Pasamos más horas de nuestro tiempo de vigilia en el trabajo que haciendo cualquier otra cosa. Desde pequeños nos enseñan a valorar el trabajo duro y nos dicen que éste será recompensado. Pero oímos mucho menos sobre los esfuerzos que requieren las relaciones y de las recompensas que recibiremos por esos esfuerzos. Trabajar en la profesión lo más que podemos no es lo mismo que trabajar lo mejor que podemos. Cuando el día laboral termina, el trabajo debe salir de sus pensamientos y de su tiempo.
James Keller diseña oficinas para el hogar, espacios en habitaciones o habitaciones completas destinadas a trabajar en el hogar. Piensa que el concepto de la oficina en el hogar es una metáfora del trabajador que tiene su oficina en la casa. “El espacio que diseño debe tener dos funciones. Debe ser una parte familiar del día y una parte laboral el resto del tiempo, porque —pensándolo bien—eso es lo que es la gente: miembro de familia parte del día y trabajador la otra. En cierto sentido, esto es una limitación, pues el diseño tiene que incorporar las dos funciones. Pero también es una fortaleza porque, si lo haces bien, satisfaces una necesidad doble”.
Keller se esfuerza por lograr que el espacio vaya más allá de las necesidades de la gente en lugar de cumplir las funciones mínimas. “Yo no quiero diseñar un lugar en el que la persona no esté contenta; quiero hacer algo que la gente disfrute, un sitio en el que quiera estar”.
El concepto de Keller de una oficina en el hogar no es un lugar que te recuerde la oficina todo el día. “Uno debe poder apagar las luces de la oficina y cerrar la puerta y ver la casa a partir de las cinco de la tarde como un hogar. Poder decir: ‘Yo trabajo en esa habitación de nueve a cinco. Cuando llegan las cinco, levanto todo y se convierte en una habitación familiar”.
Una de las cosas más fáciles y más importantes que aconseja Keller es tener dónde almacenar las cosas. “Guarde todo al final del día. Esto permite que su trabajo no esté propenso a accidentes o a refundirse”. También le ayuda a la persona a tener el marco mental correcto y, “lo que no es menos importante, empacar el trabajo al final de la jornada lo mueve a uno a la otra fase del día”.
Las personas adictas al trabajo, la gente que pareciera que nunca para de trabajar o de pensar en el trabajo, tienen tres veces más posibilidades de manifestar que su vida personal es insatisfactoria.
Porter 2001