Aquella tarde, Aaron acababa de terminar de pintar un coche y estaba limpiando la plataforma cuando se acercó Dylan. No solía pasarse por la zona de pintura muy a menudo. Normalmente, se encargaba de pedir las piezas, llevar los libros de contabilidad y atender la oficina. Todo ello le mantenía tan ocupado que rara vez tenía oportunidad de hacer algún trabajo de chapa y pintura. Le gustaba dirigir el negocio. Aaron prefería encargarse de las reparaciones. Le encantaba agarrar un coche que estaba destrozado y hacerlo parecer nuevo otra vez. Le gustaba trabajar con las manos. A no ser que tuviera alguna razón para ir a la zona de la oficina, como agarrar un refresco o refrescarse en verano, no solía ver mucho a Dylan durante el día. Así que sintió cierto recelo al quedarse a solas con su hermano, sobre todo, al ver a Dylan con aquella expresión sombría. ¿Dónde había quedado la alegría que había mostrado al llegar al trabajo con la noticia de que iba a ser padre?
Aaron apagó la manguera a presión.
–¿Qué te pasa?
Dylan miró a su alrededor, como si no quisiera que ningún otro hermano le oyera.
–He comido con Cheyenne.
La mención de Cheyenne no alivió en nada la preocupación de Aaron. ¿Su cuñada habría decidido contarle a Dylan lo que pensaban hacer? En el caso de que así fuera, esperaba que Cheyenne le hubiera dejado fuera de la historia. A Dylan no le haría ninguna gracia saber que todo aquello lo habían decidido con él.
–¿Está bien?
–Sí, está bien, pero ha traído una carta de papá.
Con cierto alivio, Aaron colgó la manguera.
–Así que has recibido la respuesta de papá.
–Nos da las gracias por nuestra generosa oferta, pero dice que no quiere dinero. Echa de menos Whiskey Creek y quiere volver.
–Maldita sea.
–También dice que quiere recuperar el tiempo perdido y poder conocer a sus hijos.
–Si sigue diciendo cosas de ese tipo, no me extraña que Mack esté emocionado –Aaron se quitó las gafas protectoras y se las dejó colgando del cuello–. Ese pobre chico cree que por fin va a tener un verdadero padre.
–No se da cuenta de lo difícil que será la situación, sobre todo ahora que papá ha vuelto a casarse.
Aaron se secó las manos húmedas en el mono de trabajo.
–¿Crees que papá está siendo sincero? ¿O piensa que ganará más si vuelve y se incorpora al negocio?
Dylan sacudió la cabeza.
–No tengo manera de saberlo y… hay algo más que debería saber.
–¿Qué es?
–No he querido decírselo a Cheyenne, pero su mujer me llamo hace tres días.
–¡No! ¿Y qué quería?
–Me preguntó si podía venir a conocernos el fin de semana que viene. Dice que a papá le encantaría que nos conociéramos. Y le gustaría hacernos algunas fotografías para llevárselas la próxima vez que vaya a verle.
–Tener que encontrarnos con una mujer a la que ni siquiera conocemos y que seguramente cree que deberíamos recibirla con los brazos abiertos no es precisamente una perspectiva muy halagüeña.
Dylan infló las mejillas y soltó después la respiración.
–Estoy de acuerdo.
–¿Entonces ahora qué? ¿Podemos decir que no?
–No veo cómo –respondió Dylan–, por lo menos, si queremos mantener una buena relación con ella. Y es importante que la tengamos, por lo menos hasta que sepamos en qué clase de persona se ha convertido nuestro padre.
–¡Pero yo preferiría no tener a una desconocida formando parte de mi vida! ¡Si ni siquiera me apetece que mi padre vuelva a mi vida!
En algunas ocasiones, Dylan había intentado defender a su padre. Pero, últimamente, había dejado de hacerlo. Aaron creía que después del incidente de la navaja, ambos habían llegado a la misma conclusión: no se podía confiar en él.
–Al igual que tú, yo también preferiría dejar el pasado en paz –admitió–. Por fin he conseguido liberarme por completo de esa parte de mi vida. ¿Por qué iba a querer mirar atrás? Pero a lo mejor estamos siendo demasiado intolerantes. A lo mejor es algo bueno para Mack y para los demás.
Probablemente no fuera justo decidir por sus hermanos.
–¿Quieres que lo sometamos a votación?
–Claro, somos adultos.
–En ese caso, seguro que nos ganan. Ellos querrán darle una oportunidad a papá, y a la mujer con la que se ha casado. Pero Amos Auto Body es nuestro medio de vida. No podemos permitir que nos destroce el futuro como hizo con nuestro pasado.
