CAPÍTULO 18

ENCUENTRE ESPERANZA CUANDO TODO PARECE SIN ESPERANZA

Ella había escuchado muchas historias maravillosas del carpintero de la pequeña ciudad de Nazaret. Ahora Él caminaba por toda Galilea enseñando acerca de un Dios a quien afectuosamente se refería como su “Padre”. Cómo enseñaba sobre el amor de este Padre-Dios. Qué milagros eran realizados por sus manos. Cómo sanaba a todo el que se acercaba a Él.

Los ciegos dejaban su presencia teniendo vista. Los paralíticos, saltando. Los leprosos, sanos. Quienes estaban cautivos por demonios, completamente libres.

Se contaban relatos de testigos oculares que habían estado con este Hombre, y se hacía con gráficos detalles: cómo sus ojos y su voz tenían tal calidez, ternura y humildad que incluso los despreciados recaudadores de impuestos, impuros leprosos, menospreciados criminales y despreciadas prostitutas—de hecho, todos los que normalmente se ocultaban entre las sombras—se aventuraban a seguirle dondequiera que Él iba.

Al igual que ellos, ella sabía lo que era ser una marginada. Sabía lo que era recibir dura reprensión y condenación siempre que estaba en público, en particular de parte de quienes enseñaban de modo legalista sobre Dios y sus leyes. Pero los otros marginados parecían estar todos de acuerdo en que ese carpintero-maestro era diferente. Ella observaba el modo en que sus caras resplandecían siempre que hablaban de ese Hombre.

Recordaba que uno de ellos había exclamado: “Él habla sobre un Dios que cuida incluso de las aves y las flores, un Dios que nos ama tan intensamente que incluso lleva la cuenta del número de los cabellos que hay en nuestra cabeza”. Ella veía que sus ojos resplandecían cuando compartían con emoción que Él les había hecho sentirse humanos otra vez. Y escuchaba con una extraña calidez en su corazón cuando ellos hablaban de que la dignidad, la afirmación y la gracia que Él les ofrecía había transformado sus creencias sobre Dios y había cambiado sus vidas para siempre.

¿Quién era ese Hombre, a quien ellos llamaban amigo de pecadores?

Ella devoraba una historia tras otra, ya que también era una marginada como ellos. Durante doce largos años, había estado sufriendo hemorragias que habían causado estragos en su cuerpo, le habían dejado en la bancarrota económica y le habían prohibido en gran medida cualquier relación social con su propia comunidad. Y aunque ella había gastado todo su dinero para visitar a todos los médicos desde Jerusalén hasta Galilea, su estado seguía deteriorándose.

Pero todo lo que ella oía sobre ese Hombre le avivaba y le llenaba de algo que anteriormente había sido ajeno para ella: esperanza. Por primera vez en muchos años, se sintió confianza acerca de su futuro. Sabía que, al fin, las cosas iban a cambiar para bien.

Cuando oyó que ese Hombre, Jesús, iba a pasar por su calle en ruta hacia la casa de Jairo para orar por su hija, su corazón dio un brinco. Después de más de una década de ser expulsada cada vez que intentaba aparecer en público, había llegado a tener un temor genuino a las multitudes. Pero se dijo para sí: “Si tan sólo tocara su túnica, quedaré sana” (Marcos 5:28, NTV).

Ese pensamiento reafirmaba cada paso que ella daba en busca de Jesús hasta que finalmente le vio en medio de una multitud que le rodeaba. Ella se abrió paso desde detrás, negándose a ser detenida por esa masa de personas. Estiró su brazo hacia Él, y sintió que sus dedos tocaban el borde de sus vestiduras.

Y se produjo un milagro. En el momento en que las puntas de sus dedos hicieron contacto con las microfibras de la túnica de oración de lino de Él, inmediatamente poder llenó su cuerpo. La incesante hemorragia que había sido su constante compañera cesó al instante, y ella quedó completamente sana.

¿Qué está oyendo usted sobre Jesús?

Quizá, como esta mujer (cuya historia puede leer en Marcos 5:25-34), se esté enfrentando a una situación imposiblemente desesperanzada en su vida. Quizá esté batallando con una enfermedad debilitante, una situación matrimonial, una crisis económica o un prolongado desafío. En lo natural, el futuro se ve sombrío y no parece haber razón alguna para tener esperanza. Si eso le describe a usted, quiero alentarle a creer que también usted puede experimentar el tipo de victoria que esta mujer experimentó.

Imagine: durante doce largos años, ella había visto desesperanzadamente que su situación iba de mal en peor a pesar de todo lo que intentaba. La mayoría de nosotros habríamos lanzado la toalla y habríamos abandonado la esperanza.

