, siguió diciéndoles: “¿Acaso no profetizaron claramente que el Mesías tendría que sufrir todas esas cosas antes de entrar en su gloria?” (Lucas 24:26, NTV). Jesús se estaba refiriendo a las muchas profecías de la Biblia e imágenes en las Escrituras que predecían la cruz: que el Mesías sufriría y pagaría un inmenso precio por los pecados y las transgresiones del hombre.
Al ser testigo de primera mano de la creencia errónea de los dos discípulos, Jesús “comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:27) mientras seguían el viaje de siete millas juntos hacia Emaús.
Encuentro extraordinario
Me encanta el modo en que el Espíritu Santo elaboradamente registra para nosotros esta reunión que Jesús tuvo con los dos discípulos en el camino a Emaús. Estar con ellos debió de haber sido muy importante para Él, ya que su encuentro tuvo lugar el mismo día de su resurrección. Este fue también el primer registro que se hace de Él enseñando de las Escrituras después de haber conquistado el sepulcro.
Por tanto, no fue una reunión común, y Dios ha escondido muchas piedras preciosas en esta historia para nosotros. La Biblia nos dice: “Gloria de Dios es ocultar un asunto, y gloria de los reyes el investigarlo” (Proverbios 25:2, NVI). Por tanto, profundicemos en este relato del viaje a Emaús y oigamos las primeras palabras del Cristo resucitado.
Ocupe sus pensamientos en Jesús
Ya hemos establecido lo doloroso que puede ser ocuparse en el yo, y que solamente podemos ser liberados del yo cuando nos ocupamos en Cristo. Mediante esta historia quiero mostrarle de manera práctica cómo ocupar sus pensamientos en su amoroso Salvador al verle en la Palabra de Dios.
En primer lugar, notemos que los discípulos estaban encerrados en su propio entendimiento de los acontecimientos que se habían producido y en sus pensamientos acerca de la redención de Israel; como resultado, estaban abatidos, defraudados y deprimidos. Eso es lo que sucede cuando la verdad sobre Jesús está ausente de nuestras mentes.
Los discípulos habían esperado que Jesús sería quien redimiría a Israel. Para ellos, Jesús era simplemente un medio hacia un fin. Estaban más consumidos por la redención de Israel que por el Redentor mismo. ¡No es sorprendente que estuviesen deprimidos! Jesús nunca puede ser simplemente un medio hacia un fin, a pesar de lo noble que pueda ser ese fin. Necesitamos estar ocupados en Él y permitir que todo gire en torno a Él a medida que Él ocupa el lugar central en nuestras vidas.
Si se siente temeroso, ansioso o deprimido en este momento, haga una comprobación rápida. ¿Qué hay en su mente? ¿En qué está ocupado su corazón? ¿Están llenos sus pensamientos de fe en Jesús, el Pastor de su vida, o están llenos de aprensiones con respecto al futuro, temores acerca de su situación actual y excesiva introspección?
¿Están llenos sus pensamientos de fe en Jesús, el Pastor de su vida, o están llenos de aprensiones con respecto al futuro, temores acerca de su situación actual y excesiva introspección?
Los discípulos estaban abatidos porque no creían en lo que la Palabra de Dios había profetizado sobre el sufrimiento y la resurrección de Jesús. Si hubieran creído y entendido que los acontecimientos de los últimos tres días estaban todos ellos orquestados por Dios y que la cruz era su grandioso plan de redención para salvar a todos los hombres, se estarían regocijando con fe, amor y esperanza. Tendrían una gran anticipación de su reunión con el Cristo resucitado en lugar de estar tan desalentados y mirando hacia ellos mismos. Pero debido a sus creencias erróneas, se habían desilusionado y estaban mentalmente derrotados.