–Ellos no lo verán de esa manera.
–¿Entonces qué piensas hacer?
–Darle largas.
–Hasta…
–Durante todo el tiempo que pueda. Con un poco de suerte, la situación se resolverá por sí misma –con un suspiro, Dylan dio media vuelta para dirigirse a la oficina–. Pero, a veces, tengo miedo de no poder dejar detrás todo lo que nos ocurrió en el pasado –añadió, mirando a su hermano por encima del hombro.
El teléfono de Aaron vibró en su bolsillo antes de que hubiera podido ponerse de nuevo las gafas protectoras. Lo sacó para ver quién estaba intentando ponerse en contacto con él y vio que acababa de recibir un mensaje de Cheyenne.
–Esta noche no puede ser.
Miró bien para asegurarse de que Dylan se había ido antes de teclear la respuesta.
–¿Presley no puede?
–No, no es eso. Antes no lo he pensado, pero tengo que estar ovulando.
Aaron comprendía que, después de haberle dado a Dylan la noticia, se había precipitado.
–He estado revisando mi ciclo menstrual. Debería ovular la semana que viene. Me he comprado un test de ovulación para estar segura. Me indicará los dos días del mes durante los que soy más fértil. Seguiremos sus indicaciones. Eso aumentará las probabilidades.
Como quería terminar con aquel asunto cuanto antes, Aaron estaba dispuesto a esperar cualquier sugerencia que les ayudara a optimizar los tiempos.
–¿Le has contado a Presley lo que pensamos hacer?
–Sí, está encantada de poder ayudarnos, pero sabe que tenemos que retrasarlo una semana.
–Genial, ¿puedo hacer algo para aumentar mi fertilidad? ¿Tomar alguna clase de vitamina, o de hierba? ¿Ponerme boca abajo?
–¡Ja, ja! He leído poco sobre la parte masculina de todo esto. No lleves ropas muy apretadas. No permitas que cierto… aparato se caliente en exceso, lo que quiere decir que no deberías darte muchos baños calientes. Si puedes evitar mantener relaciones sexuales unos días antes del gran acontecimiento, eso también ayuda a aumentar el número de espermatozoides. Pero eso es todo. He oído decir que en las clínicas proporcionan revistas. Pero como no tengo ni idea de qué es lo que te excita, puedes llevarte tu propio material si lo necesitas.
Siempre podía pensar en Presley. Últimamente, cada vez que pensaba en ella, le subía la libido.
–Yo me ocuparé de que todo salga bien.
Pensaba que el intercambio había terminado, pero Cheyenne volvió a enviarle un mensaje.
–Por cierto, he encontrado una web en la que venden el equipo de inseminación. Es increíble todo lo que se puede llegar a comprar últimamente. Creo que vamos a conseguir todo lo que necesitamos. Y solo tardan dos días en enviarlo. Siempre y cuando esté en casa cuando llegue el paquete para que pueda esconderlo antes de que lo vea Dylan, todo saldrá bien.
–Teniendo en cuenta que siempre está trabajando, no creo que sea difícil. Pero también podrían enviarlo a casa de Presley.
–Buena idea.
–¿Me avisarás entonces cuando llegue el momento?
–Te escribiré dentro de una semana o dos.
–Tendré el teléfono a mano.
–¡Ey, Aaron!
Sobresaltado por aquella interrupción, Aaron giró sobre sus talones y vio a Mack acortando la distancia que los separaba.
–¿Qué pasa? –le preguntó mientras guardaba el teléfono en el bolsillo.
–¿Estás ya a punto de terminar?
Habían llegado algunas piezas que necesitaba para arreglar el Toyota Land Cruiser de Malcolm Field. Tenía que instalarlas ese mismo día o no podrían entregar el coche en el plazo al que Dylan se había comprometido.
–Tengo para un par de horas más, ¿por qué?
–Me estaba preguntando si te apetecería salir después.
–¿Adónde?
–¿Al Sexy Sadie’s?
–Hay otros bares un poco más lejos.
–¿Para qué salir del pueblo? Mañana tenemos que madrugar.
Pero si iban a Amador City o a Jackson, tendría menos posibilidades de encontrarse con Noelle Arnold. No habían vuelto a hablar desde que le había colgado el teléfono y estaba disfrutando de aquella tranquilidad.
–Estaría bien cambiar de aires.
–Lo haremos la próxima vez. Lana también viene. Si la envío a un bar en el que nunca ha estado, podría perderse.