¿Cómo encontró esperanza esta mujer en medio de sus circunstancias sin esperanza?

¿Cuál fue el punto de inflexión para ella? ¿Qué le dio la valentía para volver a esperar?

Yo creo que el secreto de su fe puede encontrarse en las cinco primeras palabras de este versículo: “Ella había oído de Jesús, así que se le acercó por detrás entre la multitud y tocó su túnica” (Marcos 5:27, NTV).

Lo único que la Palabra de Dios registra para nosotros es que “ella había oído de Jesús”.

¿Qué cree usted que ella oyó de Jesús?

Esa es una pregunta importante, porque lo que ella hubiera oído de ese Jesús le impartió un audaz sentimiento de esperanza bíblica y de confianza. Y eso le otorgó valentía y tenacidad para arriesgarlo todo para solamente tocar el borde de su vestidura. Ella conocía bien las leyes religiosas con respecto a las personas impuras como ella misma, y había luchado contra el pensamiento de que si fuese reconocida o la descubriesen, se vería sujeta a la humillación pública y muy posiblemente a la violencia.

Por tanto, para aventurarse y abrirse camino entre la multitud para llegar a Jesús, claramente no tenía ninguna duda en su corazón de que sería completamente sanada en el momento en que tocase el borde de su vestidura.

Ahora bien, recordemos que ella no estaba esperando ser sanada de un resfriado común o de un dolor de cabeza; creía que sería completamente sanada de una enfermedad que le había acosado durante doce años, una enfermedad que cada médico al que había visitado había declarado incurable.

La Biblia no entra en detalles acerca de lo que ella oyó de Jesús, pero yo le propongo que debió de haber oído historia tras historia sobre cómo Jesús sanaba a los enfermos dondequiera que iba, que no despreciaba incluso a los leprosos impuros que acudían a Él, y lo bueno y misericordioso que era con quienes estaban arruinados. Lo que ella oyó de Jesús produjo esperanza; produjo en ella una positiva y confiada expectativa de bien, lo cual podemos ver en lo que ella declaró: “Si tan sólo tocara su túnica, quedaré sana”. Esta esperanza entonces dio como resultado una fe que no requería esfuerzo.

La fe tal como se define en la Palabra de Dios es “la confianza de que en verdad sucederá lo que esperamos” (Hebreos 11:1, NTV). En otras palabras, la esperanza que ella tenía en la bondad de Jesús se convirtió en fe, y esa fe le dio la valentía para proseguir entre la multitud y recibir su sanidad de parte de Jesús.

No puede usted creer correctamente a menos que esté oyendo correctamente.

Oír correctamente produce creer correctamente

El oír desempeña un importante papel en creer correctamente. No puede usted creer correctamente a menos que esté oyendo correctamente. ¡Vaya, eso fue bueno! No quiero que se pierda usted eso. No puede usted creer correctamente a menos que esté oyendo correctamente. Creo que la mujer que tenía el problema de las hemorragias comenzó a creer correctamente cuando comenzó a oír correctamente. La Palabra de Dios nos dice que “Así que la fe viene por oír, es decir, por oír la Buena Noticia acerca de Cristo” (Romanos 10:17, NTV).

Lo que usted oye acerca de Dios es vital. Si está creyendo a Dios para obtener una victoria en su vida, preste atención a lo que está escuchando. ¿Está escuchando mensajes que están llenos de las buenas nuevas de Jesús? Después de escuchar esos mensajes (o leer esos recursos), ¿está usted lleno del pesado sentimiento de lo que necesita hacer? ¿O está lleno del sentimiento capacitador de quién es Jesús en su vida y de todo lo que Él ha hecho por usted en la cruz?

Lo que usted oye acerca de Dios es vital.

Esta mujer ciertamente no oyó sobre la ley. La ley le habría quitado toda su esperanza y su fe; la ley le habría expuesto y le habría señalado lo impura, indigna y descalificada que estaba. Si ella hubiera oído que Jesús no era distinto a los religiosos fariseos de su época, no habría habido manera en que hubiera tenido una positiva expectativa de bien, y mucho menos habría tenido las agallas para abrirse camino entre la multitud para tocar a Jesús. Basándose en la ley, una persona impura estaría jugando con un deseo de muerte tan sólo por mezclarse con el resto de la sociedad, y mucho más al tocar las vestiduras de una persona limpia.