No es sorprendente que Jesús les dijera: “¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!” (Lucas 24:25). Antes de continuar, permítame destacar que la palabra “insensatos” aquí es la palabra griega anoetos, que significa “sin entendimiento y poco sabio”.1 Como contraste, cuando Jesús reprendió a los fariseos llamándoles insensatos en Mateo 23:17, la palabra griega utilizada aquí es moros, que significa “torpe o estúpido”.2 Este es un término mucho más duro que Él reservó para los fariseos religiosos. Jesús no utilizó términos tan duros para describir a sus discípulos o a quienes estaban arruinados.
Por tanto, Él estaba corrigiendo suavemente a los discípulos y diciendo: “Oh, sin entendimiento y poco sabios, que son lentos de corazón para creer…”. Creo que es importante que entendamos que Jesús dijo esas palabras con un tono amoroso, porque también nos está diciendo esas mismas palabras a nosotros hoy día. Él nos recuerda suavemente que nosotros (sus discípulos) tenemos tendencia hacia esos dos mismos desafíos: no entender su Palabra y ser lentos para creerla.
Cuidado con el celo sin conocimiento
Hay creyentes en la actualidad que no saben o no entienden lo que la Palabra de Dios realmente dice. E incluso en ocasiones en que sí saben lo que dice su Palabra, son lentos de corazón para creer.
Amigo, Jesús no quiere que seamos ignorantes acerca de su Palabra y seamos derrotados por nuestra falta de conocimiento. La razón de que estudiemos la Palabra de Dios no es meramente para acumular conocimiento de la Biblia y hechos históricos. Es para tener una constante revelación de Jesús. ¿Y cómo hacemos eso? Podemos comenzar pidiéndoselo al Espíritu Santo. Muchas veces cuando estudio la Palabra, hago esta sencilla oración: “Espíritu Santo, abre mis ojos para ver a Jesús en la Palabra hoy”. De eso se trata todo: ver a Jesús.
La razón de que estudiemos la Palabra de Dios no es meramente para acumular conocimiento de la Biblia y hechos históricos. Es para tener una constante revelación de Jesús.
Hay personas que leen la Palabra y, en lugar de ver a Jesús, todo se convierte en ley para ellos y se vuelven duros, legalistas y farisaicos. Pablo describe este fenómeno en el libro de Romanos: “muestran celo por Dios, pero su celo no se basa en el conocimiento” (Romanos 10:2, NVI). ¿A qué conocimiento se refiere el apóstol? Lea los siguientes versículos: “No conociendo la justicia que proviene de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios. De hecho, Cristo es el fin de la ley, para que todo el que cree reciba la justicia” (Romanos 10:3-4, NVI).
En otras palabras, leen la Palabra sin ver a Jesús en ella y se vuelven celosos de la ley. Terminan sin saberlo buscando hacerse a sí mismos justos por la ley. El legalismo es muy sutil e insidioso. Muchos legalistas no se dan cuenta de que están atrapados en el legalismo; nunca admitirían que son legalistas, y puede que incluso prediquen fuertemente contra el legalismo.
También hay personas que atacan el evangelio de la gracia porque están cegados por su celo de la ley y que el hombre necesita mejorarse a sí mismo mediante la conducta recta. Creo verdaderamente que muchos de ellos son genuinos y sinceros; sin embargo, están sinceramente equivocados.
Crecer en el conocimiento de la gracia de Dios
Necesita usted saber sin ninguna sombra de duda que la ley nunca puede hacerle justo. Jesús es el final de la ley. Usted es hecho justo cuando cree correctamente en la persona de Jesús y en su justicia. Eso es lo que quiero decir con el poder de creer correctamente.
El apóstol Pablo es la mejor persona en escribir acerca de esto porque él era el fariseo de fariseos, el legalista de legalistas. Hubo una época en su vida en que no sabía que estaba atado al legalismo. No olvidemos que cuando Pablo seguía siendo conocido como Saulo, no era celoso del pecado; era celoso de la ley de Dios. De hecho, era su pasión por la ley de Dios lo que le hacía perseguir a la iglesia primitiva, encarcelar a muchos y consentir la matanza de cristianos. Solamente dejó de hacer todo eso cuando el propio Jesús resucitado comenzó a abrir sus ojos a la verdad en el camino de Damasco (véase Hechos 9:1-8). Tome un momento para leer el dramático encuentro que Saulo tuvo con Jesús:
Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
Él dijo: ¿Quién eres, Señor?
Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.
Amigo, cuando otros se pongan en contra de usted por lo que cree sobre la gracia de Dios, no sienta que tiene que argumentar con ellos e intentar convencerlos. Ámelos y ore para que Dios abra sus ojos para que vean a Jesús. La ley es un velo que les ciega; sin embargo, cuando el velo es apartado, como cuando los ojos de Pablo fueron abiertos a la verdad sobre Jesús, no hay vuelta atrás. Tan sólo vea lo que le sucedió a Pablo: se convirtió en el apóstol de la gracia de Dios, y su celo ya no era sin conocimiento.
Por tanto, no tome esos ataques de modo personal. Las personas de gracia tienen un espíritu de misericordia. Quienes le persiguen por creer en la gracia de Dios tendrán que encontrarse con Jesús cuando Él les pregunte: “¿Por qué me persigues?”. La gracia, después de todo, no es una enseñanza; es una Persona. Si ellos escogen atacar la gracia, están atacando a la persona de Jesús. Por eso le recomiendo encarecidamente que les ame y les mantenga en oración. Recuerde, y vale la pena repetirlo, que las personas de gracia tienen un espíritu de misericordia.
En muchos lugares hay creyentes que sigue pensando que Dios está enojado con ellos siempre que caen. Simplemente no tienen una revelación del evangelio de la gracia y de lo que significa el amor incondicional de Dios. Como los dos discípulos en el camino de Emaús, tales creyentes no tienen discernimiento y son poco sabios.
También hay creyentes que conocen sobre el evangelio de la gracia y que incluso saben que Dios les ama incondicionalmente; sin embargo, ese conocimiento está solamente en su cabeza. Cuando caen, incluso aunque tienen el conocimiento de la gracia, aun así siguen teniendo temor a acercarse con valentía al trono de gracia de Dios para recibir misericordia, favor, sanidad y restauración.
¿Cuál es el problema en esta ocasión? Eso es: son lentos de corazón para creer la promesa de Dios de gracia abundante y el regalo de la justicia para reinar en esta vida. Conocer las verdades de Dios y el evangelio de la gracia de manera intelectual no es suficiente. Tiene usted que ser rápido en creer todo lo que Jesús ha logrado en la cruz por usted, especialmente cuando está batallando con el temor, la culpa y el fracaso. Dios no quiere que esté usted derrotado debido a una falta de conocimiento de su gracia. Al mismo tiempo, quiere que sea rápido en creer en sus promesas para usted.
Dios no quiere que esté usted derrotado debido a una falta de conocimiento de su gracia. Al mismo tiempo, quiere que sea rápido en creer en sus promesas para usted.
Ya ha aprendido muchas cosas sobre el amor de Dios por usted en este libro. Si quiere ver el poder de creer correctamente operando en cada dimensión de su vida, le desafío a creer en la gracia de Él, su amor, su justicia, su perdón y su obra terminada. Le prometo que será usted transformado más allá de lo que pueda imaginar si se atreve a confiar en el amor de Él por usted. ¡Su amor nunca falla!
Encienda su corazón
Quiero mostrarle otro aspecto interesante de la historia de Emaús. La palabra “Emaús” significa “baños calientes”,3 y yo he realizado esa caminata a Emaús con algunos de mis pastores. Desde luego, no recorrimos las siete millas (11 kilómetros); nos bajamos del autobús turístico aproximadamente a una milla (1,5 kilómetros) de Emaús porque soy misericordioso con mis pastores. Después de todo, ellos no son tan “fuertes” y tan “jóvenes” como yo. Tan sólo estoy bromeando.
