No son agradables, no son divertidas y nadie las disfruta especialmente. Pero las tareas domésticas tienen que hacerse. Las relaciones funcionan mejor cuando los dos integrantes de la pareja reconocen esta simple realidad y deciden compartir el trabajo doméstico.
Suzanne Bianchi, profesora de sociología, realizó un importante estudio sobre el trabajo doméstico. Pudo establecer que a las mujeres les ha tocado la mayoría de la carga. “A las mujeres se nos ha lavado el cerebro más de lo que nos imaginamos. Probablemente han sido demasiados años de observar propagandas con mujeres en éxtasis sobre sus brillantes y encerados pisos, o al borde de un colapso frente a cuellos de camisas sucios. Los hombres no tienen este condicionamiento. Conocen el factor esencial del trabajo doméstico... que es detestable”.
Bianchi dice que aunque ni hombres ni mujeres quieren hacer las tareas domésticas, las mujeres son más vulnerables frente a la situación. “Si él comienza a sentirse molesto por la mugre y el desorden, dirá: ‘Este lugar parece una pocilga’ o ‘¿Cómo puede alguien vivir así?, y esperará la reacción de su esposa. Sabe que todas las mujeres sienten culpa por una casa desordenada. Si le refriega el asunto lo suficiente, ella terminará haciendo todo el trabajo. Él puede esperarla”.
A pesar de conocer profundamente el tema, Bianchi está atrapada en el patrón. “Si una persona de la pareja quiere mayor limpieza y orden, normalmente es la mujer. Mi tranquilidad comienza con una casa limpia y ordenada, por eso hago la mayoría del trabajo”.
Ella ve una tendencia importante que podría cambiar esa relación. No es que los hombres hagan una mayor cantidad de trabajo; es que las mujeres hacen menos. “El camino a la equidad, afortunada o desafortunadamente, conduce a que se realice menos trabajo doméstico. En otras palabras, es posible que usted ya no argumente sobre quién debe hacer el trabajo, pero estará sentado sobre una capa de polvo mientras conversa”.
Las parejas que comparten las tareas domésticas están un 19 por ciento más satisfechas con su relación que aquéllas en las que una sola de las partes hace la gran mayoría del trabajo.
Allen y Webster 2001