Bajo la ley, cuando lo impuro toca lo limpio, lo limpio se vuelve impuro. Bajo la gracia, cuando lo impuro toca lo limpio (Jesús), ¡lo impuro se vuelve limpio! Esta mujer no contaminó a Jesús con su impureza cuando extendió su brazo y tocó sus vestiduras. Tampoco lo hizo el leproso, a quien Jesús tocó después de haber predicado el Sermón del Monte (véase Mateo 8:3). Por el contrario, los dos fueron infectados de la sanidad de Jesús. Los dos fueron totalmente sanados. ¡Oh, la belleza y las profundidades de la sorprendente gracia de Dios!

¿Qué ha estado oyendo usted de Jesús? ¿Está oyendo sobre un Jesús duro, legalista y religioso que es demandante, áspero y poco perdonador? ¿O está oyendo las verdaderas buenas nuevas de su amor, su gracia y sus misericordias hacia usted?

¿Está oyendo sobre un Jesús duro, legalista y religioso que es demandante, áspero y poco perdonador? ¿O está oyendo las verdaderas buenas nuevas de su amor, su gracia y sus misericordias hacia usted?

El verdadero evangelio de la gracia siempre le imparte esperanza y fe para creer en Jesús. Porque cuando usted oye correctamente sobre quién es Jesús en realidad, sabrá que Él no le mira para avergonzarle y para señalarle toda su impureza, sus adicciones y sus pecados. No, Él le ve como alguien precioso, como alguien a quien Él ama personalmente, íntimamente e infinitamente. Él le ve como alguien por quien sufrió y murió en la cruz. Cuando usted cree esto y ve su amor, su gracia y su bondad hacia usted, eso edificará esperanza en su corazón. Por tanto, ¡siga oyendo una y otra vez las buenas nuevas de Jesús!

A pesar de cuánto tiempo haya estado usted batallando o cuánto tiempo haya pasado desde que vio algún resultado, quiero alentarle a que llene sus oídos, ojos y mente con las buenas nuevas de Jesús. Créame, cuando usted inclina su oído hacia mensajes que tratan sobre su gracia, inevitablemente comenzará a tener una positiva y confiada expectativa de bien. Cuando su corazón está lleno de esperanza al oír todas las increíbles historias de Jesús, al igual que la mujer, usted estirará su brazo en fe. Amado, ¡estire su brazo y reciba su milagro y su libertad de su amoroso Salvador!

El poder de oír correctamente sobre Jesús

No hace mucho, recibí un correo electrónico de George, que vive en California. Compartía que le habían diagnosticado síndrome de Evans, una enfermedad rara autoinmune en la que los anticuerpos de la persona atacan a sus propios glóbulos rojos y plaquetas. En cierto momento, tuvieron que llevar a este hermano a emergencias porque estaba en riesgo de hemorragia espontánea. El número de plaquetas de su cuerpo había descendido dramáticamente hasta sólo 4.000/mcL. El rango normal para una persona sana está entre 150.000 y 400.000/mcL.1 Lo siguiente es lo que él escribió:

Los médicos me administraron transfusiones de productos de sangre y me pusieron una dieta muy alta de esteroides. Los esteroides, a los cuales reaccioné terriblemente, me hicieron estar tan deprimido en cierto momento que incluso tuve que decirle a mi esposa que ocultase las pistolas que había en nuestra casa porque no podía sacar de mi mente el terrible pensamiento de utilizarlas conmigo mismo.

Debido a tomar los esteroides, no podía pensar ni siquiera mantener conversaciones normales. Lloraba constantemente. Nuestros tres hijos no sabían qué pensar de lo que le estaba sucediendo a su papá. Era muy difícil para nuestra familia. En realidad comencé a decirles a personas que Dios me estaba castigando por cosas que había hecho.

Cada vez que recibía una transfusión y los médicos aumentaban mi dosis de esteroides, mis plaquetas subían hasta el rango normal, pero no duraba mucho tiempo. Mi sistema inmunitario seguía atacando y destruyendo mis plaquetas independientemente del tratamiento que estuviera tomando. Constantemente me sacaban sangre, constantemente comprobaban el conteo de plaquetas, constantemente era consciente de todos los síntomas que Evans estaba causando y de los efectos secundarios de los esteroides.

Entonces, en algún momento en mitad de todo eso, el Espíritu Santo me condujo a su ministerio televisivo. Por la gracia de Dios, terminé encontrando un canal que nunca había visto, y vi la “cápsula de gracia”. La señora que se puso al teléfono me dijo que serían necesarias de una a tres semanas para que llegase, pero ¿sabe qué? ¡Llego en dos días! Llegó precisamente antes de que mi esposa y yo tuviéramos que hacer otro viaje al hospital, que estaba a una distancia de tres horas.

