Malos agüeros se ciernen sobre Ibn Zayib
A Óscar Quiñones Carrillo
Córdoba.
Califato de Córdoba.
Sala de los espejos
del califato de Córdoba.
Sala de los espejos
del califato de Córdiba,
junto a la puerta
que se orienta
hacia Jaén.
En la sala de los espejos
del califato de Córdoba,
junto a la puerta que se orienta hacia Jaén,
Ibn Zayib,
músico y poeta,
juega al ajedrez
con un amigo andalusí,
medita largamente
su jugada,
toma una torre
entre los dedos diestros
y sueña con Bagdad,
con el centro redondo
de Bagdad,
con la mezquita,
con el zoco multiforme
que se extiende allende
las murallas,
con una palmera,
esa única palmera
a cuya sombra
recitó
un poema de amor.
La torre en el aire.
La victoria cercana.
Súbito
se quiebran
los cristales
en la sala de los espejos
del califato de Córdoba,
junto a la puerta
que se oriente hacia Jaén.
No hay jaque mate,
un mal agüero
persa
se cierre
sobre Ibn Zayib.
Ahora le tiembla la mano
y equivoca la jugada.
¿Perderá la partida
Ibn Zayib?
¿Será desgraciada
su estancia
en el califato de Córdoba?
¿Morirá
en esta tierra
sin conseguir
el honor y la gloria?
¿O acaso caerá Córdoba
en manos de los infieles
que arrasarán
la sala de los espejos
y su puerta
que se orienta
hacia Jaén?
¿Qué pasará?
¿Cómo se moverán
las fichas
en la inmensa
e interminable
partida de ajedrez?