XIV

RECADOS ZOMBIS

Hizo tantas antesalas que se le olvidó cuántas, antes de llegar a la presencia de Irales. En todas ellas lo perseguía un cartelito de “No fumar”, cuyo consejo violó sistemáticamente tirando ceniza bajo los sillones y en las macetas de las plantas. Una de las macetas estaba prevenida de los malos hábitos de los turistas mexicanos: “No soy cenicero. Si yo no te echo clorofila en tu casa, ¿por qué me echas ceniza? ” Héctor le sonrió a la secretaria que lo vigilaba y desparramó sobre la planta la ceniza de un maravilloso cohiba con filtro. Puede ser que este gesto vengativo haya sido el motivo por el cual las antesalas se acabaron y lo pasaron ante el hombre.

Irales tenía una oficina sin papeles y se parecía físicamente (Héctor tardó en descubrirlo) a una versión deteriorada de Rafael de Yturbe, el mítico ejecutivo de una editorial, que Héctor se solía encontrar en las clases de merengue allá a lo lejos en el DF.

—Traigo un recado desde México.

—¿Un recado de quién?

—Un recado del subdirector técnico del Museo Nacional de Antropología, que dice así: “Si trata de comprar el pectoral de Moctezuma —y Héctor repetía mecánicamente, con un estilo sacado de película mexicana de zombis de los años cincuenta—, doy una conferencia de prensa y me valen madre las consecuencias, le pongo a la Interpol encima, a los swapos, a la brigada criminal de Madrid y al fantasma de Hernán Cortés. Con esta mierda del Quinto Centenario, hasta la nana de Cristóbal Colón se emputa y lo persigue. Le hago la vida imposible. Me vale madre el escándalo de que los ex presidentes de México se roban piezas de sus museos…

Tomó aliento al final del rollo, como le había visto hacer a su amigo Vasco.

—No tengo el gusto de conocer al subdirector del museo, aunque claro, he estado en él; magnífico, sin duda. Y claro está que conozco el pectoral de Moctezuma. No sabía que se lo habían robado. ¿No ha dicho nada la prensa?

Héctor lo miró fijamente. Usaba una corbata horrible, de rayitas gruesas. Un ojo se le iba un tanto, sometido a la tensión o a los abusos gastronómicos.

—Pasé el recado —dijo Héctor Belascoarán, y luego se dio la vuelta, encendió un cigarrillo y salió. Si se apresuraba podía tirar al paso algo de la ceniza en la maceta ecologista.