En un tono más serio, cuando lo piensa, siete millas es una larga distancia. De hecho, si lee la historia completa, los discípulos no sólo recorrieron siete millas. El mismo día, caminaron de regreso a Jerusalén desde Emaús, lo cual hace un total de 14 millas, o 22,5 kilómetros. ¿Cuándo fue la última vez que caminó usted 14 millas en el mismo día?
¿Cómo fue que los discípulos no estaban cansados o agotados, especialmente dado su ánimo inicial cuando emprendieron su viaje? Algo debió de haber sucedido a los cuerpos de los discípulos mientras caminaban con Jesús. Sus cuerpos físicos fueron avivados, fortalecidos y vigorizados. Su juventud sin duda alguna fue renovada, pues la Palabra de Dios promete: “los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán” (Isaías 40:31, NVI).
¿Qué sucedió en el camino? ¿Qué causó que los cuerpos de los discípulos experimentasen tal oleada de energía y vida? Escuchemos cómo describieron los discípulos el uno al otro lo que habían sentido mientras caminaban con Jesús: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” (Lucas 24:32).
¡Ahí está la clave! Cuando las Escrituras le son abiertas y las cosas concernientes a Jesús son reveladas, ¡su corazón será encendido y arderá en su interior como sucedió con aquellos dos discípulos! No olvide lo que Jesús hizo cuando oyó su creencia equivocada y su conversación de derrota: “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:27, énfasis del autor).
En otras palabras, comenzando por los cinco primeros libros de Moisés (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, conocidos colectivamente como la Torá), Jesús explicó todas las cosas concernientes a Él mismo. Entonces siguió revelándose a Él mismo en los libros de los profetas, libros como Samuel, Reyes, Isaías y Jeremías.
¡Vaya! ¡Qué viaje debió de haber sido aquel! No es sorprendente que los corazones de los discípulos fueran avivados y ardieran en su interior. Como el nombre de la aldea a la que viajaban, sus corazones fueron sumergidos continuamente en un baño caliente mientras Jesús abría sus ojos para que le vieran a Él en todas las Escrituras.
¿Qué está mirando?
El primer día de su resurrección, Jesús estableció un precedente para nosotros sobre cómo debiéramos leer y estudiar la Biblia hoy día. Él no quiere que acudamos a la Palabra para buscar lo que necesitamos hacer y después irnos con un puñado de leyes. ¡Claro que no! Jesús quiere que abramos las Escrituras para verle a ÉL. Véale en todo, desde Génesis hasta Apocalipsis. Cuanto más le vea a Él, más libre será de todas las formas de ocupación en el yo, y será transformado de gloria en gloria.
Jesús quiere que abramos las Escrituras para verle a ÉL. Cuanto más le vea a Él, más libre será de todas las formas de ocupación en el yo.
Cuando se mira a usted mismo, sus debilidades, fracasos, errores, e incluso fortalezas y buenas obras, no hay una esperanza, gozo o paz duraderos. El apóstol Pablo consideró todos sus logros como “basura” (Filipenses 3:8), mientras que el profeta Isaías afirma que “todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia” (Isaías 64:6, NVI).
Jesús nos muestra que el modo de llegar a estar completamente ocupados y consumidos en Él es alejarnos de nuestros propios pensamientos oscuros y conversaciones deprimentes y abrir las Escrituras para verle a Él. Esté ocupado en Jesús, llene sus pensamientos de su bondad, y sature su corazón del amor de Él.
Abra la Biblia y vea a Jesús en los tipos y las sombras en el Antiguo Testamento. Cada sacrificio, cada fiesta e incluso el tabernáculo y los sacerdotes señalan a Jesús. En el Nuevo Testamento, vea a Jesús amando y perdonando a quienes el mundo despreciaba, como la mujer agarrada en adulterio. Véale sanando a los ciegos, los paralíticos, y todos aquellos que estaban oprimidos por enfermedades. Vea a Jesús multiplicando la provisión para aquellos a quienes le faltaba. Le prometo que su corazón arderá, su cuerpo será renovado y su mente estará llena de la paz de Él, su gozo y su sensatez. Le prometo que pecado, adicciones, malos hábitos, temor, culpabilidad, ansiedad, depresión y condenación caerán de su vida cuando usted esté absorto y ocupado en la persona de Jesús. Sencillamente esas cosas no pueden coexistir en su vida cuando está ocupado en Cristo y no en usted mismo.