Y deje que le diga que su cápsula de gracia fue un regalo de Dios. Mediante sus enseñanzas, Papá Dios me demostró su amor. Pasé de sentirme condenado, como si Dios me estuviese castigando, a contemplar la obra terminada de Jesús en la cruz. Él milagrosamente quitó todas las ataduras en mi vida: los cigarrillos, la pornografía, la marihuana, todo lo que había sido una lucha.

Tuve dolores de espalda y reflujo ácido durante años, pero al escuchar sus sermones una y otra vez y oírlos constantemente—en casa o en el hospital, y durante toda la noche—, el dolor y el reflujo ácido se fueron. Ahora han pasado meses, y GLORIA A JESÚS, ¡sigo sin tener reflujo ácido ni dolor de espalda!

Hace tres meses, me extirparon el bazo con la esperanza de que el síndrome de Evans desapareciese, o al menos se suavizase; pero incluso después de la operación, mis plaquetas bajaron otra vez. Las únicas dos opciones para el tratamiento que eran más severas en nuestras mentes, siendo una de ellas la quimioterapia. En ese momento había estado escuchando la cápsula de gracia durante un mes, y finalmente decidí entregar a Dios el síndrome de Evans. Dejé de realizar conteos de sangre, dejé de dar peso a todos mis síntomas y comencé a dar gracias al Señor por mi sanidad completa.

Ahora Jesús me ha restaurado todo mejor de lo que estaba antes. Me ha dado más fuerza, más energía y mucho más amor. Yo creía que entendía el amor anteriormente, pero ahora sé lo que es el verdadero amor debido al amor de mi Padre y al amor de Jesús por mí. No me han realizado un conteo en meses. Mi esposa y yo tomamos la Comunión cada día. Le damos gracias a Jesús cada día por sanarnos con las llagas que Él soportó por nosotros.

El Señor nos está usando a mi esposa y a mí para llegar a otros, y el Espíritu Santo está haciendo cosas sorprendentes mediante sus materiales y la drástica transformación que los demás ven en mí sin un solo esfuerzo por mi parte, porque Jesús lo ha hecho todo por mí. ¡Toda gloria sea a Él!

¡Vaya! ¡Toda la gloria sea a Jesús! No puedo expresar lo emocionado que estaba cuando leí sobre el increíble viaje de George. A pesar de lo sombría y desesperanzada que sea su situación, quiero alentarle a que encuentre su camino de salida para todos sus problemas escuchando, como hizo este hermano. No puede usted alejar todos sus problemas mediante la preocupación, pero creo que ciertamente puede alejarlos escuchando.

George escuchó de modo radical. Siguió escuchando y escuchando mensajes que hablaban de Jesús hasta que se puso mejor. ¡La fe ciertamente viene por el oír, y el oír las buenas nuevas de Cristo!

La lucha para oír

Puede que se pregunte lo que es la cápsula de gracia. Es un reproductor de MP3 precargado con más de setenta horas de mensajes que yo había seleccionado previamente de mi biblioteca de mensajes. Cada mensaje está lleno de la persona de Jesús y de su gracia. Creo que las innovaciones en tecnología, sean los reproductores MP3, teléfonos inteligentes, descargas digitales o podcast, son todos ellos herramientas que podemos utilizar para formar el hábito de oír sobre Jesús y la sorprendente gracia de Dios. Hoy día hay mucho que podemos hacer en nuestros aparatos celulares. Pero aunque es estupendo jugar a juegos, escuchar música o leer las noticias en esos aparatos tan buenos, quiero alentarle a hacer de escuchar las buenas nuevas de Jesús una prioridad diaria.

Hacer de escuchar las buenas nuevas de Jesús una prioridad diaria.

Escuche: sé que hay una lucha que implica muchas cosas que claman por nuestra atención en el momento en que abrimos nuestros ojos. Siempre hay una llamada telefónica que necesitamos hacer, un correo electrónico al que necesitamos responder, algún lugar donde necesitamos estar, y alguna otra cosa que necesitamos hacer. Antes de que nos demos cuenta, el día ha terminado y no hemos oído nada sobre Jesús. La Biblia sigue estando en el estante, las aplicaciones de la Biblia en nuestros teléfonos siguen sin estar abiertas, y nos preguntamos por qué al final del día nos sentimos vacíos, estresados, preocupados, temerosos y deprimidos.

