Dedicado a mi abuelo Domenico Fabris que nunca pudo volver a su Padua natal... Pero sí lo hizo a través de esa partecita que llevo de él en mis genes, esa que se emocionó cuando pisé la plaza, la calle, la estación de carabinieri. Ese mundo que era el tuyo, Domenico, cada día hasta tus treinta y tres años.