Adicciones, temor, culpabilidad, no pueden coexistir en su vida cuando está ocupado en Cristo y no en usted mismo.
Abra las Escrituras para ver a Cristo
Hace muchos años cuando yo estaba estudiando la historia de Emaús, le pregunté al Señor por qué decidió velar los ojos de los dos discípulos para que no pudieran reconocerle. Le pregunté: “¿No habría sido mejor que ellos te vieran con tus manos marcadas por los clavos?”. Razonaba conmigo mismo que aquellos clavos debieron de haber sido inmensos, y posiblemente se pudiera ver la luz atravesar aquellas heridas. Quizá habría sido mejor si Jesús hubiera caminado por las ajetreadas calles de Jerusalén, hubiera levantado sus manos y gritado: “¡Oigan! ¡Todos ustedes, vean esto!”.
Pero Jesús no hizo eso. Él sabía que hacer eso no produciría verdadera fe. Él me reveló que era más importante que los discípulos le vieran en la Palabra que le vieran en persona. Vaya, esas palabras produjeron mucha esperanza y aliento en mi corazón. Si la fe de los discípulos estuviera basada en que habían visto a Jesús físicamente en la carne, entonces ¿qué esperanza tenemos nosotros hoy día? Jesús a propósito veló sus ojos para que ellos le viesen primero en las Escrituras. Eso nos sitúa a usted y a mí en el mismo nivel y con igual oportunidad que los dos discípulos. Jesús quiere que todos le veamos en la Palabra.
La Palabra de Dios nos dice: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Eso significa que cuanto más oiga usted a Jesús revelado y explicado en las Escrituras, más fe será impartida a su corazón para creer todo lo que la Palabra de Dios dice sobre usted. ¿Podría ser que la razón de que muchos creyentes sigan viviendo en derrota hoy día es que Jesús no les ha sido revelado en las Escrituras?
Parece haber una hambruna espiritual en el mundo actualmente, una escasez de enseñanza y predicación que revele a la persona de Jesús de manera que haga que los corazones de las personas ardan como si estuvieran en un baño caliente. En cambio, lo que frecuentemente escuchamos es enseñanza sobre hacer el bien y más hacer el bien. Mi pregunta es: ¿es eso el evangelio? ¿Está siendo revelado Jesús?
El evangelio se trata de Jesús; no se trata de hacer el bien. Creer correctamente sobre Jesús es lo que marca una diferencia en las vidas de las personas. El apóstol Pablo dice: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:16-17).
El verdadero evangelio de Jesucristo siempre produce piedad, santidad, moralidad, carácter, provisión, salud, sabiduría, amor, paz, gozo, y muchas más cosas.
El evangelio es el evangelio de Cristo, y todo se trata de Jesús. No es el evangelio de moralidad y carácter, y definitivamente no es el evangelio de dinero y prosperidad. Pero ¿sabe lo que hace el evangelio? Produce todas esas cosas. El verdadero evangelio de Jesucristo siempre produce piedad, santidad, moralidad, carácter, provisión, salud, sabiduría, amor, paz, gozo, y muchas más cosas. Todas ellas fluyen del evangelio de Jesucristo.
Ese es el evangelio del que no me avergüenzo. Por eso, lo que hago cada domingo, y en todo lugar donde hablo, es predicar mensajes que revelan a Jesús. Sé que cuando Él está en el centro en las vidas de las personas, sus temores, culpa y adicciones ya no estarán en el centro. Cuando la justicia de Dios (no su propia justicia) es revelada, vivirán de fe en fe. Vivirán de un nivel de creer correctamente al siguiente nivel de creer correctamente, y desde un nivel de victorias al siguiente nivel de victorias.