Lana era la novia de Mack. Aunque tenía un gran corazón, por lo que Aaron había visto hasta entonces, no era precisamente la chica más inteligente que había conocido.
–¿No vas a pasar a buscarla?
–No –sonrió–.Viene con una amiga que quiere conocerte.
El escepticismo eliminó todo posible entusiasmo por parte de Aaron.
–Así que es una cita a ciegas.
–¡Por supuesto que no! Odio ese tipo de cosas. Solo somos un grupo de gente que queda para tomar algo en el bar del pueblo.
–Dos parejas.
–Dos chicos quedan con dos chicas para tomar algo. Y llegan separados.
–Estás hilando demasiado fino.
Como Aaron continuaba mostrándose reacio, Mack le agarró del brazo.
–Ven aquí, hermanito. Hace años que no sales. Y Lana está segura de que esa chica te va a gustar.
Últimamente, estaba casi tan mal como Dylan antes de casarse con Cheyenne. No salía apenas. Para empezar, porque tenía mucho trabajo. Y, en segundo lugar, porque había perdido el interés. Pero no podía decirle que no a su hermano favorito.
Dos horas después, en cuanto terminó de trabajar y se duchó, consiguió reunir cierto grado de interés por salir con Mack y sus amigas. Pero cuando llegó al Sexy Sadie’s y vio que Riley estaba allí con Presley, deseó no haber ido.
Presley no se lo podía creer. No había vuelto a aceptar ninguna de las invitaciones de Riley después de haber suspendido su última cita. Pero dos semanas sin ver a Aaron la habían hecho sentirse fuerte. Y no solo eso, sino que Riley la había pillado en un momento de debilidad en el que se sentía como si estuviera envejeciendo antes de tiempo, llevando una vida de completo encierro, y por eso le había resultado difícil decir que no. Riley había prometido que no se quedarían hasta muy tarde porque él también tenía que trabajar al día siguiente. Lo había organizado todo para que Jacob cuidara a Wyatt en casa de sus padres. Presley se había sentido cómoda porque sabía que Wyatt estaba en un lugar seguro sin tener que pedirle a su hermana otro favor.
Riley había vencido todas sus objeciones antes de que pudiera expresarlas, así que había aceptado, pensando que no le haría ningún daño salir a tomar una copa y a bailar durante un par de horas.
Lo último que esperaba era encontrarse con Aaron. Si hubiera sido un fin de semana, podría haber llegado a temer que sus caminos se cruzaran. Cuando ella vivía en Whiskey Creek, iban mucho al Sexy Sadie’s. Pero, por lo que decía Cheyenne, los hermanos Amos trabajaban tanto últimamente que rara vez salían entre semana.
–Probablemente has visto entrar a Aaron –musitó Riley–. ¿Estás bien? ¿O prefieres que nos vayamos?
Presley no miró hacia Aaron. No quería hacer contacto visual. Podría haber reconocido que prefería ir a otro sitio, pero acababan de llegar. Habían llegado justo antes que Aaron y su hermano pequeño. Sería ridículo levantarse y marcharse tan pronto.
–No pasa nada, claro que no.
–Genial –se levantó de la mesa–. Voy a por las bebidas. ¿Qué quieres tomar?
–Un zumo de arándanos.
–¿De verdad?
Al entrar, Presley había pensado en tomarse una copa de vino, pero ya no le apetecía. La gente, la música, incluso el olor de aquel lugar la trasladaron dos años atrás. Y también la vista de Aaron. Que tuvo un efecto muy potente.
Presley asintió y Riley se dirigió a la barra mientras ella miraba disimuladamente a Aaron y a Mack sentándose en una esquina. Sabía que Aaron era consciente de su presencia. Lo sentía, al igual que le había pasado en la librería, pero Aaron no se acercó a ella.
Presley sintió una aguda punzada de celos cuando dos mujeres, probablemente una década más jóvenes que ella, se reunieron con los hermanos Amos, pero se advirtió a sí misma que no debía demostrarlo.
Afortunadamente, Riley regresó unos segundos después. Por lo menos podría concentrarse en la bebida, pensó Presley, pero no le sirvió de mucho.
–¿Qué tal va el negocio de los masajes? –preguntó Riley.
–Bastante bien –sonrió mientras lo decía, pero no pudo evitar oír la voz de Aaron.
¿Quién era esa chica? Presley nunca la había visto. La rubia que iba del brazo de Mack trabajaba en Shearwood Forest. Presley la había visto cuando había ido una semana atrás a cortarse el pelo.
–¿Qué parte del negocio funciona mejor?
Presley se obligó a concentrarse en Riley.