Amigo, Jesús es el pan de vida y el agua viva. A pesar de lo ocupados que estemos, es prudente no descuidar el alimentarlos de su Persona. Sé que en lo natural esto puede sonar simplista. Puede que se pregunte: “¿Cómo simplemente el escuchar sobre Jesús puede cambiar cosas en mi vida y mis circunstancias?”. La verdad es que las cosas de Dios en realidad no son complicadas. Tan sólo piense en la mujer que sufrió de hemorragias durante doce años. Simplemente oír sobre Jesús y su gracia infundió tanta esperanza, tanta fe y tanta valentía que fue capaz de recibir la sanidad por la que había comenzado a creer. No subestime el poder de oír sobre Jesús tan sólo porque suene sencillo.

No subestime el poder de oír sobre Jesús tan sólo porque suene sencillo.

Redimir todo el tiempo perdido

Hay un hermoso versículo en los salmos que dice: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Salmos 90:12). ¿Quiere conocer el secreto de contar nuestros días y no permitir que un solo día de su vida se desperdicie? La clave se encuentra dos versículos después, donde dice: “De mañana sácianos de tu misericordia” (Salmos 90:14). La palabra “misericordia” aquí es la palabra hebrea hesed, que significa la gracia de Dios.2 Dios nos está diciendo que estemos satisfechos cada día con su gracia.

Eso significa que antes de que usted haga nada—leer el periódico, comprobar sus correos electrónicos, comenzar a realizar cosas de su lista de quehaceres, o incluso tomarse su café en la mañana—, comience el día con Jesús y esté satisfecho con su gracia. Puede leer un devocional sobre la gracia de Dios, alimentarse del amor del Padre, meditar en su gracia, escuchar un mensaje que hable sobre Jesús, y abrir su carta de amor, su Palabra, para usted. Comience su día estando satisfecho con su gracia.

Antes de que usted haga nada, comience su día estando satisfecho con su gracia.

Pero, pastor Prince, ¿cuánto tiempo paso haciendo eso? ¡No sabe usted lo locas que se ponen las cosas en la mañana! ¿Cuánto debo leer, escuchar u orar?

Amigo, la clave es no ser legalista al respecto. Si la mañana no funciona bien para usted, entonces encuentre otro momento que vaya mejor con su horario. Podría ser durante su descanso para el almuerzo o antes de irse a la cama. El principio clave aquí es estar satisfecho diariamente con la gracia de Él. Aliméntese de Él hasta que su corazón esté lleno y satisfecho de su gracia. Algunos días podría ser más tiempo y otros días podría ser menos tiempo. En realidad no se trata de la duración, sino de su nivel de satisfacción.

Hay días en que mi corazón está angustiado, y tan sólo estar en la presencia del Señor y pensar en su amor por mí llena mi corazón con inexplicable paz y gozo. En momentos como esos, son necesarios solamente unos segundos para que mi corazón esté satisfecho con su gracia. Otros días, siento que el Señor quiere mostrarme algo en su Palabra, y termino estudiándola durante mucho tiempo antes de sentir alivio. Eso significa que usted y yo no podemos ser legalistas en cuanto a nuestra relación con Dios. Dios no quiere que tengamos rituales rígidos con Él. En el nuevo pacto, Él está más interesado en tener una relación con nosotros. Por tanto, disfrute de su presencia cada día; es así como usted redime el tiempo que ha perdido y nunca desperdicia un día más en atadura, temor, culpa o adicción.

El salmista dice: “Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad” (Salmos 84:10). En otras palabras, un día en la presencia de Dios satisfecho por su gracia es mejor que mil pasados en otro lugar.

Por piense en esto por un momento. Hay 365 días en un año, de modo que mil días son casi tres años de su vida. Lo que esto significa es que independientemente de cuánto tiempo crea usted que ha perdido al estar en esclavitud al temor o al estar atrapado en una adicción, Dios puede redimir esos días para usted mediante su gracia. Un día en la gracia de Dios equivale a mil días de esforzarse por usted mismo. Comience cada día, por tanto, satisfecho en su gracia, y Dios le restaurará todos los años que la langosta ha comido y le ha robado (véase Joel 2:25).

Un día en la gracia de Dios equivale a mil días de esforzarse por usted mismo.

Tenga una expectativa de bien gozosa, positiva y confiada, porque hay muchos días buenos por delante de usted: días de bendición, días de favor y días de gran gracia. Venza cada creencia equivocada sumergiéndose y escuchando sobre las buenas nuevas de Jesús. La esperanza llegará a raudales cuando todo a su alrededor parezca no tener esperanza. Cuando usted oiga correctamente, ¡comenzará a creer correctamente!