Romanos 1:17 dice que el justo vivirá por la fe. No dice que el justo vivirá por sus propias obras. La esencia de la fe cristiana está fundada en este versículo. Fue este versículo el que lanzó la Reforma. Martín Lutero recibió la revelación de que un creyente es justificado por la fe y no por las obras de la ley.
En otras palabras, el justo vivirá creyendo correctamente en todo lo que Jesús ha logrado por él en el Calvario y no por sus propios logros. De hecho, la fe se trata de creer que usted es justo mediante la obra terminada de Jesús. La centralidad del evangelio está basada en creer correctamente, no en hacer correctamente. La verdad es que cuando usted cree correctamente, terminará viviendo correctamente. Creer correctamente siempre conduce a vivir correctamente.
Cuando usted cree correctamente que su justicia viene de Jesús, la Palabra de Dios dice: “El camino de los justos es como la primera luz del amanecer, que brilla cada vez más hasta que el día alcanza todo su esplendor” (Proverbios 4:18, NTV).
Sabemos que solamente Jesús es perfectamente justo y recto. ¿Qué esperanza tenemos usted y yo si el brillo de nuestros caminos está basado en nuestra propia justicia? Pero debido a que hemos sido hechos justos mediante la obra terminada de Él, Dios garantiza que nuestros caminos brillarán cada vez más a medida que somos transformados de gloria en gloria.
En Cristo, su futuro está bendecido; está lleno del favor de Él y lleno de todas las puertas correctas abiertas, oportunidades y ascensos. En Él, puede usted esperar bien, victoria, favor y éxito. Tome consuelo hoy sabiendo que sus mejores victorias no han quedado a sus espaldas, sino que están por delante de usted. Jesús le está llevando a un lugar tan bueno que está por encima de lo que usted pueda llegar a pedir, pensar o imaginar.
En Cristo, su futuro está bendecido; está lleno del favor de Él y lleno de todas las puertas correctas abiertas, oportunidades y ascensos.
Cómo ver a Jesús en el mundo
La Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis señala a la persona de Jesús. Cuando Jesús caminaba con los dos discípulos, estoy seguro de que habría acampado en el capítulo 22 de Génesis. Es ahí donde Dios le dijo a Abraham que ofreciera a su hijo, su único hijo, el hijo a quien amaba.
Piense en esta historia por un momento. Es una historia de un hijo que lleva la leña hasta el monte Moriah de camino a ser sacrificado. Muchas personas no entienden esta historia. ¿Por qué pediría Dios que el hijo de Abraham fuese sacrificado? Todo el pasaje en el capítulo 22 de Génesis es realmente la historia del evangelio. Dios mismo enviaría a su Hijo, su único Hijo, el Hijo a quien amaba. Su Hijo llevaría una pesada cruz de madera por el mismo monte; pero Él recorrería todo el camino hacia la cumbre más elevada, conocida como monte Calvario, y se sacrificaría como pago por los pecados de toda la humanidad.
¡Es una hermosa imagen de Jesús! ¿Puede verla?
Ahora imagine estar en la posición de Abraham: usted va subiendo por el monte con su hijo, Isaac. Cuando llega al lugar del sacrificio, su hijo se dirige hacia usted con sus grandes y hermosos ojos y le pregunta inocentemente: “Papá, veo el fuego y veo la leña, pero ¿dónde está el cordero?”.
Estoy seguro de que esa pregunta debió de haber partido el corazón a Abraham. Reteniendo sus emociones, miró a los ojos al muchacho y le dijo: “Hijo, Dios se proveerá de cordero”. Abraham dijo esas palabras por la fe, y fue una palabra profética de lo que Dios haría.
Y justamente cuando Abraham estaba a punto de sacrificar a su hijo, Dios dijo: “Detén tu mano y mira”. Abraham miró a sus espaldas y vio a un cordero enredado en un zarzal por sus cuernos (véase Génesis 22:12-13). Creo que cuando Abraham se giró y miró, no solamente vio el cordero enredado en un zarzal, sino que también vio una visión profética del verdadero Cordero de Dios, Jesucristo, con una corona de espinos (no muy distinta al zarzal donde estaban enredados los cuernos del cordero) rodeando su frente. Vio al Cordero sujeto con rudos clavos a la cruz.
