Un buen chiste alegra cualquier día y trae felicidad a quien lo cuenta y a quien lo escucha. En una relación, ayuda a que el día promedio sea más divertido y disminuye la carga de los días difíciles. Este humor, claro está, debe estar dirigido positivamente. Los chistes sarcásticos sólo sirven para aumentar la tensión.
Viva y Jerry tienen hace diez años un programa cómico para la televisión local de Minneapolis. Su espectáculo es una mezcla de juegos de palabras, música folclórica y tomadura de pelo, y ha creado una especie de culto entre sus seguidores.
Los televidentes se sienten atraídos por el gusto populachero y el alboroto del programa, por los chistes tontos sobre los productos rescatados de las basuras de las tiendas de descuentos que se compran en las ventas de garaje. Pero más que todo porque Viva y Jerry los seducen. Las tomaduras de pelo y las lisonjas que permanentemente se hacen el uno al otro transmiten una imagen poco común en la televisión: una pareja de sesenta años que está realmente enamorada.
Tanto Viva como Jerry disfrutan de un buen chiste (para ser franco, de los malos también). Viva le cuenta a los televidentes por qué decidió salir con Jerry: “Éste fue el primer tipo que me erizó”. Y, mientras tanto, saca un erizo de plástico. “Miren”, dice.
“Cierto”, dice Jerry, con su gesto típico de los pulgares hacia arriba.
Entre las risas, Viva expone su propia filosofía de la vida: “Lo que le digo a la gente es que nunca se dé por vencida en el amor; a mí me tomó cuarenta y cinco años tener suerte”.
Aunque en el programa aparecen esplendorosamente felices, los dos admiten que su relación no es perfecta. Discuten, como todas las parejas. “Es difícil”, dice Viva respecto al matrimonio. “Hay que aprender a vivir con las singularidades. Jerry deja palillos de dientes por todos lados”.
Pero las quejas son pocas. “Te ves más lindo que un mono”, le dice Viva.
“Eres una monada, querida”, le contesta Jerry.
Después de doce años juntos, disfrutan muchísimo la compañía del otro. El programa es parte de lo que los ayuda a estar juntos, es algo raro y chistoso (y, de una forma particular, importante) para compartir. Las parejas necesitan esto, dice Viva. Por eso ellos invierten la mitad de su día libre montando un espectáculo que no es rentable.
“Es algo que nos entusiasma”, dice Viva. “Y nos ha abierto nuevos horizontes. A nuestra edad, seguimos conociendo gente nueva y haciendo cosas que de otra manera no haríamos. Y todo con una carcajada”.
Cuando las dos personas que conforman una pareja consideran que la otra tiene buen sentido del humor, presentan un 67 por ciento menos de conflictos que las personas que no consideran que su pareja tiene buen sentido del humor.
De Koning y Weiss 2002