PREFACIO

Cuando la serie de Belascoarán Shayne se inicio en 1975, yo era un ciego repartiendo palos por doquier. Sabía que me gustaba la novela policiaca, que me permitía contar una ciudad que empezaba a descubrir en toda su inmensidad y su intensidad y que si quería huir de una literatura de la palabra, que no contara historias, tenía que buscar en la novela policiaca el camino.

La reacción en México a la primera novela fue muy divertida: silencio absoluto de la crítica, con una sola excepción, un crítico comentó que el género era anglosajón y que mi libro era una “mariguanada”; la aparición de Cosa fácil un año más tarde se debió a que el libro había tenido un relativo éxito y llevaba dos ediciones; nuevamente el silencio. Pero los libros encontraban a sus lectores dentro y fuera de México. Hoy, treinta y cuatro años después, los libros de Belascoarán se han editado en veintiocho países y suman centenares de ediciones.

No soy yo el que tendría que explicar por qué han alcanzado el favor de los lectores, pero sí constatar que somos hijos de las presiones de nuestras sociedades y de nuestra vocación de lectores insatisfechos, y nuestra victoria ha sido la de los inexistentes, la aparición de los invisibles, el triunfo de los ausentes en las antologías y los balances anuales de las criticas oficiales.

Y no ha sido fácil el camino. No sólo hemos tenido que combatir los prejuicios del colonialismo cultural que atribuían al género su obligación de estar narrado en inglés, como si los géneros pudieran ser encarcelados por la geografía; y las resistencias de una crítica, en principio y de entrada, hostil a todo experimento de literatura popular, tuvimos batallas dentro de nuestras cabezas intentando escapar de la imitación, de las recetas, de las tradiciones y rutinas.

Si algún sentido tiene escribir hoy en el mundo de la literatura policiaca es buscar y violar los límites y las convenciones del género y al mismo tiempo adoptar y utilizar los recursos de la novela de aventuras, los elementos comunes a la literatura de acción (enigma, trama compleja, peripecia, fuerte carga anecdótica) y las inmensas posibilidades del calor, el surrealismo, las palmeras, la locura de nuestras tierras originales; vinculadas a la furia y la rabia, las fuertes cargas de pasiones políticas y personales.

Nadie podrá contar estas terribles y enloquecidas historias si no piensa que está haciendo literatura, que su oficio está a kilómetros de distancia de la palabra fácil de tantos bestsellers.

Belascoarán vive en una ciudad apasionante y terrible, donde lo criminal desciende de las alturas del poder, bajo la forma de abuso, corrupción policiaca, desastre del sistema judicial y carcelario, ilegalidad permanente para los ciudadanos y privilegios de intocables para los oligarcas. Pero vive también en el paraíso del humor negro, de la solidaridad del barrio, de la generosidad y del absurdo.

Por sus historias pasan estranguladores de mujeres en los baños de las oficinas, narcotraficantes rumberos, luchadores de lucha libre enamorados, actrices de cine en decadencia, maestros de escuela perseguidos por líderes corruptos, jefes de policía que construyen mansiones romanas en Acapulco, escapistas que triunfan en televisión y que doblan empleo entrenando grupos paramilitares, agentes de la CIA desempleados, el fantasma de Emiliano Zapata, gobernantes ladrones de piezas arqueológicas, expertos en la red cloacal, tapiceros que investigan delitos sexuales, escritores de novelas policiacas, policías secretos que dirigen bandas de asaltantes de bancos, actrices porno con hija secuestrada, pistoleros que venden boletos de rifas para reina de la Primavera, propietarios de edificios que practican la magia, conejos que funcionan como mascotas…

Muchas veces me enfrenté a lectores que decían: “Eso no puede ser real” o “esa historia es evidentemente cierta” y tuve que contestarles que ni una ni otra, que esto era México.

Han pasado los años y Belascoarán ha sumado heridas y deterioros y sabidurías. Algún día regresará. Por ahora, ustedes tienen en sus manos la serie completa.

Espero que gocen esta saga tanto como yo escribiéndola, y que el goce no se quede en eso sino que añada la posibilidad de ver críticamente este mundo que a veces tenemos tan cerca y tan lejos.

 

Paco Ignacio Taibo II

Ciudad de México, abril 2009