–Sin lugar a dudas, los masajes. Pero las clases de yoga cada vez tienen más alumnos. El primer día se presentaron diez personas en la clase de la mañana y cinco en la de por la noche. La sesión de la tarde de los viernes todavía está costando llenarla. Es posible que la cancele, pero ya veremos lo que pasa.
–¿Y con lo de los masajes tendrías suficiente para salir adelante? –lo preguntaba con interés, lo cual era muy amable por su parte.
–Afortunadamente, sí.
Estaba ganando lo suficiente como para aliviar parte de la preocupación que la perseguía desde que había empezado a pensar en todo lo que necesitaba para abrir el negocio. Como cualquier negocio podía cambiar de un día para otro, así que no estaba segura de si aquella paz duraría, pero esperaba que lo hiciera.
–Deberías poner más anuncios de las clases de yoga e intentar atraer a gente de los pueblos de la zona –sugirió.
–Había pensado en poner anuncios en algunos periódicos locales. A lo mejor lo hago –cuando tuviera más dinero.
Comenzó a sonar una canción lenta, In the Air Tonight, de Phill Collins, y Riley señaló la pista de baile con la cabeza.
–¿Te apetece bailar?
Bobbie, la chica que Lana había llevado, era atractiva. Y parecía simpática. Pero Aaron acababa de conocerla y no se acordaba siquiera de su apellido. Le resultaba difícil escucharla estando Presley abrazada a Riley Stinson. El beso que le había dado en el estudio continuaba rondándole, enfureciéndole una y otra vez, y también avergonzándole, por no ser capaz de olvidarlo.
Intentaba ignorar a Presley, pero sus ojos parecían tener voluntad propia. No podía evitar mirarla para saber si estaba disfrutando. O si estaba tocando alguna parte del cuerpo de Riley que no tenía que tocar. O si Riley mantenía las manos donde debía.
–¿Hola? Aaron, ¿estás ahí? –Mack chasqueó los dedos delante de la cara de su hermano.
Aaron no era consciente de que se había perdido parte de la conversación. Parpadeó y se centró en su mesa.
–¿Qué has dicho?
Mack miró irritado hacia la pista de baile, pero si vio a Presley, no fue capaz de sumar dos y dos. El bar estaba a oscuras y prácticamente lleno.
–Bobbi es soldadora. Así es como pudo pagarse los estudios. No es un trabajo muy normal, ¿verdad? Nunca había conocido a una mujer soldadora.
–Me parece genial –dijo Aaron, pero su falta de entusiasmo le hizo ganarse una patada por debajo de la mesa. Se bebió el resto de la cerveza y se levantó–. Voy a por otra cerveza. ¿Alguien más quiere algo?
Señalaron todos sus vasos, indicando que todavía estaban llenos.
–Estamos bien –contestó Mack en un tono con el que le estaba preguntando que qué demonios le pasaba.
–Entendido, ahora mismo vuelvo.
En cuanto se alejó, Aaron experimentó una sensación de alivio. No le gustaba ver a Presley en los brazos de Riley, pero por lo menos no tenía que mirarla bajo el férreo escrutinio de su propio grupo.
Cuando estaba en la barra, esperando a que el camarero le atendiera, terminó In the Air Tonight y comenzó a sonar Have I Told You Lately. Aaron esperaba que Riley y Presley se sentaran, preferiblemente, en algún lugar fuera de su vista, pero no lo hicieron. Continuaron bailando, girando lentamente en círculo, hasta que Presley quedó frente a él. En ese instante, sus ojos se encontraron.
Aaron sabía que debería desviar la mirada, actuar como si no tuviera ninguna importancia. Pero no era fácil.
Fue Presley la primera en apartar la mirada.
–¿Qué quieres tomar?
Era el camarero. Aaron estuvo a punto de pedir otra cerveza, pero cambió de opinión. Por primera vez desde hacía mucho tiempo, le apetecía emborracharse.
–Me tomaré un whiskey.
–¡Vaya! Es una suerte que esté yo aquí para llevarte a casa –bromeó Mack cuando Aaron regresó a la mesa y se terminó el whisky casi tan rápido como se había tomado la cerveza.
–Bobbi, será mejor que le lleves a la pista de baile mientras todavía pueda andar –bromeó Lana.
Salió a bailar ella con Mack y Bobbi le dirigió a Aaron una sonrisa vacilante.
–¿Estás bien?
–Sí, estoy bien, ¿por qué?
–Tengo la impresión de que, en realidad, no te apetece estar aquí.
–Claro que me apetece –no era cierto. Pero para ocultarlo, le tendió la mano –vamos a bailar.