Lógicamente, nuestra vida personal no cambia cuando la comparamos con las relaciones de nuestros amigos, pero lo que pensamos de la relación sí. Por lo tanto, cuando vemos a un amigo o a un miembro de nuestra familia disfrutando de una relación que parece perfecta, comenzamos a cuestionar la propia. No se permita jugar el juego de las comparaciones. Su relación debe ser evaluada respecto a sus propias necesidades, no respecto al éxito relativo de las relaciones de aquellas personas que están a su alrededor.
Esta relación comienza como un cuento. Dos amigos de la universidad prometen que se van a escribir cuando él es requerido por la marina de los Estados Unidos para participar en la guerra del Golfo. Las cartas amigables pasan a ser íntimas. Y, luego, una carta desde un campo militar de Arabia Saudita incluye una propuesta de matrimonio.
Más de una década después, Tim y Karen tienen tres hijos y han vuelto a la universidad para obtener otro título. Esto quiere decir que el romance ha tenido que compartir diez años con los malestares matutinos, los proyectos de grado y una estrechez económica en la que era un lujo comprar un disco.
“El segundo, el tercero y el cuarto año fueron explosivos”, recordaba Tim. “Cualquier cosa sin importancia nos sacaba de quicio”, concordaba Karen. “Cuando uno es joven cree que todo tiene que ver con uno”.
“Éramos tan tercos, que peleábamos por las mismas cosas una y otra vez”, decía Tim. “Simplemente nos quedábamos atascados”.
Cuando las cosas estaban en su punto más álgido, Tim comenzó a estudiar para obtener un diploma en administración. “Comencé a pensar en lo difícil que había sido todo y en cómo a las personas que conocía les estaba yendo mejor. Comencé a pensar en lo que había aprendido en mis cursos de administración y mercadeo, a pensar con mentalidad de consumidor. Cualquier cosa puede ser reemplazada si ya no satisface nuestras necesidades, desde la compañía que presta el servicio telefónico hasta el VHS. Veía que la gente hacía lo mismo con sus relaciones de pareja. Yo estaba haciendo lo mismo con mi relación, tratándola como un producto, pues estaba pensando si la podría cambiar por una mejor.
“Si uno piensa en una relación como un consumidor, si empieza a comparar a su compañero, lo que hace es debilitar algo que existe por algo que probablemente no. Después de todo, el mercadeo busca que no nos guste lo que tenemos y que lo cambiemos por algo supuestamente mejor”.
Tim dice que cuando dejó de sacar los puntajes de su matrimonio, “tenía toda la libertad para poner mi energía en él, en lugar de estar gastándola pensando si valía la pena o no”.
A las personas que se les pidió describir primero una pareja infeliz y luego su propia relación tenían un 19 por ciento más de probabilidades de describirla de manera entusiasta que las personas a las que primero se les pidió describir una pareja feliz y luego su propia relación.
Carsten 2001