¿Cómo sé eso? Porque Jesús les dijo a los fariseos: “Abraham se gozó de que había de ver mi día”. Y ellos se burlaron de Él, diciendo: “Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?”. Él respondió enfáticamente: “Antes que Abraham fuese, yo soy” (véase Juan 8:56-58).
¿De qué se regocijó Abraham? Aquel día en el monte Moriah, Abraham vio una imagen profética de Jesús en la cruz, ¡y se regocijo de ver su día! Vio que Dios ciertamente se proveería a sí mismo como el Cordero sacrificial, de modo que llamó al lugar Yehovah Yireh (Jehová-jiré), que significa “Jehová se ocupará (de ello)” o “el Señor proveerá” (Génesis 22:14). Dios vio nuestra desesperada necesidad de una ofrenda, y proveyó a su propio Hijo amado como el sacrificio por todos los hombres.
Dios le dijo a Abraham: “Ahora sé que temes a Dios, porque ni siquiera te has negado a darme a tu único hijo” (véase Génesis 22:12). ¿Sabe por qué le dijo eso? Para que hoy en día podamos creer y decir con seguridad en nuestros corazones: “Amado Dios, ahora sé que me amas porque no has rehusado a tu Hijo, tu único Hijo, el Hijo a quien amas tanto, sino que lo entregaste en la cruz por mí”.
Sumérjase en su amor y su gracia
Amigo, nunca sabrá lo mucho que Dios le ama a menos que entienda lo mucho que Dios amaba a Jesús, y sin embargo, le entregó para rescatarle. Dios no tenía que enviar a su Hijo a sufrir la cruz, pero decidió hacerlo debido su infinito amor por usted.
Nunca sabrá lo mucho que Dios le ama a menos que entienda lo mucho que Dios amaba a Jesús, y sin embargo, le entregó para rescatarle.
No olvide que, en el caso de Abraham, Dios evitó que sacrificase a Isaac. En el caso de Jesús, nadie detuvo el sacrificio. Nadie evitó el sufrimiento a Dios. Nadie alivió el dolor del Padre. Fue un pesado sacrificio hecho con un corazón de amor.
Toda la historia de Abraham ofreciendo a Isaac se trata de la inmensidad del amor de Dios por nosotros. La historia nos revela la angustia, el dolor y el sufrimiento que Dios mismo atravesó. Como el Padre, ofreció a su propio Hijo amado y precioso, Jesucristo, para redimirnos de nuestros pecados. Dios no trata del pecado a la ligera. La única manera de salvarnos fue permitir que el castigo por el pecado recayera completamente sobre su propio Hijo. Jesús es el “cordero” que se permitió a sí mismo quedar enredado en un “zarzal” como el pago por todas nuestras transgresiones.
Cuando vea a Jesús revelado en las Escrituras, cuando vea su amor, sufrimiento y sacrificio revelados en las Escrituras de este modo, su corazón arderá con la calidez de su amor, como los corazones de los dos discípulos que le oyeron explicar por las Escrituras todas las cosas referentes a Él mismo. De modo inconsciente, el desaliento, las preocupaciones y todas sus aprensiones se fundirán a medida que el amor incondicional de Él encienda esperanza y fe en su corazón.
Dios quiere que usted esté ocupado en Jesús, que sea libre de ocuparse en el yo, mediante ver a su Hijo en la Palabra. Llene su mente del amor y el poder de Él, y su corazón encontrará descanso en su abundante amor por usted. Oro para que experimente su propio viaje por el camino de Emaús a medida que abre las Escrituras y permite que su Palabra bañe su corazón en la calidez de su bondadosa gracia y su misericordia. ¡Verdaderamente todo se trata de Jesús!